‘Longlegs’: Oz Perkins entrega una cinta entre Demme y Fincher

Los paisajes invisibles | Nuestros columnistas

Aunque no llega a ser una fábula redonda sobre la malignidad imposible de combatir, vale la pena ver esta película por su esfuerzo en explorar ese universo vil, mefítico y perverso que tanto nos seduce.

Maika Monroe en 'Longlegs'. (Saturn Films)
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

Los expedientes de ilustres arquetipos de la bestialidad humana como Myra Hindley e Ian Brady, Ted Bundy, Gary Gilmore, Andrei Chikatilo, John Wayne Gacy, Charles Manson, Albert De Salvo, Sam Berkowitz, Henry Lee Lucas, Jeffrey Dahmer y un largo etcétera, no son únicamente la materia prima del thriller y el suspense. Sus perfiles son útiles, también, como repertorio de patologías mentales con el que escritores y cineastas ensamblan al Frankenstein a la medida de sus fábulas siniestras, sea mezclados entre sí o transfigurados por el poder de la maldad suprema.

El silencio de los inocentes (Jonathan Demme, 1991), lanzó a la fama a Hannibal Lecter, personaje de las novelas de Thomas Harris. David Fincher hizo Se7en en 1995, uno de los mejores filmes de serial killers, en el que la misión del psicópata se cumple cabalmente (ajusticiar al transgresor de cada uno de los pecados capitales). Con un estupendo guión de Andrew Kevin Walker, son muchos los aciertos de Fincher en Se7en que sería farragoso enumerar, pero entre ellos destaca la atmósfera opresiva, tenebrosa de principio a fin, de las escenas del crimen, la sordidez de los escenarios interiores y la hostilidad de los espacios exteriores, ambientes que no le resultaron igual de poderosos en Zodiac (2007), basada en el libro de Robert Graysmith, quien en 1969 era caricaturista del San Francisco Chronicle, el año de los homicidios del asesino del Zodiaco. Graysmith descifró los criptogramas del verdugo que nunca atraparon y el asunto lo obsesionó de tal manera, que abandonó el oficio de los cartones para dedicarse a escribir libros sobre asesinatos reales. Dato: con la película de Fincher, volvió a abrirse el caso. La nueva investigación desechó la hipótesis de que Zodiaco era Arthur Leigh Allen e identificó no oficialmente a Gary Francis Poste. De cualquier modo, el expediente seguirá irresuelto, pues Poste murió en 2021, dos años antes de que la policía llegara a esa conclusión.

Longlegs, escrita y dirigida por Osgood Oz Perkins (hijo del actor Anthony Perkins, quien encarnó a Norman Bates en Psicosis, de Alfred Hitchcock), resulta una curiosa mezcla narrativa de las dos películas de David Fincher con un ligero toque de la cinta de Jonathan Demme, solo que con un serial killer que recibe favores del averno.

De Se7en, Perkins remeda la tonalidad azul oscuro de la fotografía para llevar al espectador a lugares pavorosos, y se sirve del encuadre para exacerbar la naturaleza endemoniada de Longlegs, el criminal de su relato, quien al igual que Zodiaco deja mensajes encriptados por doquier. De El silencio de los inocentes reinventa a una heroína similar a la cadete Clarice Starling del FBI, pero con menos audacia y más introversión: Lee Harker, una novata con dotes de clarividente, que pisa entre cascarones en su doble condición de cazadora y perseguida, porque el mal se halla tan cerca y tan lejos de sí, que no alcanza a comprenderlo.

La película de Perkins siembra referencias de culto por doquier: un epígrafe de la rola de T–Rex, “Get It On” (1971); la portada del disco de Lou Reed, Transformer (1972); la cita en los diálogos del poema Satán dice, de la escritora laureada Sharon Olds; la portada del libro del antropólogo escocés James George Frazer, The Golden Bough: a Study in Magic and Religion, por mencionar algunos, aunque con todo, Longlegs no llega a componer una fábula redonda sobre la malignidad imposible de enfrentar o combatir.

No obstante, vale la pena verla por su esfuerzo en explorar ese universo vil, mefítico y perverso que tanto nos seduce, quizá por su paradójica condición de espejo. Es por ello que esta vez procuré no espoilear la trama, a fin de no empañar las expectativas del cinéfilo devoto del thriller, el suspense, el horror y los serial killers.

AQ

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