Leonardo Sciascia: “Yo no podría soportar al matriarcado en mi casa”

Entrevista

"Yo considero que muchos de los males de Sicilia se le podrían imputar al matriarcado", opinaba el escritor italiano en 1974, entrevistado por Franca Leosini.

El escritor italiano Leonardo Sciascia nació el 8 de enero de 1921. (Archivo)
Franca Leosini
Italia /

En 1974, la gran periodista italiana Franca Leosini entrevistó al autor de El contexto para las páginas del semanario L’Espresso, en torno a la mujer, sobre todo la mujer siciliana. En ocasión del centenario del escritor siciliano (8 de enero de 1921-20 de noviembre de 1989), la revista italiana rescató de su archivo la entrevista que aquí presentamos inédita en español.

En sus novelas, con excepción de Los tíos de Sicilia (Tusquets, 2001), donde, sin embargo, la tía de América siempre es un pretexto para describir un cierto ambiente y una cierta atmósfera, Leonardo Sciascia coloca invariablemente a la mujer en una posición marginal.

Sumisa compañera de viaje en El mar color del vino (Tusquets,2010), presunta inspiradora de delitos oscuros e irresueltos en El contexto (Tusquets, 1991) y en A cada cual, lo suyo (Tusquets, 2009), esposa infiel en el cuento El cuarenta y ocho, la mujer de Sciascia sigue estando en el trasfondo de los acontecimientos que reflejan su historia-ideal-eterna de Sicilia.

Le preguntamos a Sciascia el fundamento de esto: ¿Acaso no le interesan las mujeres? ¿No le atrae indagar sobre su psicología, o no las considera un tema digno de ser narrado? "Efectivamente, creo que la mujer no ha recibido mucha atención de mi parte. Pero esto sucede por varias razones. La primera es que he escrito un cierto tipo de narrativa y de temáticas comprometidas con los problemas sicilianos, particularmente, o con los problemas políticos italianos y no italianos. De tal suerte que la temática de la mujer ha entrado de una manera marginal en toda mi narrativa. Podría existir una razón todavía más profunda, y es que Sicilia es un matriarcado. Yo siento una cierta aversión por este tipo de sociedad matriarcal, porque siempre he visto que las mujeres han gobernado, y siempre han gobernado aniquilando al hombre. Existe toda una tesis planteada por Dominìque Fernandez en Mère Méditerranée (Madre mediterránea) en la que sostiene que incluso la mafia nace a partir de este matriarcado. Es como una represalia que el hombre ejecuta por fuera de la familia. Sí, acaso la razón más profunda por la cual no me ocupo de la mujer sea precisamente esta aversión que siento hacia el matriarcado, hacia el mamismo en general."

—¿Pero usted, Sciascia, realmente está convencido de este matriarcado siciliano (porque es un matriarcado más bien subterráneo desde el momento en que aparentemente la mujer siciliana es un demonio del hombre)?

¡Ah, pero claro que sí! ¡Sí! Aparentemente así están las cosas, sin embargo, en la realidad, la mujer siciliana gobierna de la manera más sutil y más negativa. Sí, yo considero que muchos de los males de Sicilia se le podrían imputar a este matriarcado. La mujer siempre ha sugerido la vileza, la prudencia, el oportunismo, el interés particular, y el hombre siempre ha obedecido. Pero creo que Brancati ya ha arrojado luz, de una manera incomparable, sobre este argumento. En el fondo, esta virilidad siciliana se reduce a muy poco.

—¿Incluso en lo que respecta a la muerte?

En algún momento de la vida, cuando no siempre, el siciliano se deja llevar por la idea de la muerte, por una asidua contemplación de la muerte. Por el contrario, la mujer siciliana administra, gestiona y maneja la muerte como si fuese inmune a ella. En mis recuerdos (hoy quizá ya no) los tres días de luto, el así llamado visito constituían su teatro y su apoteosis.

—¿Este carácter matriarcal de la sociedad siciliana se refleja en la historia de su familia, contribuyendo así a esta visión suya?

