Lo advirtieron los Goncourt

Lo advirtieron los Goncourt | Nuestros columnistas

Sea del oficialismo o de la oposición, las ofertas de campaña nos tratan como una inmensa mayoría de imbéciles.

Los hermanos escritores Edmond y Jules Goncourt. (Archivo)
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

Los hermanos Edmond y Jules Goncourt dejaron un asombroso testimonio del París del siglo XIX a través de un Diario. Al igual que sus obras en colaboración (Sœur Philomène, Germinie Lacerteux, Manette Salomon o Madame Gervaisais), el dietario fue escrito a cuatro manos y sin hacer patente la autoría de cada entrada. En ese ejercicio cotidiano en que plasmaron la reflexión y la ironía de la vida en sociedad (y del ambiente político, intelectual y cultural de la capital francesa) la prosa es uniforme, sin contrastes estilísticos que permitan diferenciar al amanuense, como si ambos observaran, pensaran, redactaran e intuyeran los sucesos desde una misma perspectiva.

El Diario de los Goncourt fue redactado de 1848 a 1896. Son miles de páginas de anécdotas, retratos, crónicas y viñetas del medio siglo galo. La editorial mexicana Libros Magenta publicó un extracto en 2016, Memorias de la vida literaria 1863 (traducción de Armando Pinto), que aproxima al lector con esa obra majestuosa de los escritores naturalistas que fueron asiduos de las tertulias en el restaurante del señor Magny.

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De dicha edición, recordemos dos apuntes. En la entrada del 26 de enero de 1863, escriben: “El hombre admirable que es Balzac ha dicho muy bien en su Mercadet, que en política, uno llega a tener todo a partir de nada, sin tener que mostrar, como en las demás profesiones, algún talento”. (Mercadet es una comedia en tres actos que se publicó y estrenó en 1851, un año después de la muerte de Balzac, en el Théâtre du Gymnase).

Y en el extenso apunte del 28 del mismo mes: “El hombre inteligente debe considerar al pueblo como una inmensa mayoría de imbéciles. Todo su talento debe dedicarse a meterlos al aro. Nada más, ni progreso ni principios; sino frases, palabras, chistes: es lo que poco a poco discernimos en el tiempo presente que, un día, será historia, completamente, como el tiempo pasado”.

Hasta aquí la referencia del cuaderno de los Goncourt, en el que desfilan personalidades como Flaubert, Sainte–Beuve, Saint–Victor, Gautier, Taine, Renan y otros, pues lo que hay que destacar es que las observaciones de los hermanos en torno de las añagazas políticas son intemporales, cáusticamente exactas, incluso como estrategias de éxito infalible.

En el turbulento tiempo mexicano hay incontables episodios que fueron presente y hoy historia, pero de la que poco o casi nada hemos aprendido. A punto de acudir a las casillas, los personajes que contienden se ocupan de mentir, prometer futuros fantasiosos, hacer propuestas sin sustancia, dejar de lado los asuntos vitales (seguridad, salud, educación, ciencia, crecimiento económico, oportunidad de desarrollo y un largo etcétera), arengas vacías de principios y sin garante de progreso.

Sea del oficialismo o de la oposición, las ofertas de campaña nos tratan, tal como decían los Goncourt, como una inmensa mayoría de imbéciles. Frases, palabras, chistes incluso. Y si nos atenemos a esa línea, el único objetivo de aquellos que han llegado a tener todo sin talento alguno, es “meternos al aro”. Obligarnos a asumir que en esas pobres, patéticas o deleznables facciones, está nuestro destino.

No obstante, en periodo electoral lo mejor es llevar a cabo una retrospectiva del impacto que las imposiciones, la omisión, los atropellos o las regresiones democráticas de los gobiernos han causado en la vida personal, y reconocer que el voto determinará el futuro del que, ojala, nunca lleguemos a arrepentirnos.

Cada vez que hay elecciones, recuerdo la imaginativa propuesta de José Saramago en Ensayo sobre la lucidez: romper las boletas y llenar las urnas con papeles en blanco, para demostrar nuestro repudio a la clase política, pero en este turbulento tiempo mexicano, determinar al México al que aspiramos es la máxima responsabilidad del ciudadano.

Así que, ni modo. A votar.

AQ

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