Liliana Weinberg: el arte de tender puentes con el ensayo

Entrevista

Para la nueva integrante de la Academia Mexicana de la Lengua, autora de Pensar el ensayo, este género es “una poética del pensar, un ejercicio de lucidez”.

Liliana Weinberg es autora, entre otros libros, de 'El ensayo, entre el paraíso y el infierno'. (Fotos: Carolina Magis Weinberg)
Marcos Daniel Aguilar
Ciudad de México /

El pasado 23 de abril, los integrantes de la Academia Mexicana de la Lengua (AML) sesionaron de manera virtual, debido a la contingencia por el covid-19, para elegir a Liliana Weinberg como nueva integrante de esta institución encargada de investigar, reflexionar y difundir el español que se habla y escribe en México.

La doctora Weinberg nació en Buenos Aires, Argentina, en 1956. Como escritora, investigadora y crítica literaria es autora de varios libros de ensayo y coordinadora de obras colectivas dedicadas a estudiar la cultura, el arte y la historia de Latinoamérica, sobre todo a través del mirador del “Centauro de los géneros”. ​El ensayo, como motor de debate estético, político y generador de identidades, ha sido su materia prima; ha escrito sobre su génesis y evolución, centrándose en la ensayística de autores de ambos polos del continente, entre ellos los mexicanos Alfonso Reyes y Octavio Paz y los argentinos Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada.

Weinberg, en su trayectoria, ha sido reconocida con el Premio Hispanoamericano de Ensayo Literario Lya Kostakowsky convocado por la Fundación Cardoza y Aragón, el reconocimiento Sor Juana Inés de la Cruz que otorga la UNAM y el Premio Internacional de Ensayo que promueven la Universidad Autónoma de Sinaloa, El Colegio de Sinaloa y Siglo XXI Editores. Charlamos con ella a propósito de sus comienzos en la escritura, en el ensayo, en la investigación en la lengua española y sobre sus proyectos dentro de la AML.


Un vuelo literario

La doctora Weinberg recuerda cómo fueron sus primeros contactos con México. En primera instancia, su padre, Gregorio Weinberg, reconocido intelectual argentino, quien había visitado en varias ocasiones nuestro país, llevaba de regreso en sus valijas libros del FCE para completar sus colecciones de las obras de Sor Juana y de Alfonso Reyes y ejemplares de la legendaria revista Cuadernos Americanos:

“Las artesanías de mil colores, las publicaciones y las noticias de la vida cultural mexicana con que mi padre llegaba a Buenos Aires me hacían anhelar conocer este país. Llegué a México hace ya casi 40 años, en diciembre de 1980, con algunos textos de creación y una copia de mi tesis de antropología bajo el brazo. Mi tesis estaba dedicada a la poesía tradicional, y particularmente al romancero de asunto histórico argentino, cuya historia estudié en relación con la del corrido mexicano. Ese trabajo fue publicado en su integridad por la revista Folklore Americano. La tesis resultó clave para mí, porque me abrió las puertas de El Colegio de México, donde varios investigadores del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios se encontraban desarrollando una línea muy sólida de estudios sobre poesía tradicional y algunos de ellos me estimularon para que continuara trabajando en esa dirección”.

Es así como Weinberg recuerda que comenzó a trabajar como ayudante de investigación del doctor Carlos H. Magis, y poco después ingresó como estudiante de doctorado en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios del mismo Colmex, al que tiempo después, apenas egresada, la invitaron a integrarse como investigadora.

Cuadernos Americanos

La autora de Situación del ensayo cuenta que tiempo después el doctor Leopoldo Zea, entonces director del Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos (CCYDEL) de la UNAM, quien acababa de ser designado director de la revista Cuadernos Americanos, “me invitó a ingresar a la UNAM para apoyarlo en la edición de esta publicación, es decir, ¡de la misma revista legendaria y de portadas coloridas, algunos de cuyos números llegaban en la valija de mi padre!”. 