Por supuesto, sin duda alguna. Mariuzza, una pariente lejana mía, conocida por sus extravagancias (entre otras cosas, dormía con la cabeza apoyada en una almohada atiborrada de salchichas), sentenció: “Los hombres de esta casa no sirven”, convencimiento que, como regla, se ha ido transmitiendo de generación en generación en mi familia. Mis tres tías mantuvieron intacto el legado de esta convicción. Mi abuelo era un hombre excepcional y yo lo admiraba profundamente; pero mis tías decían de él —con un dejo de sobrentendida contrariedad—, “No roba, no ayuda a robar, contrarresta a la mafia”, de tal suerte que el abuelo vivía prácticamente ignorado por el sector femenino de la familia.

—Pero, ¿todavía sigue siendo así en su casa?

¡No! ¡No lo soportaría! En mi familia, las mujeres (entiéndase mi esposa y mis hijas) viven su vida en consciente libertad. En consecuencia, por lo que a mi respecta, en un clima de equilibrio y de respeto recíprocos. ¡No! Yo no podría soportar al matriarcado en mi casa.

—¿Podría darme algunos ejemplos de grandes matriarcados sicilianos?

Los virreyes de Federico de Roberto, inicia con la reciente muerte de Teresa Uzada. Pero todos los destinos de los hijos estarán dominados y determinados por la voluntad de esta madre, por este terrible personaje ausente. Pero no se pueden dar ejemplos, señalar personajes fuera de los que nos ofrecen los escritores sicilianos; la fuerza del matriarcado reside precisamente en esto: en el no descubrirse, en el no mostrarse. Al contrario del matriarcado estadounidense. Recuerdo un ensayo titulado Mom que viene incluido en un número de la revista de Sartre dedicado a los Estados Unidos. No existe nada similar que tenga que ver con el matriarcado siciliano: excepto lo que dice —repito— Dominìque Fernandez en Madre mediterránea, pero es sólo una intuición, quizá un poco demasiado, llevada a cabo en psicoanálisis.

—Por lo tanto, en Estados Unidos existe una sociedad de tipo matriarcal. Si quisiéramos hacer un parangón entre el matriarcado estadunidense y el matriarcado siciliano, ¿usted cómo lo determinaría?

El matriarcado estadunidense es más despiadado, más descarado, más evidente. El siciliano está muy escondido, es muy sutil, pero es igualmente tenaz. Sólo para marcar la diferencia entre la mom estadunidense y la madre mediterránea, recuerdo una novela de Wright Morris, publicada por Elio Vittorini en la colección de I gettoni de la editorial Einaudi. La madre estadunidense, tiende, precisamente, a ser la madre del héroe; mientras que la madre mediterránea es la del mafioso, del camorrista. Que el héroe no sea héroe, ese es otro discurso.

—En su opinión, ¿ha influido el matriarcado siciliano en el estadunidense a través de la migración?

No, el matriarcado estadunidense tiene otros orígenes, irlandeses, cuáqueros.

—Sciascia, ¿usted es conservador o progresista en lo que respecta a la mujer?

Puesto que yo creo en la familia como célula primera de la sociedad, necesariamente soy un poco conservador. Pero no lo soy en el sentido que quiero que al hombre le sea permitido lo que no le es permitido a la mujer; quisiera que existiese una cierta paridad. Si la mujer debe observar ciertas reglas, estas reglas también las debe observar el hombre.

—¿Qué actitud mantiene respecto a la mujer que trabaja?

Igualmente, en el sentido de la preservación de la familia, considero que es negativo el trabajo femenino. La mujer, entre otras cosas, no sabe que está perdiendo poder, especialmente en la sociedad meridional. Este proceso de emancipación femenina, esta paridad que la mujer está conquistando puede constituir el fin del matriarcado. Es decir, hay esperanza para el hombre en Sicilia contra el matriarcado, hoy que la mujer parece que tiene que ser más libre. Porque al menos luchamos en igualdad de condiciones. Es un oponente que tienes frente a frente y no detrás.

