Séneca es un filósofo que me interesa poco, no me trago su estoicismo moral, y sin embargo lo estoy leyendo otra vez aprovechando que cayó en mis manos una edición de Gredos. La portada muestra el rostro de bronce de un hombre sufrido, desaliñado, al borde de la locura, atractivo. Se le llama el Pseudoséneca, pues ya se sabe que no representa al pensador obsesionado con la muerte que predicaba que no había que obsesionarse con la muerte. La imagen fiel de Séneca se halla en un museo de Berlín. Es el busto de un hombre feo, cuasicalvo y regordete con más aspecto de epicúreo que de estoico. Pero Séneca vende menos libros que el Pseudoséneca. Para mi próximo libro estoy pensando en buscarme un Pseudotoscana joven y guapo.
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Sabemos que Séneca se la pasó dando consejos sobre el buen morir, pero no le valieron de mucho a la hora en que Nerón le ordenó suicidarse. Es inevitable recordar aquí las palabras de Tales de Mileto, cuando dijo que lo más fácil es aconsejar a otros y lo más difícil es conocerse a sí mismo.
Tácito hace la crónica de la muerte de Séneca, y es difícil acomodarla a una verosimilitud médica. Primero se corta las venas, pero «debilitado su cuerpo por la vejez y la parquedad en el alimento, la sangre se le escapaba lentamente». Así es que «se abrió también las venas de los muslos y pantorrillas». Habrá sido un rasguño, pues un torero sabe bien cuán pronto se va la vida con una cornada en el muslo.
Con más golpes de sangre que Antoñito el Camborio, y «todavía en posesión de su elocuencia», Séneca, «hizo venir a los secretarios y les dictó abundantes líneas». Como no le llegaba la muerte, pidió que le trajeran un pomo con cicuta que tenía para la ocasión. Pero «de nada le sirvió tomarlo, porque al estar ya fríos sus miembros se cerraba su cuerpo a la acción del tóxico».
Entonces se mete en una bañera con agua caliente y se muere porque sus «vapores lo asfixiaron». Difícil de creer. El evento es conmemorado en uno de los cuadros más antiestéticos del Museo del Prado, salido del taller de Rubens. Más que al borde de la muerte, Séneca parece bailar uno, dos y tres, que paso más chévere.
Aunque menos famoso, el hermano de Séneca, llamado Galión, resultó más importante para la historia. Lo leemos en Hechos: «Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y lo llevaron al tribunal, diciendo: Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley. Y al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho yo os toleraría. Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas. Y los echó del tribunal.» Y salvó el cristianismo.
AQ