La poesía es una forma de estar y mirar al mundo, de observar y expresar, la palabra se despoja de su utilitarismo, se emancipa y redefine la realidad. Gabriel Zaid publica Poemas Traducidos, una reunión de poemas de otros autores que él ha traducido y poemas de su autoría traducidos por varios escritores.
La poesía es la que “traduce”, es decir, la palabra traduce a la realidad en poema. Al leerlo me doy cuenta que es la poesía que a Zaid le significa, que estoy leyendo las mismas palabras que le han hecho compañía, que le han intrigado, seducido, que representan su visión del mundo a tal grado que decide traducirlas, y escucharlas, leerlas, apreciar su sonoridad y estructura en otro idioma, llevar otra voz a la voz de la cotidianeidad.
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Es un trabajo cuidadoso, lleno de curiosidad y placer, me detengo en Po Chu Yi: “¡Qué nubes! Me avergüenzan: Libres sin ambiciones. / Ni trepan ni se afanan/ en sus altas funciones”. Las nubes, el poema las mira, describe, ya las nubes son diferentes.
Zaid es poeta que lee poesía, y traduce poesía, es traductor dos veces. Le seduce lo esencial, la precisión, las palabras justas para trastornar: “La luna se mete al mar/ y se lleva las estrellas, / y yo me voy a quedar/ mirando al cielo sin ellas” de Safo. Rescata poetas y poemas, en una urgencia de leerlos, escucharlos y que no se pierdan. Son sus versiones porque son sus visiones, cada poeta vive la poesía de una forma diferente, pero en Zaid, hay una disciplina por la conservación de la poesía, como un valor, un arte que dejó la oralidad para depositarse en el papel.
La poesía indígena, en lenguas casi perdidas, como el awakateco que únicamente hablan 17 personas, el Canto a los ancestros, en una línea dice: “Ustedes nos dejaron los cantos”, es la búsqueda que hace este libro de los cantos que nos han dejado y se están perdiendo, porque la poesía se debe leer, cantar, heredar. La oralidad la conservaba, había la obligación de transmitirla, repetirla, y ahora encerrada en el papel parece que se condena al olvido, se sepulta en las páginas y se aleja de la voz humana.
Zaid escribe poesía y relee su poesía, hay algo lúdico en traer las distintas traducciones de sus propios poemas de Reloj de Sol. Ser su propio lector desde otra voz, así como él hace sus versiones, los traductores hacen las suyas, y la poesía, la palabra es una enfermedad contagiosa, se va de una voz a otra, y adquiere esa autoría compartida que es la traducción misma. Varias versiones del mismo poema, Evolution o Circe, y la esencia sigue ahí, la musicalidad se mantiene, y con las lecturas también hago mi propia versión, la palabra juega, el poeta se divierte, escuchándose en la voz de otros. Es una forma de voyerismo, y con esa curiosidad es como la palabra subsiste, la poesía se propaga.
Leer a Zaid, es recobrar el ritual ancestral de la poesía oral, en las versiones y traducciones está la memoria. Recordar un poema es traducirlo, a ese instante, a esa emoción, a la impaciencia del presente.
AQ