Una tarde, en la casa de Buñuel, durante una de las entrevistas grabadas que Tomás Pérez Turrent y yo hacíamos al cineasta para el libro Prohibido asomarse al interior, hablamos de los títulos de las películas.
“El título —nos dijo— puede dar riqueza a la película, estimular la imaginación. Los pintores surrealistas ponían a sus cuadros títulos que ‘no correspondían’. Por ejemplo: el cuadro mostraba a una mujer sentada en un jardín y el título era La bienaventuranza llegará el día en que mueran. El cuadro adquiría entonces una nueva significación, y ésta era extraña, pero no por fuerza arbitraria. En mi caso, si el título se me ha impuesto de pronto en el pensamiento, lo considero inmediatamente adecuado”.
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Era un motivo sugerente, uno de esos asuntos en torno a los cuales no había que fatigarse en sacarle las palabras a don Luis, y por esa nueva brecha de ataque nos colamos, comenzando por la ópera prima, es decir, Un perro andaluz. Don Luis recordó que por aquel tiempo, el año 29, Henry Miller le había enviado una carta de tres páginas en la que hablaba de lo mucho que la película le había impresionado y cómo deseaba discutirla con su autor.
—Me decía que iba a estar en tal café a tal hora del día. Fui y estuvimos hablando una hora. No me habló de muchos detalles del film. En su mal francés me discutía el título. No debía llamarse Un perro andaluz, sino La perra andaluza, decía.
Le dije a Buñuel que la discordancia entre el título y el argumento de la película sucedía muy particularmente en los últimos tiempos, por ejemplo en El fantasma de la libertad, un film que si hubiera tenido otro título hubiera funcionado igual.
—No creo —dijo—, porque en el fondo hay algo. No puse el título arbitrariamente. Hay algo de libertad, porque en esa película hay un episodio en el que se grita “¡Vivan las cadenas!”, y eso lleva a lo contrario: “¡Viva la libertad!”. El fantasma de la libertad está inspirado en aquello del comienzo del Manifiesto comunista: Un fantasma recorre el mundo…” Y el motivo con que empieza y termina la película es la libertad. El hombre busca la libertad, que es como un fantasma de niebla; él cree alcanzarlo y abrazarlo, pero sólo le queda un poco de humedad en las manos…
Se me ocurrió entonces, y empecé a decirlo con alguna reticencia, pues sabía qué reacio era don Luis a las interpretaciones de sus películas más allá de lo que en ellas es visible y audible, que el título El fantasma de la libertad podía abarcar su obra entera desde Un perro andaluz hasta Ese oscuro objeto del deseo: alucinados por ese fantasma de la libertad que más se aleja cuanto más se le busca, por ese objeto de deseo que oscuramente quieren que sea inalcanzable para que el deseo no termine, los personajes de Buñuel son trágicos en el sentido en que, tensos hacia aquello a lo que aspiran, se mantienen en perpetua agonía; y Buñuel, felicitándonos por nuestra trouvaille, nos dejaba hablar y sonreía. Todavía propuse una especie de título definitivo y global: Ese oscuro objeto del deseo: el fantasma de la libertad.
ÁSS