“La poesía no cambia nada/ es un espejo/ donde se mira/ el que cambia”. Los versos lapidarios de Víctor Manuel Cárdenas cobran mayor fuerza cuando la poesía se enfrenta a la realidad más dolorosa. Carmen Boullosa (1954) es autora de un poema valiente (La patria insomne, 2011), una epopeya invertida, que arroja por la borda la idea de una patria “impecable y diamantina” para ofrecer un páramo que, en el insomnio, propicia el desasosiego y la zozobra. El viaje reconstructivo del yo-lírico/narradora por la memoria íntima y colectiva hace entender los engranes que forman los diversos cantos del poema y la forma en que el discurso poético no se ofrece como una planta de fácil ornato sino como puerta de entrada a un jardín lleno de abrojos. El consuelo que nos queda es que salimos a la luz luego de las tinieblas más espesas.
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La patria insomne es un poema extenso híbrido donde lo épico se confunde con lo elegíaco, dentro de una estructura que reconcilia pasado y presente, espacio y tiempo, memoria íntima y memoria colectiva. Los veintidós poemas que lo componen albergan, desde la perspectiva épico-elegíaca, versos corrosivos, comprometidos con la patria doliente. El punto de partida de esa epopeya inversa es la rebelión del yo lírico/narradora ante la “muerte de un sueño”, aquí el sueño de la patria, como resultado de la demagogia del discurso oficial en guerra contra el narcotráfico y, el viaje que emprende por los senderos de la memoria personal, histórica y cultural, para indagar —y rescatar— el verdadero rostro de la nación. En este desencantado recorrido por la mexicanidad pretérita, aparecen genealogías y memorias, paisajes de mustangos cimarrones recorriendo praderías, y, en su entreveramiento, imágenes, actitudes y valores que cifran el espíritu nacional. Ante la necesidad de tocar patria desde la lejanía, Boullosa se propone “cortar a la epopeya un gajo” tal y como lo hiciera el paradigmático poeta de la patria Ramón López Velarde:
PROEMIO
Yo que solo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo.
*
Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.
*
Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el AVE
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carretera alegórica de paja.
No obstante, aquella “épica sordina” en la que el poeta jerezano alababa a la “Patria impecable diamantina”, proyectando sobre ella el ideal femenino, pareciera navegar, bajo la pluma de Carmen Boullosa, por las olas del canto de lamento con aliento épico. Sin ceder a la desesperación, la voz poética acude a la palabra altisonante, que alborote definitivamente al anestesiado, al verbo que despierte al dormido, a la metáfora que lo moleste, lo perturbe y lo alebreste. El poema “fechado en un baño de sangre, —nos dice Boullosa— es un poema ruidoso, áspero, doliente […] y, al mismo tiempo, tiene toda la belleza auditiva de lo que guarda mi memoria”.
En La patria insomne confluyen, por una parte, la preocupación por renovar la composición poética, desde su estructura formal y contenido, —al mezclar la tonalidad elegíaca con la alusión épica—, y por otra, la construcción de un nuevo significado de la patria y de la mexicanidad. Este aspecto de la hibridación no es exclusivo de este poema, es la propuesta de la épica renovada por mujeres en su pretensión de contar la epopeya de un país no-épico, como en su oportunidad lo vio François Lyotard, o de lo que llamo Épica inversa (Mohssine, 2019).
Hemos aquí el poema Los señores del insomnio de Carmen Boullosa:
Unos señores cortaban dedos para mercar personas,
luego cortaban cabezas
nomás por el lujo de vengarse,
a saber de qué.
En sus sueños, cuando tenían la lucidez de la inconciencia, decían:
“nosotros somos la conciencia de la Patria”.
La Patria se escondía de sus vigilias, se hacía guaje.
Les tenía miedo.
Creía que le iban a mochar el águila o,
peor todavía,
la serpiente.
¿Qué iba a hacer nomás con su nopal vacío?
*
“Se renta, se renta un nopal.
Resiste siglos”.
***
¿A dónde ir con su nopal pelado?
Alguien le acomoda entre dos cladodios una grabadorcita de mano,
se oye tocar una banda, el acordeón, la voz tipluda,
se le sospecha el sombrero:
“Ya me fui,
pa'l Norte,
a lavar y soñar ajeno.”
Assia Mohssine
Profesora-investigadora en Estudios Hispánicos en la Université Clermont Auvergne.
AQ