Los ricos van al cielo

Toscanadas | Nuestros columnistas

"Las deudas humanas se borran cuando se perdonan. En cambio Dios es peor que el buró de crédito".

Juan Antonio Frías y Escalante, 'Abraham y Melquisedec'. (Wikimedia Commons)
David Toscana
Ciudad de México /

Cada Día de Todos los Santos celebramos a quienes cumplieron su estancia en el purgatorio y les dan su visa para ir al cielo. Supongo que habrá alguna ceremonia de recepción. Estarán contentas las buenas mujeres que ya llevaban en el paraíso algunos siglos esperando a los bribones de sus maridos. Gran fiesta habrán armado las seis esposas de Enrique VIII.

Millones de almas en purga han de ponerse nerviosas cuando algún papa dice que el purgatorio no existe. Tal como las autoridades soviéticas negaban la existencia de los gúlags. Más contentas estarían con papas como Julio II o León X que lucraban bellamente con las indulgencias. Con ellos había certeza legal. Más fácil era que un rico fuera al cielo que aquello del camello.

Se suele rezar “perdona nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Pero las deudas humanas se borran cuando se perdonan. En cambio Dios es peor que el buró de crédito; con él siempre hay que someterse a una temporada de latigazos y caminatas sobre carbones candentes.

Por eso es poca la gente que va al cielo sin hacer escala en el purgatorio. Dimas fue. O eso parece, puesto que Jesús le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lo curioso es que a Jesús le faltaban algunas jornadas para ir al paraíso. Primero debía bajar a los infiernos, luego resucitar, mover la piedra, andar por la calzada de Emaús, encontrarse con sus once discípulos, aguantar que Tomás le rascara el costado con una uña sucia, y remontarse a las alturas hasta que se le congelara el cuerpo a los ocho mil metros de altura.

Un primero de noviembre ocurrió el famoso terremoto de Lisboa. Creó inquietudes ideológicas, pues ¿cómo era posible que cuando la gente estaba rezando con devoción, Dios les echara encima el techo de la iglesia del Convento do Carmo? Quizás no era castigo sino premio para que las almas se fueran en primera clase al cielo; pero así no lo entendieron los lisboetas que se lanzaron a quemar judíos.

San Alonso de Orozco, estudioso de la justicia divina, aseguró que en el purgatorio se sufrían castigos más crueles que los que podían padecerse en vida, y que estos llegaban a durar “mil años o dos mil, según la justicia de Dios les tasa”. Con semejantes cuentas, este Día de Todos los Santos celebraríamos la redención de gente como Caifás o Poncio Pilatos. Y aquel abuelo que pensábamos que Dios lo tenía ya en su gloria, no lo veremos en la patria celestial sino hasta pasado el año 4000.

Orozco el santo asegura que la oración es muy útil para reducir la condena, aunque no tan útil como enviar “diez mil dracmas de plata” al jefe en Roma. Vayamos, pues, echándole monedas a la alcancía.

AQ

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