En “Anuncio del ocaso”, san Miguel arcángel sobrevuela la muchedumbre de un pueblo evidentemente abatido. Sus alas extendidas, abarcando la totalidad del paisaje, se superponen sobre un puente sostenido por columnas de piedra labrada; al fondo, una fábrica con tres enormes gargantas desahoga con furia fuego y gases que alcanzan la atmósfera terrestre. A los pies desnudos del arcángel de la justicia, se proyecta el espectro de figuras humanas escoltadas por la cornamenta de un toro fenecido. Contaminación, explotación laboral y muerte se enraízan en este cuadro al óleo pintado en 1993 por el artista plástico Ismael Rodríguez Rueda.
En “El sueño de Erasmo”, un hombre crucificado pende desnudo de una cruz humana. Muchas manos sujetan sus pies. Cuerpos humanos sostienen sus brazos, su torso aniquilado; escena de enfermedad y muerte se diluye en una mezcla de azul y verde difuminada en modo ascendente. “Desnudos en azul” es el mar, un océano de líneas anatómicas donde la curvatura de senos y muslos, caderas y piernas, hombros y brazos recrean el oleaje.
Tonalidades en ocre, metáfora de piel y tierra, influyen la obra de este pintor-escultor que dota de naturaleza fantástica y agudeza psíquica a los personajes, a los elementos pictóricos presentes en su realismo mágico. Palomas mensajeras sobrevuelan ciudades oníricas, comparten espacio con gigantescos zepelines desplazándose entre edificios de arquitectura babilónica, los zigurats de la antigua Mesopotamia. Torres de Babel inacabadas. Barcos navegan en el aire sostenidos por estructura globular. Jinetes del Apocalipsis, penumbra y caos lo invaden todo, incertidumbre al acecho y profunda oscuridad sugieren camino al Hades.
Ismael devela y plasma su cosmovisión a través de un silencio evidente. Introduce a sus personajes en círculos concéntricos, con una serenidad a la que él denomina “remolino emocional”; gritos de rebeldía, señales de protesta, escenas de explotación humana y de búsqueda interior se abren paso dentro de la geometría de sus cuadros. Angustia, incertidumbre, descontento, fatiga del ser y éxodo alimentan sus espejos de conciencia, sus presagios. El amor entrelazado, abrazando tu cadera y tus muslos… yo sobre ti, y también debajo, depositando en mí tu humanidad, con más amor que con sexo, así habla a través de sus pinturas.
Temática imprescindible de su obra es la imagen de mujeres inmersas en momentos de sabia soledad. Mujeres desnudas, mujeres madres, mujeres indígenas, mujeres ángeles, mujeres de colores, mujeres intelectuales y mujeres surrealistas dan paso al pensamiento discreto y silencioso, al temperamento en crisis, al grito acallado; manifiestan su desnudez en el paisaje concéntrico de un momento definitorio; figuras perennes en ensoñación meditativa, buscándose, pensándose a sí mismas.
Recostada sobre el suelo de una ciudad desierta, una yace pensativa, en revisión de su alma; otra permanece suspendida sobre una arquitectura de ambiente futurista; una más ha sido partida en dos de pies a cuello, y de ella el artista hace brotar sangre púrpura; una con melena en forma de pulpo cubre discreta su vulva con un abanico de color sangre; la de piel metálica observa su entorno, curiosa e inspirada, sentada sobre un montículo rojo; tres mujeres de piel rosa se sostienen entre sí. Un león alado con rostro de mujer se posa sobre el cuerpo de un hombre dormido; quizá vela por su descanso, tal vez pretende desentrañar algo en él o, posiblemente, intenta transmitirle información secreta.
La cultura de la muerte
En la cultura alemana, los cementerios suelen ser lugares de apaciguamiento mental y físico. Están exentos de estigmas esotéricos. Son sitios muy concurridos. Las personas salen a caminar y recorren tranquilas el camposanto, como si se tratase de un jardín de flores. Los cementerios no generan temor, no se piensa en fantasmas ni se practica la magia. El muerto, muerto está. Y es muy probable que su alma albergue en las montañas. El sueño eterno es velado por los silencios de la noche. Su serenidad permanece custodiada por el imponente esplendor rocoso, por montañas copadas de nieve durante el invierno y cielos esplendorosamente azules con la llegada de la primavera. Con estas ideas, entrevistamos al pintor mexicano, quien pretende llevar sus catrinas a ese país.
—Visitar un panteón alemán resulta una experiencia mucho más reposada que la vivida en México. Tú, Ismael, que intentas llevar tus catrinas a Alemania, te digo que así es como ellos perciben el fenómeno de la muerte. A ti, ¿qué te hace sentir?