Y añade: “Editar una revista de la calidad, el enorme prestigio y la presencia de Cuadernos Americanos resultó todo un desafío. Me integré a partir de entonces como investigadora al CCYDEL, hoy Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), donde trabajo hasta la actualidad, y donde desarrollo un proyecto central de investigación dedicado al ensayo latinoamericano, su teoría, crítica y periodización, así como su relación con la historia de la cultura y la historia intelectual. No he dejado de soñar con la posibilidad de abrir un gran portal de la ‘inteligencia americana’, que permita el intercambio de textos y experiencias de autores y estudiosos de distintos ámbitos. Imparto desde hace ya más de treinta años un seminario de posgrado dedicado al ensayo, y dicto también clases de licenciatura, ya que la posibilidad de diálogo con estudiantes, tesistas y jóvenes investigadores es fundamental”.

La autora del libro Pensar el ensayo (2006) menciona que uno de sus primeros proyectos colectivos de investigación dentro de la UNAM se dedicó al ensayo y su relación con el campo de la cultura.

“Si examinamos la noción de ‘campo’ (que claramente tomo de Bourdieu) desde la perspectiva del ensayo, veremos que —sobre todo para el caso de América Latina— se puede observar una zona de encuentro entre las esferas literaria, intelectual y cultural. Y eso permite enriquecer la discusión en torno al ensayo y su relación con los procesos de simbolización y producción social de sentido. De allí surgió un primer volumen colectivo, Ensayo, simbolismo y campo cultural (2003). Pero en otra vuelta de la espiral, comencé a estudiar la relación entre el ensayo y la historia intelectual, para entender cómo se fueron trazando las redes de aquello que Reyes denominó de manera inmejorable ‘la inteligencia americana’. Ese nuevo proyecto, en el que participaron también colegas que trabajan Historia Intelectual, dio lugar a dos volúmenes coordinados por mí y que titulé Estrategias del pensar (2010)”.

A partir de estas investigaciones y conocimientos compartidos, Liliana Weinberg considera que este género literario es una “táctica” escritural, pero también una “estrategia”, ya que, por medio del ensayo, los escritores han incidido en cuestiones ligadas la “cosa pública” e incluso “han ido delineando a través de sus escritos su propio perfil intelectual y participando en procesos de debate o ‘batallas simbólicas’”.


Entre la estética y la historia cultural

Sobre este último punto, hay que decir que Liliana Weinberg considera que a través del ensayo “participamos tanto en una aventura intelectual como en una experiencia estética. Se trata de una poética del pensar, de un ejercicio de lucidez que se va desplegando a través de la escritura, un ejercicio de estilo que va configurando y encontrando su destino como forma a través de la escritura. El desafío que me propuse desde que comencé a trabajar el ensayo fue leer los textos sin reducir ni simplificar su sentido y sin dejar de lado sus dimensiones ética y estética. A través de la lectura de ensayistas como Octavio Paz o Tomás Segovia aprendí que en el caso de los textos es necesario atender tanto a su decir como a su querer decir. El ensayo se inscribe en un mundo que es diálogo, encuentro y debate, y por ello muchos se inclinan por someterlo a una lectura predominantemente ideológica o política. Pero no debemos olvidar que el ensayo es al mismo tiempo escritura, estilo del pensar y del decir, diálogo del escritor con la lengua y consistencia en cuanto forma artística”.

Y es que cuando ella comenzó a estudiar al ensayo en América Latina entendió que había quienes “abordaban el tema desde una perspectiva histórica e ideológica, mientras que otros estudiosos lo trataban desde una perspectiva predominantemente estética y literaria. Continuaban los debates en torno al ensayo como género, como prosa artística o como literatura de ideas. Me propuse poner en diálogo estas dos perspectivas, y así lo hice a partir de mi libro El ensayo, entre el paraíso y el infierno (2001)”.


Género que ha unido al continente

Esta investigadora del ensayo latinoamericano sabe perfectamente que este género ha conectado a México con el resto de las naciones que habitan el idioma español. Por ese motivo se ha preocupado en develar los lazos o vasos comunicantes entre diversos autores, pues “me han interesado particularmente escritores que, como los modernistas Martí, Rodó, Darío, permitieron a través de su obra tender puentes, establecer vínculos, trazar redes entre los distintos ámbitos literarios continentales. Pensemos por ejemplo en lo que significó la amplia circulación y recepción de la obra de Rodó y la expansión del arielismo. Dediqué mi tesis de doctorado a Ezequiel Martínez Estrada, escritor argentino que tuvo también una fuerte presencia en México, ya que, por ejemplo, su libro Muerte y transfiguración de Martín Fierro se publicó aquí por el FCE e incluso varios otros de sus grandes textos aparecieron también en México. Y desde luego que Borges atraviesa fronteras y genera comunidades de lectura muy fuertes, particularmente en países como México. Por otra parte, trabajé el tema de las conexiones entre distintos ámbitos del continente para la etapa de la Revolución mexicana en el capítulo ‘México y la constelación americana: publicaciones, migraciones, sociabilidades’, que forma parte de un volumen de la Historia de las literaturas en México publicado en 2019 por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM”.

