Cien años de la quinta dimensión

Ciencia

Aunque no tenemos prueba de su existencia, los físicos buscan con empeño el invento de Theodor Kaluza, que es fuente de inspiración artística.

El Gran Colisionador de Hadrones, construido por la Organización Europea para la Investigación Nuclear. (Foto: Fabrice Coffrini | AFP)
Gerardo Herrera Corral
Ciudad de México /

Mucho se ha comentado de la inquietud que Pablo Picasso (1881-1973) tenía por el significado de la quinta dimensión. Hay quien piensa que el interés del artista provenía de las ideas que el matemático francés Henri Poincaré (1854,1912) había expuesto en esa época. El sabio francés decía que si uno se pudiese transportar por una quinta dimensión estaría en posición de ver a las otras contemplando simultáneamente todas las perspectivas de una escena. Esto en analogía con lo que ocurre cuando nos subimos a un edificio, escapando a las dos dimensiones de la superficie en que nos desplazamos. Si nos movemos por el plano con dos dimensiones hasta el elevador que nos transporta por la tercera dimensión para llevarnos a la azotea del edificio, desde lo alto veremos todos los aspectos de las dos dimensiones del suelo. Una vez en la tercera dimensión, que es la altura, contemplamos las otras dos. Si generalizamos podemos pensar que desde la dimensión adicional veremos todas las caras de las otras dimensiones.

Algunos estudiosos del cubismo afirman que el dilema de Picasso fue entonces buscar la manera de proyectar todas las perspectivas de un objeto en un lienzo, plasmando al óleo nuestro mundo tridimensional visto desde la quinta dimensión. Este acertijo lo llevó a la creación del cubismo que se puede percibir como la mirada múltiple en que se asumen todas las perspectivas para describir la realidad.

El cubismo es la observación de un espectador que ha dejado la línea, abandonado el plano, abdicado al volumen e incorporado al tiempo para, una vez adentro de la quinta dimensión, mirarlo todo de un solo vistazo y apropiarse de todas las perspectivas.

Salvador Dalí (1904-1989), estuvo siempre bien informado de los avances de la ciencia. Ahí buscó y encontró inspiración para sus obras. En 1958, Dalí publicó: “Anti-matter manifesto” y escribió: “en el periodo surrealista quise crear una iconografía del mundo interior y el mundo de lo maravilloso, de mi padre Freud … Hoy el mundo exterior y el de la física ha trascendido al de la psicología. Mi padre hoy es el Dr. Heisenberg”.

Así se refería a su relación con Sigmund Freud padre del psicoanálisis y a Werner Heisenberg uno de los padres fundadores de la mecánica cuántica que descubrió el principio de incertidumbre al que se someten los objetos microscópicos en el mundo interior de la materia.

Salvador Dalí también se propuso pintar la quinta dimensión cuando realizó Corpus Hypercubus en 1954, cuadro en el que hizo levitar a Cristo en una cruz mística. Tampoco fue ajeno a la relatividad del tiempo cuando pintó La persistencia de la memoria, para luego decir: “Desde ellos soy históricamente aquel que ha sabido resolver la ecuación espacio-tiempo, pero todo mi arte traduce la calidad de la angustia más moderna, en cuanto expresión de un delirio que rebasa todos los dinamismos de lo real. El tiempo no se puede concebir sin el espacio”.

Salvador Dalí, Crucifixion (Corpus Hypercubus) (1954)

The Metropolitan Museum of Art


Desde siempre las artes plásticas han contado con la presencia de las ciencias físicas que se encuentra lo mismo en la técnica que habitando en la imagen de un óleo. Aparece en el recuerdo de una espiral y en la paleta de colores de un iPad que resume en sus aplicaciones nuestra mejor teoría del color.

Hace 100 años que el matemático Theodor Kaluza desarrolló una teoría en que introducía la quinta dimensión para entender de manera unificada a la fuerza gravitacional que nos resulta familiar y a la fuerza electromagnética que vemos actuando en los dispositivos de la vida moderna y que conocemos como electricidad y magnetismo. Las dos fuerzas parecen independientes una de la otra. Uno pensaría que no hay relación entre ellas, que lo que nos hace caer cuando nos tropezamos no tiene nada que ver con lo que hace que la lámpara se encienda alumbrando la habitación, pero los físicos sospechamos que son dos aspectos de un mismo fenómeno.

Con ayuda de la quinta dimensión Kaluza lo consiguió. Pudo entender a las dos como una sola fuerza, sin embargo, las consecuencias de tener una quinta dimensión tan invisible como imperceptible no resistieron la revisión de otros fenómenos.

Desde entonces, la quinta dimensión deambula en la mente de los físicos. Cien años después seguimos pensando en ella como una posibilidad de la naturaleza. Ahora se busca en el más grande acelerador de partículas que se ha construido: el Gran Colisionador de Hadrones. También se examinan fenómenos astrofísicos, y se estudia la manera como se propaga la radiación, con la esperanza de ver algún detalle que delate su presencia, pero los indicios no aparecen. Seguimos atrapados en las cuatro que conocemos mientras la imaginación produce más y nuevos escenarios para la quinta dimensión.

AQ

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