—Entre la mujer italiana y la mujer siciliana siempre ha existido una cierta diferencia, no solamente en la actitud sino también en la valoración. ¿Cree usted que actualmente existe una nivelación en curso, o todavía existe esta posición más conservadora tanto de la mujer en cuanto mujer, tanto de la sociedad siciliana hacia la mujer, tanto del hombre siciliano hacia la mujer?

Creo que se está llegando a cierto nivel. Las costumbres, la moral pública han cambiado por todos lados. Y esto me desencanta en la medida en que se basa en sus aspectos civiles. Es como pasar la barrera. Cuando una mujer siciliana traspasa la barrera, obligatoriamente la traspasa de la manera más total. Hay una relajación que va más allá de lo que puede ser el hecho de la moral sexual. El relajamiento de la moral sexual presupone o se asimila a otras relajaciones. Sicilia es un país en el que no existe la moral pública, y en esta medida también se pierde la moral privada. También es un fenómeno regional. En una gran ciudad, la moda no la usan todos. En provincia es usada por todos. De tal suerte que, si está de moda tener amantes, aventuras, en un ambiente socialmente más sólido, esta moda tendrá repercusiones menores que en un ambiente en el cual existen estructuras sociales más frágiles. La práctica de la virtud, aunque hipócrita, era de la burguesía y, por lo tanto, donde no existía una burguesía, donde no la hay, la costumbre se ve más fácilmente afectada por ecos innovadores.

—Entonces, ¿lo que usted quiere decir es que la mujer siciliana hace todo de una manera exasperada?

Sí, hace todo de una manera exasperada y también obra de tal manera que los demás sientan el peso de lo que ella hace. Es decir, una mujer, digamos, del Valle del Po, se ocupan de los quehaceres domésticos al igual que los que realizan las mujeres sicilianas, pero sin que se les vuelvan demasiado pesados, sin tener que ocupar todo un día realizándolos. Yo veo que las mujeres del norte son más activas, incluso en la cocina, donde cocinan más elaboradamente, se apresuran más que la mujer del sur, que la mujer siciliana.

—¿A qué le atribuye usted estas diferencias, a una mayor habilidad de la mujer del norte?

Se las atribuyo a una especie de política de la mujer del sur, que quiere hacer que su esfuerzo y su trabajo pesen. Es una manera, para la mujer siciliana, de vender su mercancía a un precio más elevado y de ejercer su poder. Hay una niña, hija de un amigo mío, que cuando le preguntan qué quiere ser de grande, dice: “Quiero ser la que gobierne”. Quiere gobernar porque ha entendido muy bien el mecanismo del asunto.

—¿Existe una corriente feminista en Sicilia?

No. El feminismo de asociación no existe. No creo que exista ni siquiera en las grandes ciudades. Esto es señal de que no hay necesidad de él. Por lo que a mi respecta, ya que no logro concebir nada parecido para los hombres, tampoco lo entiendo para las mujeres. ¿El machismo? También es una forma de servidumbre a la mujer (en la acepción de Vitaliano Brancati) que se agota al hablar de ella: anhelos sin resultados concretos. En el momento en el que se abre una cierta libertad entre hombre y mujer, termina el machismo. De hecho, el machismo agoniza precisamente por la posibilidad (con la paridad) de llevar a la realización un hecho que antes solamente se había conjeturado.

—¿Pero, a usted Sciascia, le gustan las mujeres?

Por supuesto que me gustan.

—¿Qué tipo de mujer le gusta?

Un tipo de mujer siciliano. Y, por lo tanto, se refleja que soy algo masoquista.

—En tema de masoquismo: miremos a Italia como una gran madre. ¿Qué es lo que con frecuencia le exige una madre a sus hijos? Sacrificios, dedicación, renuncias, en una relación masoquista del hijo hacia la madre. Un matriarcado a nivel político exige más, ahora que a una crisis de valores se ha agregado la crisis energética.