—Me hice mucho más consciente del concepto muerte a raíz del fallecimiento de mi primera esposa. Murió en 2014. La cuidé hasta el último día. Al saber que estaba enferma, me pidió que la dejara para que yo pudiera rehacer mi vida; pero abandonarla nunca habría sido una opción. No es mi estilo abandonar a los míos, mucho menos a la mujer que me acompañó por más de 20 años. Su presencia se esfumó en un segundo. Cuando los compañeros de vida fenecen, los días se transforman, la vida entera cambia. Por largo tiempo todo en mí perdió sentido, hasta que me recuperé y me casé de nuevo. Mónica me devolvió a la vida.
Ismael es un hombre de temperamento sereno. No tiene prisa al hablar ni necesidad de apresurar los pensamientos, las palabras. Su personalidad pacífica le imprime un aura de extrema tranquilidad. Le inquiero cómo fue su infancia y el primer señalamiento es que no le gustaba la escuela. “Lo cuento siempre. El colegio no me gustaba. Pero el hecho de haber nacido dibujante me salvó porque hacía muy buenos mapas, dibujos e ilustraciones para los trabajos escolares; eso me facilitó acreditar los cursos. En la secundaria solía irme de pinta bastante seguido al Museo de Arte Moderno; me llevaba a mis amigos, ellos se aburrían y yo me quedaba solo viendo las exposiciones. El gusto por el arte y el talento es algo que uno trae y no se puede ocultar”.
A los ocho años, pintó su primer lienzo y a los 18 participó en su primera exposición. “Recuerdo que nos preguntaban: ¿Y tú que vas a ser de grande? Todos los niños decían: Yo quiero ser astronauta, yo quiero ser bombero, yo quiero ser doctor… Todas las veces yo respondía: Voy a ser pintor. En mi casa siempre hubo material para pintar, pinceles que pertenecían a mi padre y a mi abuelo, ambos con habilidades pictóricas en diferentes métodos. Ambos fueron pintores, y yo quise serlo. No me traicioné, lo cual me dio la posibilidad de una vida feliz, aun cuando la carrera de artista plástico en México resulta bastante castigada. Lamentablemente, no estamos en un país en el que ser artista plástico pueda plantearse como una prioridad personal, como una real opción de vida, nuestro modus vivendi. Es complicado desplegar los talentos cuando en México el apoyo a los creadores es casi nulo. ¡Queremos seguir trabajando, vender nuestra obra! Enfrentamos una lucha constante por sobrevivir económicamente. Yo mismo me doy ánimos. Por eso a veces juego con la idea de que Dios me puso a la altura de un grande”.
—¿Te refieres a que cuando te googleamos en primer lugar aparece el nombre del cineasta mexicano?
—Sí. Desde que googleas mi nombre, la plataforma arroja como primer resultado la biografía de un grande: Ismael Rodríguez, director de Tizoc, Pepe el Toro, Los tres García… Artista con artista, me digo. Ser el homónimo de una figura tan importante, tan prolífica en su arte, me inyecta fuerza, me hace echar para adelante en tiempos aciagos. Mi mantra diario reza: La situación mejorará, la situación mejorará. En verdad, así lo espero.
—¿Cómo surgió tu proyecto de las catrinas monumentales?
—Por invitación de varios amigos, participé en 2016 en una muestra de catrinas en Paseo de la Reforma. Formo parte de un colectivo de escultores con más de treinta años de experiencia, cuyo propósito es llevar el arte mexicano a la vía pública, recrear nuestras tradiciones en esculturas de gran formato con la intención de establecer contacto directo con la gente. Fue así como organizamos la exposición del Día de Muertos en 2019. Para esa muestra diseñé 12 catrinas que fueron exhibidas durante casi un mes a lo largo de la avenida Presidente Masaryk, en Polanco. La muestra tuvo mucho éxito. Puedo decir que mi vida cambió a partir de ahí. Este 2024 se cumple el primer quinquenio del éxito de mis catrinas de Polanco… Fuimos los primeros en exhibir piezas escultóricas en Reforma con intervención de la iniciativa privada. Desde entonces nos hemos dedicado a la fabricación de esculturas publicitarias para empresas y de escenografías que generen espacios de alto impacto social. Nos unimos con los empresarios y es mediante su patrocinio como organizamos exposiciones temporales en las principales ciudades de la República Mexicana y Estados Unidos.
