Las dos escrituras: la real y la literaria

Libros

¿Qué características de los grandes escritores se asoman en su forma más literal de escribir?

Portada de 'La escritura de los escritores. Grafología y literatura', de María del Carmen Quijano y José Antonio Lugo. (K'un. Tierra de equilibrio)
Alma Gelover
Ciudad de México /

Ha comenzado a circular en México un libro singular: La escritura de los escritores. Grafología y literatura, publicado por la editorial K’UN Tierra de equilibrio. Es un trabajo de María del Carmen Quijano, perito en grafología y grafoscopía, y José Antonio Lugo, narrador, ensayista, astrólogo, autor, entre otras obras, de La inocente perversión: mirada y palabra en Juan García Ponce y Afroditas, Evas, Lolitas.

Es un libro que indaga en dos niveles de escritura: la manuscrita, que usamos cotidianamente en todo tipo de documentos —diarios, recados, cheques, formatos, etc.— y la literaria, motivada por la imaginación, por la creación de mundos verosímiles, pero no reales.

De la primera, de sus caracteres y trazos, gruesos o delgados, poderosos o sutiles, “se puede realizar un análisis preciso de la personalidad de quien escribió esas palabras”, afirman los autores en el prólogo. De la segunda, además de sus cualidades narrativas o estilísticas, “se desprenden también interpretaciones no solo literarias sino psicológicas, surgidas de los textos que, si bien son autónomos, no se hicieron solos y fueron escritos por alguien”.

Entre otros, Quijano y Lugo analizan la caligrafía y las obras de Marguerite Yourcenar, Octavio Paz, Borges, Dostoyevski, Wilde, Joyce, Kafka, Shakespeare y Cervantes.

De Shakespeare, por ejemplo, Lugo considera que creó personajes de una gran profundidad, mostrando todas sus facetas, “sin erigirse en juez, sin pretender dar lecciones de moral, simplemente mostrando lo que, bajo su pluma, es evidente: la crueldad y la maldad, la belleza y la inocencia, la ambición y la locura, la inocencia y el amor”. Mientras que al analizar sus rasgos grafológicos, Quijano concluye que el autor de Otelo era “una persona invasiva”. No sabía delegar actividades y menos obligaciones, pues él debía dominar toda actividad. (…) Hay grandes arrebatos y deseos, casi incontrolados, de tener dinero”.

En este tono transcurre este libro, ilustrativo y ameno, una oportunidad para conocer la letra y las letras (sus obras) de autores cuyas obras forman parte de lo que Harold Bloom llamó “el canon occidental”.

AQ

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