La Medea de Pascal Quignard

Literatura

El autor francés explora ese mito a partir del texto de Eurípides, la danza, la música, la etimología, la poesía, la filosofía y la teología.

Pascal Quignard, escritor francés
Ciudad de México /

No hay gran diferencia

entre la reina Medea y la virgen María:

las dos lanzan al mundo hijos muertos

Pascal Quignard


Pascal Quignard, escritor prolífico, paradójicamente tiene la sabiduría de decir mucho con pocas y precisas palabras. Traducidos decenas de sus libros al español, aun en varias versiones, el autor francés galardonado recién con el premio Formentor de las Letras 2023 en España, nos guarda gratas sorpresas.

Cuadrivio apenas publicó una edición bilingüe de su Medea, un texto inclasificable en los géneros de apenas 32 páginas (64 en la versión mexicana en francés y español) que el autor de El sexo y el espanto dio a conocer en la pequeña editorial de Burdeos Ritournelles, el 11 de marzo de 2011, fecha curiosa tomando en cuenta el pesimismo en esta obra con la que Quignard echa luz propia al mito que en la Grecia clásica develó Eurípides y del que Séneca hizo un remake en la Roma de los Césares.

Pascal Quignard cumple 75 años el domingo 23 de abril, también Día Internacional del Libro y fecha en que se conmemoran los aniversarios luctuosos de William Shakespeare y de Miguel de Cervantes. Y justo unos días antes, en España reconocen a este autor solitario, ajeno a las modas literarias y alejado de los reflectores desde hace años, cuyas obras recurren a un francés rico, antiquísimo aun, como en su magnífico tratado de arte contra la censura, La nuit sexuelle (2007), o el mismo vocabulario en Medea.

El jurado del Formentor reunido en la localidad aragonesa de Canfranc explicó que “su extensa obra, nacida al margen de los dictados del tiempo, despliega el exhaustivo dominio de una lengua flexible, luminosa y penetrante. En sus numerosos libros una deslumbrante erudición renueva la energía creativa de las primeras fuentes. Es el legado grecolatino, medieval y barroco, el pensamiento oriental y la filosofía occidental, lo que alienta el asombro por la monumental invención de la literatura universal”.

“La distinción entre filosofía y literatura, reflexión y contemplación, inspiración y experiencia, resulta innecesaria en una obra que ha trenzado magistralmente el nervio conceptual, la ilusión poética y el flujo musical de una prosa inagotable y efervescente. Nuestro autor es heredero de la gran tradición intelectual europea y artífice de la renovación estilística que fusiona géneros, disciplinas, competencias y saberes de gran amplitud”, dijo del autor de Butes el jurado presidido por el editor Basilio Baltasar.

El poeta Audomaro Hidalgo, traductor de la edición de Cuadrivio, justo subraya que el jurado del premio Formentor arguyó que Quignard no escribe una obra que esté de moda, sino que, al contrario, va a contracorriente, incluso sus novelas suceden en el siglo XVII o en la época del imperio romano.

No obstante, eso le lleva a especular que, en una época donde la lengua se simplifica, no tiene futuro.

“Con la escritura de Pascal Quignard pasa algo singular, es una escritura poética, en la mejor tradición de la prosa francesa, una frase muy corta, como si fuera susurrada, muy melódica, pero, en mi opinión —y yo lo admiro muchísimo—, la erudición de Pascal Quignard podría hacer que su escritura dentro de algunos años pudiera envejecer, porque toda esa erudición que él despliega en su obra deja fuera a los lectores, incluso a los franceses mismos, conozco a muchos que lo han leído y todos me han hecho la misma observación sobre la dificultad de leerlo, la utilización de palabras muy viejas. Y, es cierto: Quignard recurre al vocabulario de la Edad Media, del Renacimiento, entonces eso podría jugar en contra de su talento. Cuando pienso su escritura la veo despegada del lenguaje coloquial, es más bien la escritura de un escritor de la biblioteca, erudito, además músico, aunque es muy rica en registros”, dice Hidalgo.

Medea, que ha inspirado teatro, música, óperas y aun películas como la que realizó Pier Paolo Pasolini en 1969 con Maria Callas de protagonista, o más recientemente el hermoso poema homónimo de Chantal Maillard (en Vaso Roto y en Tusquets), ha sido sinónimo de la venganza, del infanticidio, de la hechicería. Hija de Eetes, rey de la Cólquida, y de la ninfa Idía, su amor fue traicionado por Jason, a cuyo hermano despedazó, a cuyos hijos con ella asesinó brutal y a cuya prometida y suegro hizo arder.

Quignard explora ese mito a partir del texto de Eurípides, la danza, la música, la etimología, la poesía, la filosofía y la teología en un libro que —como alude en el posfacio del volumen de Cuadrivio Marie-Laure Picot, la editora de Ritournelles— también devino un espectáculo-performance en el Théâtre Paris-Villette del 7 al 19 de febrero de 2012, con la coreógrafa, bailarina y figura del butoh Carlotta Ikeda, música de Alain Mahé y la lectura en la sombra ni más ni menos que del mismo autor de Medea.

La pequeña joya de Quignard empieza con una danza, una danza perdida (Danse perdu) en el escenario que ha sido su obsesión: el ámbito intrauterino: “En el agua del vientre se desplegaban, tocaban, exploraban, / gravitaban apoyándose en un pie, / giraban y se daban vuelta, / casi danzaban”. Pero el destino trágico en toda la obra es ineludible: “De pronto danzan de verdad, de pronto surgen y caen en la luz, el aire, el frío;” (…) “Ya no son fetos sino niños”. Es decir, comienza la muerte con la vida.

