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Las sombras de Andrea

Nuevas visitaciones

La muestra ‘Opciones de sombras’, de la artista Andrea Villalón, se puede visitar en sala:GAM, en la Ciudad de México, durante el mes de marzo.

Jorge Esquinca
Ciudad de México /

Primera sombra

Una procesión de hormigas amarillas sube, baja, entra, sale y atraviesa las pinturas y las delicadas esculturas de vidrio que componen esta exposición. Su diminuta presencia convierte el espacio de la galería en una suerte de metáfora de un hormiguero mayúsculo: el que componemos sin notarlo los que hemos acudido presurosos, humana marabunta que sube, baja, entra, sale y de pronto se detiene: mira, cuchichea y se asombra al verse ahí, como en ese cuadro que alberga otro cuadro donde dos casas de ladrillo se miran a los ojos, establecen un camino entre sus puertas y tal vez, cuando apartamos la vista, conversan.

El Museo de las Relaciones Rotas fue fundado por Olinka Vistica y Drazen Grubisic, artistas y expareja. (Museum of Broken Relationships)
El Museo de las Relaciones Rotas fue fundado por Olinka Vistica y Drazen Grubisic, artistas y expareja. (Museum of Broken Relationships)

Sombra segunda

La relación de un artista con su obra es principalmente una cuestión de lenguaje. ¿Cómo digo lo que imagino? ¿Cómo pinto lo que pienso? Y en esa búsqueda, que podría convertirse en el cuento de nunca acabar, se van imponiendo los elementos, no siempre de manera consciente, que habrán de configurar el singular alfabeto de su expresión. Una paleta de colores vibrantes: anaranjados, rojos, verdes, azules… Y un micro universo compuesto por objetos de muy diversa procedencia, que parecen haber sido convocados por la mano de una cartomántica. Tres son los que la pintora mexicana Andrea Villalón parece privilegiar: un par de dados, una llave, una vela encendida.

Sombra tercera

Si los dados podrían ser una representación del azar, y la llave el objeto indispensable para guardar un secreto, la vela nos hace pensar en el tiempo. La vela, al arder, entrega una luz que la consume. Y las cosas a su alrededor suelen proyectar sus sombras, esa otra cara de ellas mismas. ¿Qué misterio albergan esas sombras? Por lo pronto el instante en que alguien, ¿la pintora tal vez?, las mira, como parece sugerirlo uno de estos cuadros donde un par de ojos, al filo de una mesa, las contemplan con fijeza, como imantados por esa irrefrenable seducción. La mirada –un gran ojo- que espía detenidamente, en otra pintura, tras una ventana, la fuga de un caracol terrestre.

Cuarta sombra

La mirada. En una pared de ladrillos dispuestos en un cuidadoso orden cromático, se abre un hueco. ¿Qué vemos? En principio, un paisaje. Una vista: el río Támesis y al fondo, bajo un cielo muy azul poblado de nubes, el célebre Puente de Londres. La pintora vive desde hace unos años en aquella ciudad capital. Pero lo que nos inquieta, al mirar este cuadro, es la reducción de un espacio a su mínima expresión. Apenas visible tras el hueco abierto en el muro. Una de las características en la pintura de Andrea es el juego que establece entre las proporciones y donde todo, pero no cualquier cosa, tiene cabida. Un pastel de cumpleaños con sus velitas encendidas, cubierto por un capelo transparente, nos remite nuevamente al tiempo, mejor dicho: a un día en el tiempo. Pero atención: un agudo clavo ha roto la cubierta y en el merengue del pastel aparecen cuarteaduras: también está hecho de ladrillos.

Quinta sombra

Andrea ella misma. Se espía, se averigua, ¿se reconoce? ¿Cuántas Andreas habitan la pintura de Andrea? En tres de los cuadros de mayor formato en esta exposición bien se podría decir que ella es el tema, su tema. En una habitación apenas iluminada por la luz que atraviesa los vitrales la vemos en el acto de morder una silla de madera y, además de la compleja composición de esta pintura, seguimos las sombras que arrojan las cuatro patas de la silla o el trazo de un pincel que, desde su sitio en el asiento, lanza una línea que se proyecta hasta ¿dónde? Andrea juega, la pintura es un juego. Una revuelta en torno a lo que vemos y lo que no: ella hace del subterráneo hormiguero un plano tan presente como lo son sus mocasines de distinto color. O se nos aparece convertida ¿revestida?, por la piel y la cabeza de Xipetotec “el Señor Desollado” de la cosmogonía azteca que, además de tener a sus espaldas un volcán activo y a sus pies los objetos comunes en la pintura de Andrea, lleva en su mano un dado.

Última

La muestra Opciones de sombras de Andrea Villalón estará también durante el mes de marzo en sala:GAM de la Ciudad de México. A la entrada, el visitante puede tomar un papelito donde se le invita a recorrer la exposición siguiendo un itinerario a la vez preciso y enigmático. Al reverso de la hoja puede leerse (en inglés) un texto en el que Verana Codina ha escrito, entre otras lúcidas anotaciones que traduzco: “Se trata del sueño de Andrea, ella ha establecido las reglas. Nosotros, sus huéspedes, estamos invitados a sentarnos a la mesa y a disfrutar de un eterno tiempo de tomar el té. Aquí son siempre las seis de la tarde”.

AQ

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