La persona detrás del artista

Danza

Nos zambullimos en el viejo debate respecto de la relación entre la vida personal de un artista y su obra, a causa de la polémica desatada por las declaraciones homófobas del bailarín Sergei Polunin

Las consecuencias que le han traído a su vida profesional han sido drásticas dentro del medio dancístico
Argelia Guerrero
Ciudad de México /

Desde hace mucho tiempo, ha existido un debate respecto de la relación entre la vida personal de un artista y su obra. Hay para quienes resulta una relación inherente y hay quienes prefieren mantener lo más distante posible un elemento del otro.

Para Aurélie DuPont, actual directora del Ballet de la Ópera de París, la relación es obligada y evidenció dicha postura con la reciente polémica que protagonizó el bailarín Sergei Polunin, el chico malo del ballet, con sus desafortunadas declaraciones homófobas, sexistas y gordofóbicas.

La estrella mundial del ballet había sido invitado a bailar El lago de los cisnes en la Ópera de París; sin embargo, después de haber declarado en sus redes sociales que “se debía abofetear a los gordos”, además de “no respetar su pereza”, fue duramente criticado incluso por los propios bailarines de la Ópera, quienes consideraron esto como una vergüenza. El bailarín también ha creado polémica al haber criticado el perfil “afeminado” de algunos bailarines, a quienes requirió “comportarse como hombres”. “Los hombres deben ser hombres y las mujeres deben ser mujeres. Los hombres son lobos, son leones. Los hombres son los líderes de la familia”, escribió el bailarín ucraniano. Esto ha agitado al mundo de la danza de tal manera que la dirección decidió cancelar la invitación para el bailarín puesto que “las declaraciones no son coherentes con los valores de la institución”. 

Se ha generado un debate serio sobre la relevancia del pensar y el actuar de la persona que encarna a los artistas. Colocar al artista fuera de su contexto y despojar su narrativa de un vínculo con la realidad nos deja un cascarón circunscrito a un cuerpo atlético. Pensar esta polémica sin el correlato ideológico que subyace es pretender aislar al arte y a los artistas de su sentido crítico y de su potencial reflexivo. Los acontecimientos recientes volvieron a poner en la discusión la relevancia de la persona detrás del artista.

Escribió el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez: “si las relaciones sociales entre arte y sociedad interesan por igual al artista y a la sociedad es porque la actividad artística es una actividad humana esencial”. Es el bagaje humano del artista lo que se despliega en la creación artística, es aquello que constituye un medio de comunicación con su entorno y que conecta con los espectadores, quienes también se reconocen en la experiencia humana que los artistas han podido representar.

El arte, por tanto, no es impermeable a la influencia social ni ha dejado de influir en la sociedad. Esta relación dialéctica se establece no solo durante los sucesos artísticos, cuando los bailarines se encuentran en el escenario, sino que se extiende a su cotidiano, a su relación diaria con su entorno. No podemos hablar del artista desarrollándose asépticamente en escena y desvincularlo de su hacer y su relación con la sociedad. No es posible divorciar al enorme ejecutante, de cualidades físicas excepcionales, de la persona que con sumo desprecio e intolerancia establece una relación social discriminatoria. Anula manifestaciones de lo humano y le niega un proceso de su historia. Esto en el contexto social actual en que a diario encontramos notas de intolerancia y vemos su peligroso ascenso no es un hecho menor.

Si bien los artistas no son artífices directos de estos sucesos ni es su tarea concreta detenerlos, el impacto de su desempeño artístico y de su acción cotidiana tiene implicaciones en estos contextos. 

Como dijo Sánchez Vázquez: “Por el arte, el hombre como ser particular, histórico, se universaliza; pero no en el plano de la universalidad abstracta, impersonal o deshumanizada; por el contrario, gracias al arte, el hombre enriquece su universo humano, salva y hace perdurar lo que tiene de ser concreto y resiste a toda deshumanización”.


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