Medea no es solo para el autor de esta tragedia en verso, en prosa, en poesía y ensayo, y en suspiros, la madre que trató de matar a su amiguita de 12 años en la bañera. En su Medea “las palabras están vivas”. Med es la raíz del nombre de Medea del que derivan aún tres palabras en latín, en italiano y en francés:

“Mediodía

Medicina

Meditar”.

Medea, la maga, la que utiliza aceites, bálsamos, aceites para “re-mediar”, aunque, en la tragedia del mito, con esos conocimientos ungió el manto que regaló a Créusa en su boda con Jasón para hacerla arder. También, Medea, para el preciso Quignard, va más allá: es conocimiento, meditar, ver en sueños.

“En griego, los medea son los testículos que los hombres se cortaban con el cuchillo de piedra y que depositaban en el altar de la Gran Madre, Cibeles”, recuerda una voz que recurre a la erudición antes de contar la historia de Medea, de sus meditaciones sobre la venganza, sobre el asesinato de sus hijos.

Las preguntas no cesan: “¿Por qué las mujeres desean tanto tener hijos? / Para que sean vengadas”.

Y encuentran a su interlocutor: “Lanza al aire, como una honda, a tu bebé. Para eso sirven los bebés. Tienen el tiempo para ellos. Los recién nacidos matan a todos los vivos a su paso. // No hay gran diferencia entre la reina Medea y la virgen María: las dos lanzan al mundo hijos muertos”.

Héctor Baca, editor de Cuadrivio, considera que Medea “es una revisitación profunda y poética sobre el mito de la figura trágica del filicidio, el amor, la traición, la venganza y la justicia. Es un libro que ofrece una mirada contemporánea de la tragedia de Eurípides: ‘Medea la madre negra’. Quignard escribió el texto para ser leído en voz alta y conducir al lector a la oscuridad de su propia historia”.

Justifica la publicación de la edición bilingüe “para abrir otra línea más en el catálogo de Cuadrivio, con ese tipo de escritores del siglo XXI que van de la prosa de intensidad a la poesía, esos orfebres de la palabra que son inclasificables, pero tienen un lugar en la ‘gran literatura’, que desafía al lector a pensar y reflexionar. Y para dialogar, como decía Calasso, con otros títulos para hacer un texto único”.

Audomaro Hidalgo, poeta, ensayista y traductor, se aficionó a Quignard desde 2009 cuando leyó la traducción de La barca silenciosa en México y, cuando fue a Francia a estudiar una maestría en Literatura, al primero que quiso entender en su idioma original fue al premio Goncourt 2002.

Por azar encontró en una librería parisina en 2017 el pequeño volumen blanco de Ritournelles, que compró por seis euros y, sin premeditación, casi sin darse cuenta, comenzó a escribir al mismo tiempo, a lápiz, en su libreta del posgrado, una traducción que, gracias a la pandemia, en 2020 logró terminar.

“Con Quignard hay que habituarse al lenguaje para poder acceder a su obra. Pasa con escritores como Jorge Luis Borges, Roberto Bolaño, Octavio Paz, Rubén Darío, que crean un lenguaje dentro de la propia lengua, como hace Quignard. Y una vez que nos habituamos al lenguaje, podemos acceder a ellos. Yo leí mucho en español a Quignard”, dice el traductor de Medea para Cuadrivio, en entrevista.

Hidalgo (Villahermosa, 1983), premio Tabasco de Poesía José Carlos Becerra 2013 y Premio Nacional de Poesía Juana de Asbaje 2010, subraya que muchas obras de Quignard no son conocidas en español.

No obstante, la editorial argentina Interzona ya había publicado en 2017 una traducción de Medea.

El tabasqueño recuerda que Quignard es conocido en México más por sus novelas y ensayos, que por obras como Medea, inscritas más en lo que él ha llamado el no género. Sólo Último reino va en el volumen XI y la editorial argentina El cuenco de plata todavía no termina de publicarlos todos, dice.

“Solo por esa parte de su obra, la más importante, Pascal Quignard merece el Premio Nobel”, juzga el poeta, que hace notar que al autor francés se le traducen obras en México, Argentina y España, y enumera a algunos de sus traductores, a los que ahora se suma él: Ana Becciú, Melina Balcázar Moreno, Silvio Mattoni, Carlos Schilling, Miguel Morey, Carmen Pardo e Ignacio Vidal-Folch.

No es para menos. Sus obras condensan la condición humana, como en la ya mítica Todas las mañanas del mundo, que Alain Corneau convirtió en una segunda obra maestra al adaptarla al cine. Ese contacto con la muerte que se experimenta desde el momento mismo del parto, de la caída desde una madre, una madre como Medea, que en el libro de Pascal Quignard es, al final, todas las madres del mundo.

“¿Quién es esa mujer de la que caigo (…) // ¿Quién / era ella? / ¿Hay un adentro, hay un afuera, cuando uno nace?”.

O, quizás, todo, al final, se pierde en el lenguaje.

“El mundo de adentro comienza a perderse desde / el / grito de nacimiento, / desde el / primer grito, / y sigue perdiéndose en el lenguaje sin terminar”.

AQ

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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