Los enemigos del libro

Personajes

La destrucción de los libros es tan antigua como su propia existencia, siempre a manos de gente o regímenes que no toleran visiones distintas a la suya.

Póster de 1942 que muestra a nazis quemando libros. (Library of Congress)
Andrea Serdio
Ciudad de México /

La destrucción de libros es un hecho que se ha repetido en las más diversas regiones del mundo y no es sino muestra de incomprensión e intolerancia.

En 2004, el bibliotecólogo y escritor venezolano Fernando Báez publicó Historia universal de la destrucción de libros. Diez años después, editada por Océano, presentó una nueva versión de esa investigación para ampliar y actualizar los datos sobre este hecho perpetrado por el tiempo, la naturaleza y los accidentes, pero sobre todo, por el hombre.

Los primeros libros aparecieron en Sumeria, en el ahora sur de Iraq, alrededor de 3 mil años a.C. Ahí también comenzaron los ataques en su contra, que desde entonces han sido incesantes, como lo muestran la destrucción de la legendaria Biblioteca de Alejandría, en el Antiguo Egipto; o en pleno siglo XXI, de la extraordinaria biblioteca de Bagdad, durante la segunda Guerra del Golfo Pérsico.

Los enemigos del libro han estado presentes en todas las épocas. Muchos de ellos han sido —paradójicamente— grandes lectores, como Joseph Goebbels. En mayo de 1933, las hogueras ardieron en Alemania durante varias semanas cuando Goebbels incitó a los estudiantes de las universidades a la quema de libros considerados indeseables.

Los conflictos bélicos arrasan bibliotecas y archivos como sucedió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando miles de libros fueron destruidos en Francia, Italia, Alemania, Inglaterra, en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, donde toda la infraestructura cultural desapareció sin dejar huella.

S. Broder, Books are weapons in the war of ideas (1942)

Library of Congress

Cita de Franklin D. Roosevelt, "Los libros no pueden morir con fuego ...".


Todos los regímenes totalitarios han arremetido contra los libros que no coinciden con su forma de ver el mundo. En la Unión Soviética, en la España franquista, en la Italia de Mussolini, en la China de la revolución cultural. En Argentina y Chile durante las dictaduras militares, el libro ha sido blanco de flagrantes embestidas.

En la ficción, la destrucción de libros ha sido un tema frecuente. En El Quijote, la novela más grande de nuestro idioma, existe una escena en la que la sobrina de Alonso Quijano, su criada, el barbero y el cura deciden arrojar a las llamas los libros que el caballero andante había reunido a lo largo de su vida.

Otra obra que muestra la tragedia de la quema de libros es Fahrenheit
451, la novela de Ray Bradbury que fue llevada al cine en 1966 por François Truffaut. En ella, los bomberos son los encargados de quemar libros, esos objetos que según el gobierno impiden la felicidad de los ciudadanos y desalienta su productividad en el trabajo.

En la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa, filmada por Jean-Jacques Annaud en 1986 una de las escenas más impresionantes es cuando se quema la biblioteca del monasterio. Una desventura que suele replicarse en la vida real, sin considerar que defender los libros es defender la imaginación y la memoria.

AQ

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