Leonard Cohen cumpliría 90 años el próximo 21 de septiembre. Nació en Montreal en 1934 y murió en Los Ángeles, California, el 7 de noviembre de 2016. Fue poeta, narrador, dramaturgo, compositor y cantante. Fue, es y será una de las figuras más veneradas del rock and roll. Fue, también, un enamorado de la poesía de Federico García Lorca y un apasionado del flamenco.
El libro Leonard Cohen: Lorca, el flamenco y el judío errante (Ediciones Alfabia), de Alberto Manzano, comienza con el discurso del poeta canadiense al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011 en el que reconoce su deuda con la cultura española y recuerda al gitano que en Montreal le enseñó los primeros acordes de una guitarra.
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Leonard Cohen nació dentro de una familia judía, en una población anglófona de Montreal. En la adolescencia descubrió la poesía de Lorca y con ella su voz y su mundo; desde ese momento supo lo que quería ser y se volvió el poeta que le canta a las miserias y grandezas de la condición humana.
Manzano esboza el incierto origen de los gitanos, cuenta la leyenda del judío errante, habla de la coincidencia entre Lorca y Cohen, quienes han afirmado que por sus venas corre la sangre de estos pueblos errabundos, perseguidos a través de generaciones.
En 1961 Leonard Cohen viajó a La Habana para ser testigo de los primeros días de la revolución cubana. Pero la revolución lo decepcionó, se sintió extraño en medio de burócratas y fanáticos, de intolerantes que le escupieron a la cara; indignado, escribió poemas antigubernamentales y abandonó la isla.
Cohen asistió como voluntario a la Guerra de Yom Kippur, entre Israel y Egipto. Quería cantarles a los soldados israelíes, pero también a los árabes y a todo aquel que quisiera escucharlo; admirador de la cultura árabe, desea el entendimiento entre sus pueblos, aunque entonces escribió canciones tan dramáticas y llenas de coraje como “Night Comes On”.
Cohen es una de las grandes figuras del arte contemporáneo. En una de sus primeras canciones, “So Long, Marianne” (1967), dedicada a Marianne Ihlen —a quien conoció en 1960 en la isla griega de Hidra y a la que dedicó también su poemario Flowers for Hitler— se asume como un gitano; es un homenaje a Lorca y al pueblo vagabundo que lleva el emblema del flamenco, esa música en la que la pasión lo es todo, en la que el duende domina el escenario.
Leonard Cohen llegó a Nueva York en el otoño de 1966. Tenía treinta y dos años y seis libros publicados. Ahí escuchó a Bob Dylan, Joan Baez y Phil Ochs y Judy Collins le grabó canciones como “Suzanne”. En ese tiempo publicó su álbum Songs of Leonard Cohen en el que alude a su perenne extranjería, a su condición de judío.
Manzano sigue paso a paso la relación entre Lorca y Cohen, quien participó en el homenaje al granadino con motivo del cincuenta aniversario de su asesinato. En esa ocasión cantó el “Pequeño vals vienés”, cuyo videoclip se grabó en la tierra del autor del Romancero gitano.
Por sobre todas las cosas, y a pesar de su fama como músico, Leonard Cohen fue sobre todo poeta, admirador de Lorca pero también de su maestro, el poeta canadiense Irving Layton, quien dijo que Leonard tenía “Un ojo lleno de alegría y el otro de dolor”.
En una entrevista incluida en el libro Cohen por Cohen (Planeta, 2019), editado por Jeff Burger, al referirse a esta idea, responde: “No lo sé, pero amo a Irving Layton. Es un viejo amigo y un viejo maestro mío. Dijo una de las cosas más profundas que escuché sobre las características que debe tener un joven poeta. Dijo que las características esenciales de un poeta joven son la arrogancia y la inexperiencia. Y yo tenía mucho de esas características cuando era muy joven. Layton ha sido un gran ejemplo para mí”.
Aquí, con estos apuntes, queremos celebrar el feliz día en que Leonard Cohen llegó al mundo, hace (casi) 90 años.
AQ