Anarquismo es una palabra que ha ido perdiendo su significación original y ha quedado meramente como el ejercicio de una violencia gratuita que ejercen, por ejemplo, los grupos de choque que se introducen en las manifestaciones. Carlos Illades y Rafael Mondragón Velázquez en Izquierdas radicales en México. Anarquismos y nihilismos posmodernos (Debate, 2023) se acercan a estos grupos para tratar de entenderlos a partir de su genealogía. Su interés se centra de manera especial en tres vertientes —anarquistas insurreccionales, anarcofeministas y ecoterroristas—, en el que la acción violenta ocupa un sitio fundamental. Mención aparte merecen los punks mexicanos que han sabido organizarse para crear un movimiento con características propias, el cual ha comenzado a ser estudiado con seriedad recientemente.
En entrevista para Laberinto, Illades y Mondragón clarifican ideas expuestas en su libro.
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—¿Por qué ubicar estos movimientos dentro de la izquierda? Por la violencia que emplean, igual pudieran estar en el otro extremo.
Carlos Illades (CI): Claro, de hecho, hay opiniones encontradas. Los dichos comunes es que son porros, infiltrados, etcétera; sin duda debe haberlos. Pero hay varios núcleos de estos grupos que responden a los objetivos que han planteado las izquierdas a lo largo de muchas décadas; esto es: son antisistémicos; son contrarios al Estado y están por su desaparición; son enemigos del capital, obviamente de las trasnacionales; están a favor de los derechos de las mujeres; están a favor de preservar las condiciones naturales del ambiente y de defender de la ecología; son contrarios a la explotación del trabajo, incluso proponen acabar con el trabajo en términos del trabajo alienado de la sociedad capitalista.
Entonces, en cuanto a sus demandas, estos grupos sin duda se inscriben en una trayectoria de una izquierda normalmente asociada con el socialismo. Ahora bien, en cuanto a sus métodos, efectivamente recurren a métodos violentos que tienen que ver, por un lado, con que generan bastante atención de los medios, o sea, son actos performativos; por otro lado, hay un clima de violencia tan grande en el país que no es extraño que también las formas de protesta empleen esa vía que parece la dominante.
—Recuerdo que la profesora y escritora Camille Paglia, a propósito de Madonna, decía que la cantante no sabía lo que significaba para su momento y que ella se lo podía explicar; en el caso de estos grupos, en la genealogía que les hacen, cómo evitar caer en lo que Umberto Eco llamaba la sobreinterpretación sin romantizar.
CI: Sin duda yo creo que el libro los desromantiza, porque no suscribe este uso de la violencia, que además a ratos es indiscriminada. Lo que pasa es que lo que intentamos es explicarlo y para explicarlo se trata de buscar cierta racionalidad en eventos que percibimos como irracionales, pero que obedecen a una lógica interna que tratamos de captar. También aquí hay mucho de lo que Guy Debord llamaba “la sociedad del espectáculo”, que tiene que ver con lo que mencionabas de Madonna. Es mucho el afán de hacer actos espectaculares para establecer un código de representación de las cosas. Entonces, ese elemento performativo del que hablaba hace un rato es fundamental en estos movimientos.
—En su revisión, los anarquistas rusos Bakunin y Kropotkin ocupan un lugar central, sobre todo con el último ya se puede hablar de un anarcoecologismo.
Rafael Mondragón (RM): Sí, creo que ésa es una diferencia muy importante entre el anarquismo y el marxismo. El marxismo llega a la ecología hasta la segunda mitad del siglo XX, mientras que para el anarquismo la problemática ecológica está presente desde el inicio. No por casualidad la tradición marxista ha sido especialmente rica en economistas e historiadores, mientras que el anarquismo ha apelado muy especialmente a geógrafos, biólogos y científicos de la naturaleza. Eso tiene que ver con la gran disputa que Kropotkin y sus amigos entablaron contra el darwinismo social, es decir, contra la manera en que la teoría de Darwin de la evolución se la apropiaron científicos sociales para justificar la opresión de los trabajadores por parte de los patrones y de los países colonizados por parte de los colonizadores.
—El anarquismo surge como un movimiento de resistencia y todavía en la década de 1960 mantiene este compromiso, pero en ese periodo se pasa de la protesta como espectáculo a los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy en los que se hace presente la violencia.
RM: Los sesenta son otro momento del cierre de una utopía. Como bien dices, está el asesinato de Robert Kennedy, el endurecimiento de la política interior norteamericana y su intervencionismo en todas las zonas que podían ser vistas como fermento revolucionario. De algún modo, la Guerra Fría nunca acabó. Uno de los bandos desapareció y el otro sigue peleando y sus políticas están vigentes. En ese sentido, esta alabanza de la violencia por la violencia misma que se encuentran en grupos anarquistas contemporáneos, más cercanos a lo que llamamos nihilismo, podría ser más un síntoma de época que está expresando lo que se encuentra en todos lados en la sociedad contemporánea que es una época en la cual la violencia prima y es el lenguaje por excelencia de la política. Podríamos decir que la política cada vez más ha ido desapareciendo para dar pie a la violencia por la violencia misma.
ÁSS