Los desvelos de Javier Marías

Los paisajes invisibles | Nuestros columnistas

La muerte engaña y oculta y trastorna todo: el amor, la reminiscencia, el apego, la nostalgia, la utopía de una eternidad que no se cumple.

Javier Marías, escritor y traductor español.
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

No era expirar, la muerte a secas. No era el olvido. Era el incierto viaje hacia la difuminación. Borrarse, desvanecer, desdibujarse, y con el cuerpo mismo, la extinción de todos los seres que llevamos dentro, porque también ahí están ellos, los que quisimos y los que detestamos, quienes fueron leales o sinceros, los que nos traicionaron, ellos, los que habitan en la historia personal: “La muerte no nos quita solo nuestra propia vida, sino las vidas de los demás”, escribió en Todas las almas.

No era el flujo incontrolable de las palabras, la confesión que nos delata. No era el callar deliberado, ni el silencio que engaña o disimula. Era la lengua en la oreja que no solo lame o besa porque vierte miel o echa veneno, halaga o aniquila (metáfora del crimen en Hamlet), desagravia, corrompe o envilece. “Escuchar es lo más peligroso, es saber, es estar enterado y estar al tanto, los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado tarde” (Corazón tan blanco).

No era el rostro que cambia con la edad, la cara marchita. No era la expresión severa o resignada o impasible o quizá doliente que da el futuro. Era la fisonomía convertida (o deformada) por los propios actos, la conducta respetable, hipócrita, estoica o pérfida inclusive. “Lo más arduo de las facciones no es crearlas sino que duren, porque tienden a caerse solas. Un esfuerzo sobrehumano, sostenerlas en el aire” (Tu rostro mañana. Fiebre y lanza).

No era la virtud o el vicio. No era la probidad o la malevolencia. La estancia en el mundo no se mide en lo humano sino en lo desalmado y en lo impío. En este hospedaje que ocupamos cada cual e imposible de saber por cuánto tiempo, hay monstruos por doquier, y son aquellos que rompen las reglas, que no fingen. “La vida es piadosa, lo son todas las vidas o esa es la norma, y por eso consideramos malvados a quienes no encubren ni ocultan ni mienten, a quienes cuentan cuanto saben y escuchan, también lo que hacen y piensan” (“Cuando fui mortal”).

No era el inconveniente de haber nacido. No era nihilismo ni amargura. Era la calma espera. Sosegada. Sin ilusión de permanencia. Sin delirio de inmortalidad. “Todo lo perdemos porque todo se queda, menos nosotros. Por eso cualquier forma de posteridad tal vez sea una afrenta, y quizá lo sea también entonces cualquier recuerdo” (Negra espalda del tiempo).

No era expirar, la muerte a secas. Era desvanecerse de improviso, palidecer o disiparse repentinamente. El incierto viaje hacia la difuminación. Ahí donde ya no queda tiempo de esclarecer cuanto hubo de misterio, siempre hay misterio de sobra en uno mismo, ni hay oportunidad alguna de desbrozar la trama y acoger lo sustancial o excluir lo vano. Querríamos remover eso que se piensa o se dice destino para conservar solo unas cuantas cosas, o rehacer aquello que fue inútil o anodino o nos dejó insatisfacción. La vida no es un libro. Un relato goza de otros atributos. “Es tan difícil saber qué va a resultar accesorio o fundamental una vez que estén terminados nuestro libro o nuestra historia o vida y sean tiempo conocido o pasado que ya no puede reproducirse. O acaso sí puede el libro, cada vez que es leído: pero no, cada lectura lo altera, y en cambio no lo reescribe ninguna”.

La muerte arranca el reflejo propio, nos despoja del principio de ser y estar en el mundo. La muerte engaña y oculta y trastorna todo: el amor, la reminiscencia, el apego, la nostalgia, la utopía de una eternidad que no se cumple. Decía Shakespeare que los dormidos y los muertos son como pinturas, bocetos perdurables, pero, acaso, Javier Marías sabía que hay en nosotros “la imparable conciencia de que la única forma de perturbar el tiempo es morir y salirse de él”.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.