Todo escritor es un detective frustrado que hubiera querido buscar la verdad en el mundo real. Escribir es hurgar tras aquello que se esconde debajo de las apariencias. Por eso, al igual que un detective, un escritor es por definición un ser inquieto y desconfiado. Sin embargo, los escritores sienten que los criminales también son sus colegas. Como cualquier criminal, un escritor siempre está al margen de la ley. La primera historia policial, luego del jardín del Edén, fue Edipo Rey y en ella el detective y el criminal son la misma persona.
Leonardo Padura, que ha vivido a la busca de las verdades de la historia de Cuba y de la América Latina en novelas tan fascinantes como El hombre que amaba a los perros, Herejes y en la serie protagonizada por Mario Conde, vuelve a encarnar a su héroe detective en su reciente Personas decentes (Tusquets). El título irónico señala precisamente aquello que define a sus personajes: cuestionar la presunta decencia marcada por una sociedad. Todas las historias policiales de Padura son también novelas sociales. En la búsqueda de los transgresores podemos explorar los lados oscuros de una comunidad.
- Te recomendamos La señora Dalloway: entre Virginia Woolf y Renée Fleming Laberinto
Personas decentes se desarrolla como dos historias paralelas. En una estamos en La Habana en el año 2016, cuando la ciudad está a la expectativa de aquello que parecía imposible: la visita del presidente Barack Obama, un desfile de modas de Chanel y el concierto de los Rolling Stones. Es en esos momentos de novedades políticas y musicales, cuando ocurre el evento más antiguo de todos: un asesinato. La víctima es Reynaldo Quevedo, un antiguo dictador cultural que se cuidaba de que las obras artísticas cubanas se alinearan con la ideología imperante. El cuerpo de Quevedo aparece con semen en el recto, castrado y tres dedos mutilados. Este es un trabajo para Mario Conde. La otra historia de la novela está ambientada en 1910, cuando el cometa Halley va a pasar sobre la isla. Uno de los grandes personajes de la vida cubana aparece retratado magníficamente por Padura. Se trata de Alberto Yarini, el proxeneta más famoso de su historia. Es un "guayabito", conocido como “el gallo de San Isidro”. Tiene un gran enemigo, el francés Louis Lotot. En las páginas dedicadas a la vida de Yarini, Padura retrata de un modo ejemplar a algunas prostitutas: elegantes, finas y escandalosamente atractivas. Yarini es un hombre solvente, distinguido, carismático (fue quien logró que se instaurara el día de la madre en Cuba) que ha hecho una fortuna con sus burdeles y es adorado por las mujeres a su servicio. Cuando muere acribillado, estaba a punto de iniciar su carrera como político. Yarini había cometido un solo error. Este será un trabajo para el inspector Saborit.
Al usar el género policial, Padura explora las dependencias del amor, los dictados de la ambición y las humillaciones de la vejez. La exploración de sus detectives nos lleva al destino indecente de los más poderosos. Están condenados a la soledad y la violencia.
AQ