La mirada de Susan Sontag

Entrevista

A propósito de la publicación de Obra imprescindible, edición al cuidado de Aurelio Major, David Rieff, hijo de Sontag, reflexiona sobre los asuntos esenciales en la obra de su madre.

Susan Sontag, 1933-2004. (Foto: Lluis Gene | AFP)
Guadalupe Alonso Coratella
Ciudad de México /

“Podría imaginar perfectamente a mi madre mirando hacia el Mar Negro desde Odessa”, dice David Rieff, escritor e hijo único de Susan Sontag. “Si ella viviera, no tengo la menor duda, estaría en Ucrania. Por supuesto, no del lado de Putin”.

Quienquiera que haya conocido a Sontag, ya sea en persona o a través de su obra, podrá imaginarla como lo hace su hijo, en el centro del conflicto. Quizá lo que nos cueste trabajo es resignarnos a la ausencia de una mirada aguda frente a un hecho tan trascendente como la guerra entre Rusia y Ucrania. Lo cierto es que ella lamentó de antemano su propia ausencia. “No puedo imaginar el mundo sin mí”, apuntó una Susan muy joven en su diario. Una de las cosas que más le preocuparon a lo largo de su vida fue la extinción.

Han pasado 18 años desde su muerte en 2004 y la autora de La enfermedad y sus metáforas o El amante del volcán sigue presente a través de sus libros. En 2020 se publicó la versión en español de la biografía Sontag, vida y obra, de Benjamin Moser, y recientemente comenzó a circular Obra imprescindible. Susan Sontag (Penguin Random House, 2022), una iniciativa del editor español Claudio López Lamadrid, al cuidado de Aurelio Major y curada por David Rieff, quien abre el prólogo con una cita de Borges: “Cuando los escritores mueren se convierten en libros, lo que, al fin y al cabo, no es una encarnación tan mala”. Enseguida, el hijo de Sontag hace una reflexión sobre las preocupaciones de su madre en torno a la muerte.

“He tratado de describir su temor, su angustia. Encontré que entre los escritores más ofuscados con la muerte están Elias Canetti y mi madre. Ambos se obsesionaron con la extinción y la posibilidad de existir a través de sus libros. Mi madre pensó mucho en esto como una forma de consuelo. Seguido se interrogaba si un ensayo, cuento o novela perdurarían o no, y organizó su vida de artista alrededor de esto: la idea era escribir no solo para el presente sino para la posteridad. Aspiró a que su obra perdurara, sin preocuparse tanto por alcanzar la fama y mantenerla a través del tiempo. También pensaba en las posibles lecturas e interpretaciones, sin embargo, sabía que la opinión no se puede controlar, ni en vida ni para el futuro. En mi prefacio hago alusión a Samuel Beckett y a Philip Roth. Ambos trataron, con cierto éxito, de manejar la edición póstuma de su obra; en el caso de Roth, la biografía. Diría que mi madre fue una lectora demasiado sofisticada para no entender que esas decisiones siempre están en manos de las nuevas generaciones”.

¿En algún momento Susan mostró interés por publicar su biografía?, le pregunto. “Por desgracia —responde—, no quiso tocar el tema y creo que el subtexto, como diría Stanislavski, es que no quería pensar en su propia muerte”.

Pero la biografía fue escrita más de una década después de su muerte. David Rieff la califica de “banal”.

“No es un secreto que a mí no me ha parecido bien lograda —dice contundente—. El punto de vista de Benjamin Moser es demasiado psicológico, obsesionado por la vida de mi madre y con una falta de respeto hacia la obra. Habrá otros libros, otras antologías, personas que la van a conocer a ella y a su obra como lo esperaba. Hay quienes se interesan y aún les puede sorprender porque ella representa una visión anti woke, anti lenguaje inclusivo, etcétera, y para un lector de 20 años esto va a representar cierto desafío. En este momento hay mucho interés, pero también, hay que decirlo, la reputación, el destino de una obra, es como la bolsa de valores. Cuando yo era adolescente todos hablaban de T. S. Eliot, hoy no creo que tenga muchos lectores”.


Obra imprescindible consta de diez capítulos divididos en temas como “El cuerpo”, “La fotografía”, “El cine” o “Bosnia, 11S e Irak”. Capítulos que reúnen ensayos escogidos, lo mismo que fragmentos de sus diarios. Es interesante que la edición fue pensada para lectores hispanohablantes. “El libro no existe en inglés —apunta Rieff—, y creo que ella estaría muy feliz porque además quise que fuera una Sontag diferente a la que he presentado en Estados Unidos, Inglaterra o Francia. Hay una Sontag norteamericana y una Sontag internacional. Ella entendió su origen norteamericano, aunque creció muy cerca de la frontera mexicana, en Tucson. Alguna vez, estando en el DF, me dijo que no conocía bien México, aunque viajó ahí muchas veces, y comentaba: ‘En México me siento latinoamericana’. Tenía amigos importantes: Octavio Paz y Carlos Fuentes; Monsiváis; Iván Ilich, con quien convivimos en Cuernavaca; el obispo (Sergio) Méndez Arceo, que era protector de Ilich en esa época. Había amistad con escritores de otros países. Se involucró en el teatro cubano de la época y apoyó al gobierno revolucionario. Después lo condenó, cuando el caso Padilla. García Márquez fue su amigo, pero cuando justificó algunos hechos muy controvertidos del caso Cuba, nunca lograron reconciliarse. Fuentes, por ejemplo, no estaba de acuerdo con mi madre sobre Cuba, pero siempre estuvieron muy vinculados”.

La obra de Sontag “aún conserva su fuerza para instruir, deleitar e interpelar, pero eso habrá de resolverlo esta generación de lectores y es precisamente la batalla de interpretaciones de cada obra lo que le permite sobrevivir”, dice Rieff. “No me opongo a la idea de reinterpretaciones incompatibles: Sontag feminista, antifeminista; su visión de la fotografía, por ejemplo, me parece que, vista en 2022, resulta menos radical; en cambio, la visión antimetafórica de la enfermedad me parece muy radical en este momento. Todo esto puede generar, me parece, un debate interesante”.

Como único heredero y presidente de la Fundación Susan Sontag, David Rieff asume la responsabilidad de mantener viva la memoria de su madre, el deseo de sobrevivir a través de sus libros, y adelanta que “Aurelio Major, su traductor al español, será quien supervise el trabajo de esta Fundación cuando yo haya desaparecido”.

Por lo pronto, Obra imprescindible ofrece un mapa amplio y puntual de los temas que ocuparon a Sontag y resultará de interés tanto para quien conoce la obra como para nuevos lectores. A unos les permitirá una relectura sintética y refrescante, a otros, una primera aproximación muy reveladora de la vida y el pensamiento de quien fuera una de las intelectuales más influyentes del siglo XX.

AQ

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