El misterio de las familias nunca ha dejado de seducirnos. En los mitos griegos, los personajes estaban definidos por su relación con una estructura familiar. Zeus estaba casado con su hermana Hera y sus hijos se dispersaban por el mundo. El más guerrero de ellos, Marte, tuvo una infinidad de amantes pero su preferida fue su hermana por parte de padre. Se trataba de Afrodita, la “surgida de la espuma”, quien a su vez estaba casada con Hefestos, hijo de Zeus y Hera. Ironías premeditadas, el dios cojo y feo estaba casado con la más sensual de las diosas. Todo ocurría al interior de las familias y la realidad dependía de los humores divinos. El mundo dependía del Olimpo, y el Olimpo era una orgía de pasiones incestuosas.
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Religiones como la cristiana también adoptaron la idea de la familia, aunque en ese caso los humores se purificaron para explicar la divinidad en su relación con los hombres. Cristo se refiere a Dios como el Padre, a quien encomienda su espíritu. La Virgen María es nuestra madre para todos los propósitos.
Con frecuencia las familias forman parte del paraíso al que regresan los héroes. Incluso El Quijote se libera de sus ataduras confiándose a su sobrina para dar a entender que “no había sido mi vida tan mala”. Habría que buscar alguna novela moderna donde las relaciones familiares no tuvieran alguna importancia esencial. Gregorio Samsa teme enfrentarse a su familia, en especial a su padre. Su sufrimiento está ligado a su vergüenza frente a ellos.
En cuanto a los autores recientes quien ha tenido más éxito comercial mostrando las relaciones familiares es sin duda la del noruego Karl Ove Knausgård que en el 2009 publicó Mi Lucha. La novela, si se la puede llamar así, es una saga de iniquidades familiares, incluyendo las de su ex esposa. En un país de cinco millones de habitantes el libro vendió casi medio millón de ejemplares. Desde Nápoles, Elena Ferrante ha hurgado hace poco en los temas familiares en su La vida mentirosa de los adultos, donde una tía secreta viene a revelar los enigmas que unen a los personajes. Y ahora viene Jonathan Franzen con su sexta novela, Crossroads (Encrucijada), publicada a fines del año pasado, para insistir en aquello que hace con maestría: un retrato de la familia en descomposición. El pastor Russ Hildebrandt está a punto de separarse de su esposa, lo que no es el menor de sus problemas. Allí están sus cuatro hijos Clem, Becky, Perry y Judsson. Franzen es un maestro en el retrato de personajes y en el desarrollo de la acción dramática. Cada uno de estos personajes aparece descrito con una vida propia. Cada uno tiene las aventuras que merecen sus personalidades ansiosas. Todas estas sin embargo se relacionan con su pertenencia a la familia Hildebrandt. La pregunta del libro es si la descomposición de las familias es una condición de su supervivencia. Zeus, El Quijote, Gregorio Samsa. Las familias se destruyen para recomponerse. ¿Es la misma vieja historia?
AQ