Y en esas conexiones culturales e históricas es donde se observa plenamente ese sentido “estratégico” del ensayo como mecanismo de diálogo sobre el sentido público y simbólico de los pueblos por parte de los escritores latinoamericanos. Al respecto, Weinberg recuerda que “al estudiar a autores del siglo XIX como Esteban Echeverría, Domingo Faustino Sarmiento, Andrés Bello, Ignacio Ramírez, me interesó ver hasta qué punto su proyecto era continuar construyendo la independencia intelectual de América. Al mismo tiempo, me pareció que el ‘tironeo’ entre la afirmación de las nacionalidades y la búsqueda de un sentido americanista más amplio es un tema que amerita nuevas reflexiones. En el XIX la literatura está muy ligada a la construcción de las identidades y a la configuración de una idea de ciudadanía. Y ya muy pronto, con el modernismo, emerge una nueva perspectiva para ver la relación de América con el mundo, que (Ángel) Rama asoció al gesto de ‘sincronizar nuestros relojes’ con el tiempo europeo. Recordemos la genial intuición de Reyes, quien en sus ‘Notas sobre la inteligencia americana’ defendió el derecho a pensar nuestro tiempo y nuestro tempo”.

Para Weinberg, esta participación en el espacio público a través de la escritura ensayística no cesó en el siglo XX y lo que va del XXI, ya que la discusión se hace cada vez más compleja y se extiende a otros temas y zonas.


El proyecto ciudadanizador

En este mapa trazado por Liliana Weinberg, su brújula ha apuntado sobre todo hacia uno de los refundadores del ensayo en el siglo XX: el mexicano Alfonso Reyes. Pero ¿cómo observa Weinberg al ensayo creado por la generación a la que perteneció Reyes? “Aquí sí que he querido ser muy enfática, y he asociado el proyecto de Reyes con aquello que denominé ‘el ensayo en tierra firme’, a partir de una de las más prestigiosas colecciones del Fondo de Cultura Económica que lleva ese mismo nombre. Se trata de un proyecto que, con el antecedente titánico de Vasconcelos, hizo del ensayo un componente fundamental de un amplio proyecto de refundación moderna de la cultura que abarca la educación, el libro, la lectura, las bibliotecas, el libro, las revistas, las colecciones: un todo. Esto está asociado así a su proyecto de explorar las posibilidades del ensayo como parte de un programa intelectual y ciudadanizador del conocimiento, que puso en evidencia la genialidad de figuras como Reyes, Pedro Henríquez Ureña o Cosío Villegas como ‘estrategas’ de la cultura: fueron fundadores de instituciones y proyectos editoriales, y a través de ello contribuyeron a la renovación de las propias ideas de educación y cultura. Pensemos también en autoras de la misma época, como Gabriela Mistral o Camila Henríquez Ureña, cuya obra está tan ligada también al impulso de la lectura y a la figura del magisterio.


