Sin duda, la poesía de la Cábala es más que la adopción del lenguaje como uno de los temas pertinentes del verso, y los poemas de esta antología son también portadores de una visión inicial y una práctica real muy intensas: las cristalizaciones de las nociones más sencillas y más abstrusas de las cuales se han ocupado los círculos cabalísticos desde la alta Edad Media hasta el siglo XXI. Si bien en un principio el alcance conceptual de la poesía parece reservado (por lo cual los lectores necesitan “traducirlo” a una forma que se ajuste a su uso), las cuestiones abordadas en los poemas no podrían ser más sustantivas. Comprenden un amplio espectro de preocupaciones intemporales y preguntan, por ejemplo, qué significa o ha significado conservar un vínculo vital con el espíritu por medio del habla y por qué la conciencia de la majestad importa en el mundo de una semana cotidiana. Desde el principio, esta tradición considera cómo las primeras cosas están vinculadas con las últimas y dónde se sitúa el presente en relación con ambas. A partir del siglo XI —aunque algunos sostendrían que mucho antes—, Eros entra en la ecuación esotérica y los poemas abordan la cuestión de cómo ese hecho podría conformar una existencia devota. (De hecho, la dimensión erótica de la Cábala se vuelve tan central que el acoplamiento, la interminablemente compleja interrelación entre los aspectos masculinos y femeninos de la creación, es considerado, por los cabalistas, “el secreto y fundamento de toda existencia”). Con posterioridad la tradición examina los modos en los cuales la percepción del exilio cósmico altera la conciencia de nuestra presencia en un lugar y dónde y cómo la oscuridad y el mal participan en esta amalgama. Sin embargo, desde el principio los himnos de la tradición mística judía demuestran cómo el canto —casi de modo mágico y, a veces, con magia real— puede conducir y preservar el conocimiento transformador, incluso para quienes no saben del todo lo que saben. Además, muestran cómo una visión del múltiple vínculo de todas las cosas y todos los grados de pensamiento y sentimiento pueden quedar asentados en la cadencia y la trama de un verso, en una serie de sonidos encadenados en el aire.
La Cábala, según esta interpretación, no se limita a las corrientes de pensamiento religioso que comenzaron a conformarse entre los pequeños y selectos grupos de hombres a finales del siglo XII o principios del XIII en el sur de Francia y en España (corrientes que se diseminaron hasta ubicaciones situadas más al sur y al este y al norte y, al cabo, al oeste durante los ocho siglos siguientes, a medida que la visión cabalística fue entrando gradualmente en el torrente de la vida judía). La Cábala es aquello que evoluciona históricamente, por supuesto; pero también es una tradición cuyas raíces espirituales se remontan al Talmud y, según otros, incluso a las propias Escrituras, según el más destacado erudito actual en la materia, Moshe Idel. Al advertir que el término hebreo significa “aquello que ha sido recibido”, Idel explica que “en una forma más amplia, tal como la utilizan los judíos tradicionales, la Cábala es una tradición esotérica sumamente antigua transmitida a través de los siglos [...]. Fue considerada la modalidad de estudio más sublime y a la postre también la más peligrosa del judaísmo”. En este sentido más lato se emplea el término en el título de la presente obra, pues, al igual que con la Torá, así con la Cábala: en ninguna de las dos hay un “temprano o tarde” (como afirman los rabinos). De ahí la presencia en este libro de muchos poemas anteriores a la eclosión de la Cábala propiamente dicha, pero que de una u otra manera están imbuidos del espíritu y la penetración de ella, según sostienen los cabalistas mismos. […]
Los poemas reunidos en este volumen, si bien conducen y transforman una corriente espiritual única, responden a terrenos culturales muy diferentes y emplean aperos múltiples. Florecen en tres continentes a lo largo de un periodo de unos mil quinientos años, por lo que hallamos, unas junto a otras, obras maestras cosmológicas y poemas de ocasión; hechizos eróticos y fantasmagorías épicas; poemas como baladas y consignas didácticas; sencillos himnos de la más pura devoción y versos gnómicos de fascinación numerológica. En lo formal hallamos monorrimos cuantitativos, rimas estróficas cuantitativas, versos libres rimados y no rimados, sonetos e himnos silábicos, entre otros, todos ellos dentro de un marco espiritual cambiante. Los placeres y los problemas que se presentaron al traductor fueron, entonces, sumamente diversos, por lo que conviene añadir algo al respecto.
Las traducciones inglesas de la poesía derivada de las tradiciones místicas judías, entre otras (sobre todo de Oriente Próximo), se han inclinado, durante el último medio siglo, a prescindir de la supuesta interferencia de los aspectos formales del verso original para así centrarse mejor en lo que los traductores tenían por la esencia espiritual más relevante de la poesía, la cual era luego reprocesada y empaquetada siguiendo las pautas de una estética nueva (y últimamente de la Nueva Era). No obstante, casi nunca se han emprendido de manera responsable y receptiva —y menos aún inspirada—, teniendo en cuenta las implicaciones formales y musicales clave del verso original, que a menudo reflejan preocupaciones sociales, estéticas e incluso éticas o teológicas más amplias. Como resultado, casi siempre nos han dejado poemas homogeneizados de abstracción vacía, vasos porosos colmados de las proyecciones de los traductores y de las fantasías de liberación espiritual de los lectores.
