“Una alianza de emoción y erudición”, así presenta Emmanuel Kasarhérou, director del Museo Quai Branly en París, la exposición Los olmecas y las culturas del Golfo de México inaugurada el 9 de octubre. Se trata de la primera gran exposición consagrada en Europa a una de las más antiguas culturas mesoamericanas y que responde al gran interés del público francés por nuestro país. Prueba de ello fue el éxito de la exposición Teotihuacán. Ciudad de los dioses en 2009, la más visitada hasta ahora, con 250 mil entradas, y que ha conducido a renovar la experiencia en estrecha colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
“Los lazos entre Francia y México son ancestrales”, señala Steve Bourget, responsable de las colecciones de las Américas y curador de la exposición por el Quai Branly:
“No hay que olvidar que las primeras excavaciones arqueológicas internacionales las efectuaron equipos franceses en el siglo XIX. Desde entonces se constituyó un grupo de investigadores, arqueólogos y antropólogos especializado en México. Las exposiciones realizadas con México forman parte de la identidad del museo desde su creación en 2006”.
De hecho, el emblema y logo del Quai Branly es una estatuilla originaria de Guanajuato, perteneciente al pueblo Chupícuaro, realizada entre 400-100 a. C.
Inicialmente programada para mayo pasado, la exposición reúne 300 piezas procedentes de veinte acervos diferentes para dar a conocer la cultura olmeca y su legado. Un gran esfuerzo logístico fue requerido para el traslado, en plena crisis sanitaria, de las piezas monumentales que la constituyen, en su mayoría por primera vez exhibidas fuera del país.
Para Cora Falero Ruiz, curadora por el Museo Nacional de Antropología, la exposición busca dar pie a nuevos estudios, nuevas interpretaciones de la cultura olmeca. Se inscribe, en efecto, en una fase renovada de diálogo y, sobre todo, de “lectura compartida de patrimonios”, como apunta Juan Manuel Garibay López, coordinador nacional de museos y exposiciones del INAH: “queremos ofrecer una perspectiva con lecturas múltiples, construida a partir de lecturas combinadas, de ida y vuelta, entre Francia y México”.
La clave de la exposición es la diversidad, mostrar “cómo la identidad es en realidad una red de culturas, de signos; la unidad se expresa a través de los gestos, los rasgos, los vínculos con la biodiversidad que generan un continuo regional”. Una diversidad viva, a imagen del México contemporáneo, que encuentra su germen primigenio en una cultura madre como la olmeca.
La museografía elegida para esta gran exposición invita al público a entender el lenguaje de la piedra, a partir de los objetos mismos, sin que forzosamente se lean las explicaciones. Seis ejes temáticos, que abarcan tanto el entorno como el funcionamiento ritual de la sociedad olmeca, permiten descubrir y adentrarse en una cultura que no deja de suscitar interrogantes. La arquitectura misma del museo permite el diálogo con las otras culturas presentes en sus colecciones, provenientes de Asia, África, Oceanía, América, y con la ciudad misma: la torre Eiffel y la iglesia ortodoxa rusa pueden verse desde los amplios ventanales que rodean la exposición. Hasta el 25 de julio de 2021, los visitantes del museo parisino serán recibidos por una de las cabezas colosales, características de la cultura olmeca.
ÁSS