El ensayo ante la posverdad

Para la autora de Seis ensayos en busca de Pedro Henríquez Ureña el ensayo tiene vigencia en el siglo XXI, es un diálogo vivo que sigue contribuyendo al debate y a la reflexión pero, sobre todo, el ensayo arroja valores como la búsqueda de la verdad que son necesarios hoy ante la desinformación mediática. “Confieso que me persiguen ciertos temas que hacen a la dimensión ética de la palabra, y a los que dediqué muchas reflexiones y muchas páginas. Por una parte, la cuestión de la buena fe, la sinceridad, la verdad, la responsabilidad en el decir, que no solo está en la base del ensayo, sino que es uno de los presupuestos mismos del lenguaje. De allí la propuesta de ver el ensayo como una permanente búsqueda del sentido, de la relación entre lengua y mundo. A esto dediqué mi texto El ensayo en busca del sentido (2014), que circula a partir de estos días en línea, así como varios escritos y conferencias en torno a la buena fe. Es un tema que comenzó a preocuparme a partir de este grave clima de desconfianza en la palabra del otro, la desinformación y la eclosión de medias verdades, noticias falsas, mentiras disfrazadas de certezas, en esa epidemia cuyos virus han mutado hacia la ‘posverdad’, el rumor, la sospecha, la incertidumbre, la desconfianza que hoy nos inundan. Ya en sus ensayos inaugurales, Montaigne afirmó que ‘la palabra es mitad de quien la dice y mitad de quien la escucha’, de tal modo que generar sospecha o dejar proliferar la mentira, la falsedad, la inautenticidad, atenta contra la integridad de la comunicación humana toda. Si Montaigne se preocupó por la condición humana, también se preocupó por la comunicación humana”.


El ensayo en diálogo

Sobre los temas que ha trabajado en años recientes, Weinberg comenta: “me ha interesado el diálogo como elemento fundamental para propiciar el encuentro intelectual y vital entre autor, texto, lector y mundo: el ensayo como espacio de encuentro. Este fue el objeto de mi proyecto de investigación ‘El ensayo en diálogo’, que supuso además la formación de un grupo de colegas en diálogo, y derivó en un par de encuentros sobre el tema seguido de los dos volúmenes de El ensayo en diálogo (2017), que puede consultarse en línea y que es anticipo de un proyecto de formar una red de ensayistas y estudiosos del ensayo. El proyecto derivó también en una inolvidable experiencia docente, porque tuve a mi cargo y coordiné una cátedra extraordinaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dedicada también a ‘El ensayo en diálogo’, y en la que participaron colegas que fueron también colaboradores del libro”.


La Academia Mexicana de la Lengua

Liliana Weinberg es hoy parte de la AML, y ocupará la misma silla que alguna vez ocuparan José María Roa Bárcenas, Victoriano Salado Álvarez, Ermilo Abreu Gómez, José Pascual Buxó. ¿Qué piensa sobre el presente y futuro de esta institución, y qué cómo planea contribuir como académica?

“Empiezo por recordar que la AML es la institución cuyos aportes al estudio de nuestra lengua y nuestra literatura se hacen en el país que cuenta con el mayor número de hispanohablantes en el mundo —responde—. De allí que resulte fundamental la participación de la Academia en la elaboración de los distintos tipos de diccionarios y vocabularios, la edición de obras imprescindibles de nuestra tradición literaria, las reflexiones sobre la lengua y en general las distintas formas de diálogo que ha establecido con la sociedad y la cultura mexicana. Considero que la lengua misma es en nuestros días, por decirlo así, una de las grandes ‘protagonistas’ de la creación literaria: pensemos en la obra de Rulfo, por ejemplo, así como en la presencia de destacados representantes de la creación y la crítica en la Academia Mexicana de la Lengua. Son también muy grandes las contribuciones de varios académicos al estudio de las lenguas indígenas y la tradición oral. De modo que es de celebrarse que hoy surja toda una nueva generación de reflexiones a las que ya en el siglo XXI se unen nuevas miradas, como las que provienen de la lingüística, las neurociencias, la antropología, el derecho u otros campos del conocimiento y la imaginación.

“Espero poder contribuir al diálogo desde mis propios ensayos y escritos en torno al ensayo y la literatura latinoamericana, su relación con la historia de la cultura y la historia intelectual, o desde la lectura de la obra de autores como Henríquez Ureña, Reyes, Paz, Borges, Martínez Estrada, Tomás Segovia, y otros grandes escritores que han planteado además extraordinarias reflexiones sobre la lengua y la palabra. Espero también poder contribuir a las actividades de la Academia desde otra de las líneas que también he explorado: el estudio del libro, la lectura y el mundo editorial, las revistas, las redes intelectuales y los espacios de encuentro entre escritores: temas todos que también me han preocupado siempre”.

Para finalizar, dice: “Espero no haber dejado de tender puentes entre países, géneros, experiencias vitales e intelectuales”.

ÁSS

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