El legado vivo de Luis Villoro

Filosofía

A cien años de su nacimiento, el creciente interés por obras que abordan al filósofo es señal de su vigencia.

Luis Villoro, filósofo mexicano de origen español. (Archivo MILENIO)
José Manuel Cuéllar Moreno
Ciudad de México /

Guillermo Hurtado acometió la desafiante tarea de espigar lo mejor y lo más representativo de la obra del filósofo Luis Villoro (1922-2014). El resultado es un libro titulado La razón disruptiva (Debate, 2023). Esta compilación es la tercera parte de un tríptico conformado por La figura del mundo. El orden secreto de las cosas (Random House, 2023) y La identidad múltiple (El Colegio Nacional, 2022).

En La figura del mundo, Juan Villoro nos abre las compuertas de su memoria y nos regala cuadros íntimos y conmovedores: vemos a un joven Luis Villoro retroceder escandalizado ante esa fila de peones que le daban la bienvenida en Cerro Prieto (la hacienda mezcalera familiar en San Luis Potosí) y que se dirigirían a él con el oprobioso título de “patroncito”; vemos a Luis Villoro sentado en el Café Valadez de Guanajuato con Estela Ruiz, su futura esposa; lo vemos impartir clases de civilidad en el estadio de CU; lo vemos fundar al lado de Heberto Castillo (presidente del Partido Mexicano de los Trabajadores) una taquería de izquierda…

Testimonios como el de Juan Villoro no abundan en la filosofía mexicana. Podemos mencionar los antecedentes de Ángeles Gaos (Una tarde con mi padre) o de Ramón Xirau (Memoria de Joaquín Xirau). Juan Villoro, sin embargo, no termina de delinear los contornos de su padre. “Lo admiraba como se admira un peñasco.” La imagen que nos queda es la de un hombre distante, incluso frío. Un pensador de tiempo completo que conocía y ponía a su servicio el significado filosófico del silencio. Un jardín frondoso rodeado de murallas casi inexpugnables.

En 2022 Luis Villoro hubiese cumplido 100 años. La identidad múltiple salió justo a tiempo para la celebración. No concibo mejor manera de festejar el cumpleaños de un filósofo que dando a la imprenta un libro inédito. Este libro no sirvió por suerte de epitafio sino de feliz anuncio. Luis Villoro seguirá siendo en los años porvenir una cantera rica en ideas. La razón disruptiva (prolongación de los festejos) es prueba fehaciente de que su vigencia y su relevancia están fuera de discusión. Guillermo Hurtado dividió la antología en cuatro partes que no hay que suponer distintas e inconexas, sino que son como las cuatro facetas de un mismo cristal: “lo otro y los otros”, “conocimiento, racionalidad y verdad”, “el poder y las ideas”, “comunidad, democracia y justicia”.

Decía Juan David García Bacca (profesor de Luis Villoro) que los filósofos no son muy distintos de esos monomaníacos que mastican una y otra vez el mismo sonsonete. Luis Villoro no fue la excepción. Hay una nota sostenida que recorre y unifica su obra. Se dejó oír en agosto de 1947, cuando se reunió con Vicente Lombardo Toledano y con otros quinientos estudiantes para formar un partido político (la iniciativa no fructificó.) Y se dejó oír décadas más tarde, a mediados de los 90, cuando Luis Villoro, don Luis, cruzó potreros y acahuales —unas nueve horas a pie por senderos sinuosos— para llegar al “Cama de nubes”, el cuartel general del EZLN en lo alto de una sierra, plantarse delante del Subcomandante Marcos y soltar a bocajarro: “Quiero entrarme de zapatista”. La experiencia de la exclusión y las acciones de contrapoder. Estos fueron —con variados nombres y variadas soluciones— sus dos temas (aunque en realidad, vistos de cerca, son uno solo).

El instantaneísmo de Kierkegaard, la fenomenología de Husserl, la hermenéutica ontológica de Heidegger, la sociología marxista de Karl Mannheim, el historicismo de Ortega y Gasset y el existencialismo cristiano de Gabriel Marcel están en el ADN de Luis Villoro. Incluso en aquellos ensayos de filosofía analítica se advierte su huella. Luis Villoro siempre fue sensible a esos estados de ánimo y a esa afectividad que precede a cualquier elaboración teórica. Da la impresión de que ésa fue su tragedia: estar condenado a pensar y a “romper en conceptos” aquello que se desborda de la razón discursiva: lo otro, lo sagrado, la injusticia, la comunidad… El análisis filosófico abre inevitablemente un hiato entre la inmediatez palpitante de la vivencia y el lenguaje; entre ese frágil índice que denominamos “yo” y la presencia enigmática de los otros. En la Mezquita Azul de Turquía, el filósofo elevó su plegaria, su sonsonete: “Permite que se aleje mi orgullo, que se destruya mi inmensa vanidad, que se borre por fin mi egoísmo”.

Portada de 'La razón disruptiva'. (Debate)

Luis Villoro formó parte del Grupo Hiperión (1947-52) junto con Emilio Uranga, Jorge Portilla y Ricardo Guerra. Los hiperiones tenían dos enemigos: la ortodoxia heideggeriana del doctor Gaos y la epistemología “anacrónica”, “pedante” y abiertamente anti-histórica de los neokantianos mexicanos (agrupados bajo el nombre de “Amigos de la Filosofía Crítica”). Se suele decir de los hiperiones que fueron folclóricos y nacionalistas. Se trata de un prejuicio. Todos ellos sentían una especial aversión por el término “nacionalismo” y por la cosificación del mexicano (a través de películas y propaganda política). Más correcto sería decir que defendieron una posición anti-colonial y anti-totalitaria. En las conferencias de este período, Luis Villoro no se limitaba a comentar dócilmente los textos de Gabriel Marcel. Una de sus primeras maniobras teóricas consistió en alejarse del idealismo y en asumir la radical encarnación de la conciencia. Villoro veía en el Yo trascendental el cumplimiento de ese sueño burgués de desvalorización total de la naturaleza, su utilización desenfrenada y su final dominio. “El Yo Trascendental, sujeto del idealismo, válido para todo hombre, legislador de la naturaleza, otorga a ésta, regularidad y forma. El hombre, en tanto sujeto universal y potencia técnica, aparece como la única fuente de orden y organización del mundo.”

Nunca abandonó esa convicción seminal. Nunca sucumbió a la quietud del escritorio. Una filosofía que se repite hipnóticamente a sí misma termina por ser un instrumento de dominación. La filosofía genuina —la filosofía de Luis Villoro— es una “filosofía de la incertidumbre”, “filosofía de una existencia abierta a todas las posibilidades sin ser clausurada por ninguna”.

A lo largo de La razón disruptiva, Luis Villoro se enfrenta a verdades escleróticas o ya osificadas; intenta urdir mallas categoriales que aprehendan una realidad de suyo múltiple y fluyente, acortar la distancia que separa a las experiencias personales de las creencias, superar ese primer y último escollo que es el ego. “Una reflexión filosófica no concluye cuando formula una respuesta sino cuando es capaz de plantear un nuevo interrogante.”

José Manuel Cuéllar Moreno

@Jmcuellarm

Doctor en Filosofía. Autor, entre otros libros, de ‘La Revolución inconclusa. La filosofía de Emilio Uranga, artífice oculto del PRI’ (Ariel, 2018). Editor y compilador del libro ‘La exquisita dolencia. Ensayos de Emilio Uranga sobre Ramón López Velarde’ (Bonilla Artigas, 2021).

AQ


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