Eloy Urroz
A Fabio Morábito
Hay una Providencia entre los coches
lo mismo que se esconde —sin saberlo—
Otra para los cuerpos de los hombres.
Lo supe apenas, cuando manejaba.
De pronto Estaba allí, por todas partes,
Contemplándome: entonces yo miraba
la más íntima vida de los coches:
ocres, mansos caballos por mi calle.
No son ellos que buscan chocar, somos
nosotros rebelándonos, ahítos
de otros cuerpos y ansiosos otra vez
de herirnos, si se puede, con sus vidrios.