El arte povera o “pobre” cuesta mucho dinero. Antecesor del arte VIP, que continúa vigente después de más de 40 años, suponía una forma de “rebeldía” en contra de los materiales tradicionales, que llamaban elitistas, como la austeridad del lápiz y el papel. Tomaban basura, elementos de deshecho y con eso hacían “esculturas”, que como característica deberían ser pobres en factura y en imaginación.
El material no hace a la obra, la obra la hace el artista que es capaz de transformar los materiales. Las esculturas se pueden hacer de infinidad de materiales, es el talento y el conocimiento el que logra que eso se configure de una manera estética y aporte algo, sino es así es basura acumulada. Es el caso del veterano Michelangelo Pistoletto. Sus obras de elemental contenido, los espejos cuestionan la “identidad” y cosas así de “profundas”, se venden en subastas y se exponen en los museos, con la ceremonia de los consagrados.
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Hasta que llegó el sentido común de la desolación, aquí todos los discursos se derrumban. Estos artistas VIP, veteranos o recién llegados, que han hecho de la “pobreza” una pose y un chantaje para sacar exposiciones y becas, que cambian al mundo desde la comodidad del cubo blanco de la galería, han sido vencidos por la realidad. En una plaza del centro de Nápoles, Italia, estaba expuesta La Venus de los trapos, la instalación VIP de Pistoletto, una gigantesca estatua de la Venus clásica, detrás de una montaña de trapos. Aparenta que la Venus está buscando en esa ropa, algo para vestirse, una burla de la pobreza.
Existe gente que busca su ropa entre montañas de trapos, desposeídos que van a los basureros y gente modesta que compra ropa usada en los mercados, rebuscando entre montículos de ropa, pero para el arte VIP esto es motivo para su divertimento burgués.
Se acercó un vagabundo, un hombre sin hogar, de 32 años, que se viste de ropa que encuentra en los basureros y le prendió fuego. Bien hecho.
El espectáculo fue hermoso, ver arder esa fogata de la frivolidad y el desperdicio, de la jactancia vacua que se disfraza de filosofía oenegera y progresista. El humo llegaba al cielo y el vagabundo caminó lentamente con su cigarrillo en la boca, hasta un comedor de caridad, cenó y descansó satisfecho de su obra de arte, dormido en la calle.
Esa es la obra, esa es la reacción lógica, ese es el destino justo de estos objetos sin inteligencia que utilizan la vanidosa ignorancia de nuestra época. Detuvieron al vagabundo, la policía fue por él al comedor y lo arrestó. ¿Qué van a hacer con él? ¿Encarcelarlo? ¿Cobrarle la obra? ¿En cuánto se cotizan un montón de trapos y ropa usada y una estatua enorme de plástico o pasta? Lo deberían invitar a exponer en la Tate Modern con las cenizas de esa obra. Esas cenizas, así, son parte de la obra y un testimonio auténtico de la presencia de esto como falso arte, de su impuesta ideología. Ese vagabundo fue en ese momento de lucidez un crítico, un artista y un mago.
AQ