En el caso de la poesía de la Cábala —una tradición religiosa muy difundida cuya esencia misma se basa en buena medida en la fidelidad apasionada y la aplicación visionaria de los actos prescritos de observancia religiosa, o mitzvot, y que a veces se desarrollaron como reacción a crisis históricas— pareció importante destacar menos el impulso liberador y a veces antinómico tan comúnmente relacionado con el misticismo contemporáneo que la tensión dialéctica entre los planos de la esencia y la recreación que caracterizan a la tradición cabalística en su conjunto. Por ello, he optado por trabajar con los elementos formales preexistentes del verso en lugar de reconfigurarlos radicalmente o refundirlos en busca de una poesía que acaso podría quedar retenida en su centro: en otras palabras, he procurado liberar la experiencia religiosa presente en el corazón de estos poemas no desde la forma, sino a través de la forma, es decir, dentro de las diversas prosodias que se hacen eco de las de los poemas originales que emanan de Palestina, Babilonia, Askenaz, España, Yemen, Turquía, África del Norte, Italia y Europa oriental. A fin de reflejar esa diversidad y el énfasis predominantemente conservador en la observancia de la tradición cabalística, se ha mantenido en general la integridad estructural de los poemas hebreos en estas traducciones y los aspectos musicales de la poesía se han incorporado de manera más o menos directa. Los poemas que riman en el original riman en inglés, aunque de modo más laxo. De igual modo, no he pretendido “fotocopiar” los distintos metros de los originales hebreos, arameos, yidis o ladinos, sino que me he guiado por ellos y he buscado equivalentes rítmicos en inglés. La profundidad del contenido —extático, oracular o elegíaco— tiende a quedar grabada en la superficie de un poema, así como la concentración y la intensidad, junto con las específicas densidades de su textura y timbre; al asimilar dicha superficie, he buscado dejar constancia de estas cualidades dentro del tejido del inglés. He hecho todo lo posible por tener en cuenta, de principio a fin, lo que Gershom Scholem llamó el “énfasis paradójico en la congruencia entre la intuición y la tradición” de la Cábala.
Es asimismo crucial recordar aquí que muchas de estas composiciones —estas máquinas espirituales hechas de palabras, para adaptar la definición de William Carlos Williams del poema vanguardista— fueron, y siguen siendo, usadas como recursos para la meditación y la plegaria. Es la experiencia de esta tensión y forma, de este giro y sonido, la que he procurado ofrecer en las traducciones que siguen.
Jerusalén y New Haven
Ascender hasta lo altoAnónimo
Ascender hasta lo alto
y descender a lo bajo,
montar las ruedas del carro
y averiguar en el mundo,
errar por la tierra y mirar el esplendor,
gozar de la bendición de la Corona
y entonar la Gloria,
decir alabanzas
y enlazar las letras,
decir nombres
y observar lo habido
arriba y abajo,
saber el sentido
de lo vivo
y ver la visión
de los muertos.
Vadear ríos de fuego
y conocer el relámpago.
Conjuro contra Lilit
Anónimo (El Zohar)
Velada en velludo,
¿está aquí?
Aléjate, aléjate:
No habrás de entrar,
no has de surgir.
No es tuyo ni te toca parte.
Retrocede... Retorna:
El mar se agita;
sus olas llaman.
Me acojo a la parte sagrada:
la santidad del Rey me acoge.
Acógeme bajo tu ala
Hayim Nahman Bialik
Acógeme bajo tu ala,
sé mi madre, sé mi hermana;
tu lugar, reposo de mi frente,
nido de mi plegaria indeseada.
A la hora de la piedad, al ocaso
hablaremos de mi secreta congoja:
aseguran que hay juventud en el mundo:
Qué sucedió con la mía?
Y hay una cosa más, una pista:
mi ser se vio abrasado por una llama.
Aseguran que hay amor por todas partes:
¿Qué es lo que quieren decir?
Fui traicionado por las estrellas:
hubo un sueño, que también ha transcurrido.
Ahora en el mundo no me queda nada,
nada de nada.
Acógeme bajo tu ala,
sé mi madre, sé mi hermana;
tu lugar, reposo de mi frente,
nido de mi plegaria indeseada.
*Título de la Redacción.
Poesía de la Cábala se presentará el 3 de noviembre a las 12 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Participarán Peter Cole, Aurelio Major, Jeannette L. Clariond, Angelina Muñiz-Huberman y Tania Favela.
AQ