Creo que todo es una ficción. Al menos hasta el día de hoy, no creo mucho en la crisis energética. En la perspectiva sí, incluso podría suceder, pero lo que hoy se manifiesta es una especie de juego de la crisis. Es un poco como jugar a los pobres. De hecho, la gente no cree tanto en esta crisis.

—Pero paga el precio de la crisis.

Desgraciadamente, paga el precio de la crisis la gente que siempre la ha pagado y que sigue pagándola. Incluso durante los años de bienestar, la gente que hoy paga el precio de la crisis no se la pasaba bien. Los gobiernos juegan a la crisis. Después de todo, los gobernantes han entendido que la gente quiere escuchar ciertas cosas, que quiere escuchar que le pidan sacrificios. Ayer en la noche conversaba sobre este tema con Alberto Arbasino. Básicamente, cuando el hombre de gobierno, que es un dictador, aunque no lo sea, dice: “Yo les pido hambre, yo les pido lágrimas y sangre”, se vuelve popular. Sí, es un dato curioso, cuando pides sacrificios te vuelves más popular e induces a la gente a realizarlos con más alegría que si estos sacrificios fuesen establecidos.

—¿Por lo tanto, es optimista respecto al desarrollo de esta situación?

La crisis existe. Está tergiversada, es falseada. Puede ser menos grave de lo que se está desarrollando. Existe este hecho irreversible que es el advenimiento de las masas. Me parece que las masas impiden ese avance real que viene del pensar. Es difícil desatar este nudo. Tenemos dos sistemas que se enfrentan de forma inamovible y son como dos recipientes en cuyo interior hay un cuerpo que crece y puede romperlos. Ambos se dividirán. No habrá un tercero que esté listo para recuperar lo que quede de uno y otro. Esto hace que las perspectivas de la crisis sean absolutamente oscuras.

—¿Lo que acaba de afirmar ahora no entra en contradicción con todo lo que ha dicho antes sobre el juego de la crisis?

No. No hay contradicción, porque existen dos niveles, uno en el que realmente existe la crisis, y otro en el que se interpreta el juego de la crisis. Pero el juego de la crisis existe en serio, especialmente la crisis de Europa que así jugando se reduce a una pura expresión geográfica.

—¿Entonces, no cree en el futuro de una Europa unida?

No sólo en el futuro, hoy como hoy. Europa tiene una descomunal historia a sus espaldas y cada pueblo europeo tiene una historia que es muy diferente a la de su vecino. Entonces, se vuelve muy difícil. Ciertamente, la unidad europea se encuentra entre mis aspiraciones. Creo que De Gaulle, después de todo, fue un gran hombre. El caso es que quiso crear una Europa a su manera, en la que se hiciera sentir la supremacía de Francia, el prestigio cultural de Francia. Y esto también era justo. Sin embargo, pienso que De Gaulle abusaba en este sentido. De cualquier manera, tenía ideas claras, una visión muy clara. Haberse saltado a medio mundo para entablar relaciones diplomáticas con China fue el gesto de un gran político. Y de hecho China es hoy el país, la gran potencia más interesada en una Europa unida. Y De Gaulle la había previsto.

—¿El nuevo libro que está escribiendo tiene alguna relación con esta situación?

No, este libro se desarrolla en el mundo político católico italiano. Es un poco un contexto de índole católico. Está inspirado en los demócratas cristianos que realizan ejercicios espirituales. Me hospedé en un hotel en el que un grupo de políticos católicos se encontraban realizando ejercicios espirituales. Los ejercicios se realizan según las prescripciones ignacianas.

—¿Ya tiene un título?

Ejercicios espirituales, precisamente, No estamos hablando solamente de la Democracia Cristiana, sino también de católicos que hacen política.

—Por este libro se echará encima a toda la Democracia Cristiana, como le sucedió con los comunistas, con la publicación de El contexto.

No lo creo. Los católicos saben que solamente el silencio puede matar un libro. A estas alturas ya entendieron que solamente las excomuniones sirven para hacerlos leer.

Traducción de María Teresa Meneses.

Texto tomado de L’Espresso, 07 de enero de 2021

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