Letras minúsculas | 25 aforismos de José Emilio Pacheco

Literatura

El autor de ‘Las batallas en el desierto’ cultivó también este género de la brevedad y la reflexión temperada.

José Emilio Pacheco, 1939-2014. (Foto: Lizeth Arauz)
José Emilio Pacheco
Ciudad de México /
Por Javier Perucho

La brevedad es un rasgo que distingue al aforismo, gana este atributo por su recurrencia a la concisión, la elipsis, la condensación y el laconismo de sus composiciones, propiedades textuales que constituyen los valores donde se arraiga su estatuto literario, moral y estético.
La brevedad se condensa en la amplitud de una oración, la extensión de una frase, en un conciso párrafo o hasta en un largo, abarcador y ceñido parágrafo: los espacios habituales en que se ha consagrado el pensamiento aforístico hispanoamericano. La cohesión y la coherencia son las cuñas que circundan su semántica.
Por horror al verbalismo, la expresión aforística se vuelca en un concentrado de ideas, mejor dicho, en una idea saturada. Un ejemplo de Stanislaw Jerzy Lec, ‘Pensamientos despeinados’: “¿Tiene derecho el caníbal a hablar en nombre de los devorados?”
Pacheco, en sus primeras incursiones en el género, lo definió así:“Aforismo: ensayo que no quiere levantarse. Género que hace de un vicio —la pereza— una modesta virtud.
Por su proclividad a la repetición, al lugar común, al plagio involuntario demuestra que las ideas son pocas y siempre las mismas. En su desnudez expone nuestra pobreza mental”.

La historia de casi todos los pueblos se inicia con una epopeya. La nuestra empieza con una tragedia. Los mexicanos somos herederos de dos derrotas perdurables: una del imperio azteca, otra de la Armada Invencible.

Ha llegado al colmo de la desdicha: es un hombre cotidianamente herido por la desgracia y un pésimo escritor. Ya que sufre de esa manera debería tener más talento.

Odia la literatura. Su obra demuestra que es correspondido.

El Siglo de las Luces, el racionalismo, los derechos humanos, fue también la era del marqués de Sade, el Terror y la guillotina; los tiempos mágicos, místicos, ocultistas, hipnóticos de Swedenborg, Blake, Cagliostro, Mesmer…

A. nos define lúcidamente al decir que somos la transición, hemos y no hemos pasado.

Quizá la cursilería sea en el fondo una forma de tristeza y de amor a la muerte.

Como todas las personas que no saben qué hacer con su vida, la justifica dando consejos.

El inagotable pasado que siempre acaba de nacer.

Reléete al cabo de algunos años. Comprobarás lo generosos que fueron aun los más implacables de tus críticos.

La pereza es un optimismo que no se atreve a pronunciar su nombre.

Quien trata de entender todo se condena a no hacer nada.

Un ideal de fácil formulación pero de ardua ejecución: crear una cultura polémica, fomentar sistemáticamente el desacuerdo, no escribir para mantener en su rutina a quienes piensan como nosotros.

Trotsky opinó que un líder obrero con faltas de ortografía es un traidor al proletariado. ¿Qué hubiera dicho de nuestros malos poetas revolucionarios?

Al terminar el sínodo de las momias comienza la procesión de los bufones.

La monstruosidad del poder absoluto es capacitar a un hombre para vengarse de sus propios sufrimientos a costa del sufrimiento de millones. Los poderosos deberían ser felices —aunque si lo fueran no buscarían el poder.

A quien vive de juzgar nada le resulta más intolerable que ser juzgado.

Diferencia entre la crítica y la autocrítica: nadie nos mira como nos vemos en un espejo. Sin la intervención de la segunda persona todo autoanálisis será siempre indulgente y reconfortante.

Miedo de perder: temor de arriesgarse.

El rumor de la lluvia nos devuelve la infancia.

Leer: hablar simultáneamente consigo mismo y con otro.

Hasta la destrucción exige un orden y no hay nada más metódico que un incendio.

Nuestros textos reflejan involuntariamente las carencias e ineptitudes de la educación mexicana. Porque todo escritor es el resultado de su esfuerzo individual y de la cultura en que su trabajo adquiere un espacio posible.

El único remedio contra el conformismo es el resentimiento.

El silencio cae sobre los objetos como un reproche a su inmovilidad amenazadora.

Al terminar los dolores del crecimiento comienzan los del envejecimiento.

Fuente: ‘Palabra de escándalo’, Julio Ortega (editor), Tusquets, Barcelona, 1974, pp. 215-228. (‘Textos en el aire’, 1973-1974.)

AQ

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