Con un peso aproximado de 150 kilos y una altura promedio de dos metros y medio (algunas miden tres metros), cada catrina exige dos meses de trabajo: 20 días para la elaboración del modelo, una semana más para realizar el molde, y luego Isma, con ayuda de su equipo, procede al armado y decorado. En palabras del artista, pintarlas es la parte más laboriosa. El procedimiento final consiste en la aplicación de un barniz que les da un periodo de conservación de hasta 60 años.
“Yo las llamo ‘escultopinturas’. Todas comparten la misma característica: decorado florido geometrizado. Cada pieza requiere la elaboración previa de un modelo a escala hecho de plastilina o barro que después se recubre con yeso y se pule. Logrado el modelo que quiero, armamos las llamadas cerchas, una especie de armadura hecha con alambre, después hacemos un molde de caucho y sobre este colocamos fibra de vidrio. Cada catrina se va armando como si fuese un rompecabezas, un proceso similar al de la fabricación de autos y barcos. Una vez ensambladas, comienzo a pintarlas como si fuesen un cuadro. Cada una posee un diseño único, y algunas sí están pintadas al óleo”.
—Te has unido al sector empresarial y varias firmas poseen una catrina monumental, o varias.
—En años recientes se ha dado una fusión interesante entre empresas y artistas. Son las marcas las que se han acercado a nosotros porque ya no quieren ir solas en sus campañas publicitarias; intentan que sus productos no sean vistos como meros objetos de consumo, sino que adquieran un enfoque artístico, que tengan incluso un propósito cultural, además del comercial, lanzar la idea de que están en pro del arte y de contribuir a preservar las tradiciones mexicanas. El personaje de la catrina es algo que conecta muy bien con la gente, y me gusta que las personas se apropien de la obra. Me tocó ver cómo durante una manifestación de mujeres en Reforma se tomaron fotos con las catrinas portando las banderas que llevaban. Lo más chido fue ver que las respetaron, no las vandalizaron.
—Eres reconocido como uno de los pintores mexicanos más talentosos, has expuesto en importantes galerías de Estados Unidos. En octubre del 2023, exhibiste tus catrinas en el Times Square de Nueva York. ¿Has pensado en explorar el mercado europeo?
—Tengo en la mira llevar a mis catrinas de viaje por Europa y Asia, ir a China, Francia, Rusia e intentar Alemania. Estaría padre. A la mayoría de los alemanes les gusta lo mexicano. Cuando les dices que eres de México, les brillan los ojos. Con tanto frío y oscuridad varios meses del año, lo primero que te dicen es: ¡Ah, el sol… ah, la luz!”
En efecto. Una prueba del gusto de los alemanes por la cultura mexicana se hace evidente a través de la enorme afluencia de visitantes registrada cada año en el museo dedicado a Frida Kahlo, el Kunstmuseum Gehrke-Reimund, ubicado en el estado de Baden-Baden, muy cerca de Pforzheim, ciudad natal de su padre, el fotógrafo austro-húngaro Guillermo Kahlo. Para los alemanes, Frida Kahlo es una figura representativa de México. La aceptan, la admiran y la consumen.
“El arte hay que admirarlo, pensarlo, venderlo, comprarlo. Animémonos a adquirir objetos de arte. Hemos estado enfocados en establecer una empresa que promueva el arte a través de un centro de promoción que tenga su propio taller escultórico, un espacio donde se enseñe el oficio a la antigua, que no sea una repasada, sino enseñar a los alumnos el verdadero oficio de escultor y pintor… A lo mejor es muy grande la palabra ‘epicentro’, pero a mí me gusta la idea de poder crear una entidad operativa de promoción del arte donde además de producir obra también funja como enlace, traer artistas de fuera, crear mercado, que es lo que finalmente buscamos los artistas: ¡vender nuestra obra! De paso, ser un pretexto para jalar turismo a México e intentarlo en otros países, ser un foco de atracción turística, ¿por qué no? Las catrinas son, como se dice en Estados Unidos, una photo opportunity, una estrategia para generar experiencias memorables. Lo hemos atestiguado: la exhibición de catrinas en vía pública se vuelve un acto social muy interesante. El arte hace bien”.
—Poca gente trabaja en lo que le gusta, sueles decir.
—Así es. Poca gente puede hacer lo que en verdad quiere. Tengo una vida feliz porque hago de mi trabajo lo que a mí me gusta. Eso genera mucha satisfacción personal. Por supuesto, no me olvido de las cuentas por pagar; sin embargo, tengo lo mejor. Dios me regaló una metáfora: me permite jugar con la muerte desde la vida. Imagínate.
AQ