Filosofía a sorbos
Con su lucidez proverbial y la belleza de su estilo, Tazas de caldo es, de una parte, la obra más personal de Vicente Verdú, y, de otra, una muestra del pensamiento filosófico y sociológico propagado mediante píldoras. O, en el mejor de los casos, mediante balas de plata. ¿Balas de plata que dan en el blanco y sosiegan como un caldo? ¿Tazas de caldo para consumir el texto a sorbos y no ya de un grosero tirón, como los bestsellers baratos? Cualquier acierto en la diana de la verdad, la emoción o el deseo procuran paz y compañía de espíritu. Pero también, como sin humor no se llega a ninguna parte, la “taza de caldo” evoca la “sopa de ganso”. Marx regresa así desde el capital ardiente y pesado de una vieja siderurgia a la irradiación correspondiente al presente “capitalismo de ficción”, que seduce con el artero fulgor de una chispa.
FRAGMENTO
Toda obra de arte supera o degrada el arte del artista. Ella es su juez, su amante, su designio. La reina de la fiesta o el funeral.
En la vejez debería ser cada uno mejor que en la juventud. Lo contrario es una mamarrachada.
Oigo decir que pintar o escribir procura salud y más vida al artista. Dos son las razones que pueden sostener esta afirmación: no se puede trabajar sin salud, y, sin vida, ¿qué sería de la respiración?
La obviedad es la madre de la caridad.
Ser simple es negativo, pero simplificar es positivo. La acción es definición.
Una de las peores noticias es aquella que se recibe de un médico, y la mejor también.
La reconciliación es la circunvalación del amor.
El pensamiento se suicidaría sin el lenguaje. Ya casi se ahorca incluso con él.
Esperar esa llamada telefónica que no llega transforma el aparato, a fuerza de observarlo, en un ser vivo.
De pronto alguien dice aquí que ha recibido el alta, otro que acaba de sufrir una operación, otro que ha perdido a su padre. Todos van señalando muertes y amagos de muerte. Lo sobresaliente es que al mencionarlos los hacen vivos. Parte del todo que alienta.
Por lo general, estamos tan distraídos con nosotros que nos perdemos el mismo mundo.
La mnemotecnia ayuda a recordar, pero ¿cómo ayudarse para olvidar?
El tiempo desfigura. ¿Es el tiempo inexistente? Lo contrario: es la existencia de toda figuración.
Vicente Verdú: Tazas de caldo.
Anagrama, España, 2018.
Palabras primas
Un hablante. Dos orillas. Dos lenguas maternas que son iguales y al mismo tiempo diferentes: el habla española y el habla latinoamericana. Y una lengua paterna fantasma, “el japonés que se marchitó para que floreciera mejor mi español”. El resultado es un libro sobre las palabras a través de la memoria, la geografía, las lecturas, la historia y los nuevos escenarios de la escritura en la era digital, por el que obtuvo el IX Premio Málaga de Ensayo.
En la estela del ensayo contemporáneo que reivindica el humor, la conversación y el paseo intelectual, Fernando Iwasaki comparte sus hallazgos y perplejidades como lector, hablante y escritor de dos periferias del español —Perú y Andalucía— desde el Siglo de Oro hasta nuestros días, para entregarnos risueño Las palabras primas: “Si existen números primos, ¿por qué no deberían existir las palabras primas? Sin salir del diccionario, una palabra prima podría ser tonta, estar adelantada, parecer semejante, servir de recompensa y lucir primorosa, además de poseer connotaciones familiares, musicales, económicas, jerárquicas y comerciales, por no hablar de las posibles combinaciones entre todas ellas. Por ejemplo, cuando una prima hermana se convierte en una prima de riesgo”.
Fernando Iwasaki: Las palabras primas. Páginas de Espuma, España, 2018.
—G. O.