Los gatos en el arte

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La belleza de los gatos nos acompaña, el arte los captura y ellos, que recibieron de Buda el regalo de ser eternos, nos enseñan a ser libres.

Gatos como las cincuenta y tres estaciones del Tōkaidō, grabado en madera del artista japonés Utagawa Kuniyoshi. (Wikimedia Commons)
Ciudad de México /

Hablemos de gatos que habitan en obras de arte, idénticos al gato nocturno que vive en la calle. De esa elegancia que no se pierde, que es instinto.

Hiroshige II: es discípulo del gran Hiroshige, es un gato blanco jugando con un cordón. Decía el filósofo Montaigne que cuando jugaba con su gata con un cordón, no sabía si él estaba jugando con ella, o ella jugaba con él. Es verdad, nos entrenan cómo debemos jugar. Los gatos de los grabados japoneses son poéticos, hermosos, respetan y recrean su verdadera naturaleza. No me gustan los gatos humanizados, los gatos de los grabados Ukiyo-e son felinos en esencia. Hay algunos vestidos con kimono, pero esa prenda también tiene la delicadeza felina.

Los gatos de Remedios Varo, entre plantas y felinos, con sus ojos idénticos a los de ella, que era una reencarnación de un gato medieval, eterno habitante de castillos y pactador de espíritus.

Min Zhen, el artista del siglo XVIII hace un gato con mucha autoridad y mirando al frente, fuerte y aislado, no hay hada en su entorno, es un retrato homenaje a un compañero.

Gustave Courbet, 'Mujer con un gato'. (Wikimedia Commons)

Pierre Auguste Renoir retrata a Julie, la sobrina de Eduard Manet, y mientras ella posa paciente, la estrella es el gatito mimado que está en su regazo. Ella lo abraza con amor y ese gatito puede estar ahí por horas, hasta que el artista termine el cuadro.

El gato velado, cómplice de la prohibida y controversial Olimpia de Eduard Manet que escandalizó a la sociedad por su descarada sensualidad. En la orilla del diván está un gatito como la Ronrris, con los ojos abiertos mirando al público que pide la expulsión de la pintura del Salón de Paris, su mirada les dice que son unos salvajes, insensibles a la belleza.

El artista en su estudio de Gustave Courbet, dice que es la historia moral y física de su estudio. De un lado están sus amigos y del otro la gente común, que ha sido pretexto para una pintura. Al centro, Courbet pinta con su modelo que se cubre con una tela, y en el centro un gatito blanco que, además de mantener limpio el estudio de bichos y ratones, era la verdadera inspiración y leal compañía de Courbet.

Gustave Courbet, 'Mujer con un gato'. (Wikimedia Commons)

El gato del grabador japonés Tahakashi Hiroaki es una xilografía de 1931, un gatito con una planta de tomates buscando algún insecto. La suavidad del cazador, la delicadeza de la línea, una composición perfecta que sigue la curva del cuerpo.

Los gatos de la cultura popular. Las Gatúbelas de Batman, la que interpreta Michel Pfeiffer en la versión de Tim Burton de 1992. Su jefe la arroja por la ventana, cae en el suelo, un grupo de gatos callejeros le salva la vida, un gato la muerde y su sangre se mezcla, le dan el don de sobrevivir. El vestuario de ella es maravilloso, roto como si acabara de pelear, ella misma lo hace, es parte de su renacimiento. Sensual y asesina, es un gato reencarnado, justiciero.

La belleza de los gatos nos acompaña, el arte los captura y ellos, que recibieron de Buda el regalo de ser eternos, nos enseñan a ser libres.

AQ

  • Avelina Lésper

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