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Lynchiano, una vibra indescriptible

Los paisajes invisibles

El adjetivo es algo más que elementos surrealistas o atmósferas misteriosas y amenazantes.

Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

Lynchian: “característico, reminiscente o imitativo de las películas o los trabajos televisivos de David Lynch.

“Lynch destaca por yuxtaponer elementos surrealistas o siniestros con entornos mundanos y cotidianos, y por utilizar imágenes visuales convincentes para enfatizar una calidad onírica, un misterio o una amenaza”. Así define el Oxford English Dictionary al adjetivo que en español diríamos lynchiano, como todo aquello que acostumbramos asociar con la impronta estética de quien sea, lo kafkiano, lo dickensiano, lo buñueliano, lo daliniano, lo hitchcockiano. La percepción, al fin y al cabo, menosprecia la objetividad y privilegia la fantasiosa voz interior que nos revela las supuestas coincidencias entre la realidad y la ficción.

Ejemplares de ‘Cinco poetas rusos’. (Cortesía)
Ejemplares de ‘Cinco poetas rusos’. (Cortesía)

Sin embargo, lo lynchiano es algo más que elementos surrealistas o siniestros o ambientes misteriosos y alucinantes ya que en ese caso, el adjetivo no tendría sentido habida cuenta de los artistas y las obras que con esos mismos fundamentos se le adelantaron al cineasta y músico nacido en Montana en 1946 para crear un universo propio, y podríamos enumerar otros atributos para definir lo que, por causa justa, merece reconocerse con su mítico apellido.

Hablemos, por ejemplo, de la virtud para embarcarnos en un viaje prolongado, tan parecido a aquellos que producen los paraísos artificiales. Desde Eraserhead (1977), su primer largometraje, David Lynch demostró una asombrosa capacidad para ensanchar el tiempo narrativo no solo en lo visual sino en la acción y el movimiento, por lo que el público percibe sus películas más largas de lo que son, y la mayor de las veces totalmente concentrado en la pantalla. Lo mismo sucede con su música. Basta con escuchar su última grabación. El sencillo Ghost of Love b/w Imaginary Girl (2022). Dos tracks de 5:31 y 4:14 minutos, respectivamente, que suenan como un Long Play y nos sumergen en las texturas de una acústica que se demora en los sentidos casi como el medio tiempo de un partido de fútbol.

¿Qué decir de Blue Velvet, Wild at Heart, Lost Highway, Mulholland Drive? Deliciosamente extensas, igual que sus rolas “Pinky’s Dream” o “Good Day Today” del álbum Crazy Clown Time (2011) o “The Big Dream”, “Star Dream Girl” o “I’m Waiting Here” de The Big Dream (2013), piezas que parecen sustancias psicotrópicas, como ciertas escenas de los filmes mencionados. Un ejemplo: el accidente en la autopista oscura de Wild at Heart, en que Sherilyn Fenn se mesa el cabello, le molesta lo pringoso que lo siente y luego muere ante Lula y Sailor. Esa agonía dura más en los sentidos que en el proyector, quizá por eso Lynch repitió el fatal choque de autos en Mulholland Drive, invocando las mismas emociones que despiertan “Star Eyes (I Can’t Catch It)” y “Dark Night of the Soul”, las canciones que grabó con Danger Mouse y Mark Linkous para el álbum Dark Night of the Soul de Danger Mouse y Sparklehorse (2010).

Lynchiano es, también, un personaje grotesco y tímido pero innegablemente cruel y pervertido. Ejemplos: Boby Peru interpretado por Willem Dafoe o Jingle Dell por Crispin Glover o Perdita por Isabella Rosellini (Wild at Heart), equivalentes a ese ser que mira una lluvia de estrellas y un oscuro río flotando en ninguna parte en “Somewhere In the Nowhere”, del álbum del mismo título que Lynch grabó en 2016 con Chrystabell (disco ridículamente catalogado en los streaming como “alternativa para adultos”).

Lynchiano es algo más que elementos surrealistas o atmósferas misteriosas y amenazantes. Es una vibra lúdica, indescriptible, como aquello que pasa, fugaz, en un capítulo de los Simpson: Homero sintoniza Twin Peaks. En el televisor aparece un tipo bailando con un caballo. Un semáforo cuelga de la rama de un árbol, se agita por el violento vendaval. Homero medita brevemente, luego exclama con genuina convicción: ¡qué profundo!

Estoy seguro que David Lynch no se tomaba a sí mismo tan en serio.

AQ

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