Las conmemoraciones son también excusas para la introspección. Magos Herrera no escapa a esa máxima. El próximo 9 de octubre, la cantante y compositora mexicana celebrará en la Sala Nezahualcóyotl 25 años de una trayectoria determinada por la infatigable exploración artística y el deseo perpetuo de reinvención. “Este concierto es casi un acto energético. Es una carta de amor hacia mi país y a mi público”, dice con serenidad.
El camino de Magos no ha sido recto ni predecible. Sus primeros álbumes, marcados por una narrativa local, reflejaban la atmósfera de la Ciudad de México, su terruño. Con el tiempo, la pulsión creadora se ha expandido. “Desde que me mudé a Nueva York, mi mirada siempre ha estado puesta hacia adelante”, explica. Para ella, crecer en la música ha sido una necesidad primigenia que no se rige por fórmulas ni éxitos comerciales. "No me gusta encasillarme ni definirme”, confiesa. “Valoro la libertad en mi vida y en mi música”.
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El año pasado ofreció un concierto —también en la Sala Neza— para presentar su disco Aire. Magos recuerda cómo, en medio de su actuación, el público comenzó a pedir canciones de su primer álbum. “Me di cuenta de que hay una conexión emocional con mi carrera entera —cuenta—. Fue muy conmovedor”. Aquella revelación la impulsó a organizar un concierto más para celebrar su cuarto de siglo en la música. Pero este evento, como ella misma enfatiza, no es un logro que le pertenezca sólo a ella. “Parte del camino es el público con el que compartimos nuestras narrativas. Mi público en México siempre ha estado ahí, diciendo: 'A ver, ¿qué nos traes ahora?' Eso es invaluable”.
La exploración es un eje cardinal de su música. La prueba más reciente es la creación de su primera ópera, en colaboración con la compositora Paola Prestini. “Nunca había escrito una ópera”, revela. Recibió la comisión del Met (Metropolitan Opera House) sin tener una idea demasiado clara sobre cómo emprender el proyecto, pero aceptó el desafío. La ópera Primero sueño, basada en el texto homónimo de Sor Juana —a quien encarnará a partir de enero de 2025—, es un territorio inexplorado que la ha acercado a una dimensión ignota de sus posibilidades artísticas. Y así vive Magos: no piensa a largo plazo ni se encasilla en proyectos rígidos. “Siempre he querido hacer un disco homenaje a la música brasileña”, confiesa, pero de inmediato aclara que prefiere centrarse en lo inmediato, en esa chispa que mantiene viva su autenticidad.
Comunidad: el pilar del arte
La música, para Magos, es un ejercicio colectivo. “En el jazz y en la música de cámara, hay una interacción constante entre los músicos”, señala. La comunidad artística de Nueva York le ha enseñado el valor de la colaboración, de estar siempre en contacto con otras miradas que desafían y enriquecen su propio camino. “La comunidad te transforma, te protege de tu ignorancia y te mantiene fuera de tu zona de confort”. Magos lleva esta idea más allá de su círculo de músicos; incluye al público. “El acto de hacer música en vivo se completa con la presencia de la audiencia. La música nos conecta en esos aspectos de nuestra humanidad donde todos somos iguales”.
La colaboración ha sido siempre el espíritu detrás de la música de Magos Herrera. En el concierto del 9 de octubre, se rodeará de artistas como Eugenia León, Ingrid Beaujean y Jenny Beaujean. La interacción constante entre músicos, las formas de la creación que ocurren sobre el escenario y el vínculo con el público son elementos que la transforman y le dan sentido a su carrera. Esta celebración, en última instancia, es un testimonio de las voluntades de una comunidad que ha crecido y evolucionado junto a ella.
Durante la pandemia de covid-19, enfrentó la incertidumbre compartida que embargó a músicos de todo el mundo. Fue un momento de vulnerabilidad, un reconocimiento de que la música no la define completamente. “Soy muchas cosas más. Mi relación con la música no es de apego ni de ansiedad; es mi forma de vida, la amo profundamente, pero no soy sólo eso”.
Cuando le pregunto sobre su noción del éxito, Magos responde con una sabiduría que destila los años de experiencia. “El éxito es algo muy subjetivo”, reflexiona. “Lo más complicado dentro de la carrera es la permanencia, pero no una permanencia aferrada, sino plena, longeva, expansiva y gozosa”. Para ella, la música ha sido una compañera de viaje, un vehículo para explorar nuevas dimensiones y para dialogar con lo incierto. La permanencia no se logra repitiendo fórmulas; requiere evolución y un compromiso constante con la libertad creativa.
Hacia el final de la conversación, se me ocurre una última pregunta: ¿se ve cantando hasta el último día de su vida? “Sí, me encantaría”, responde con una certeza franca. “Si mi cuerpo y mi energía me lo permiten, seguiré cantando. La voz humana cambia y se transforma con los años, y es fascinante ver lo que sucede con esa evolución”. En su tono se percibe la convicción de quien ha encontrado en la música no un destino, sino un camino de perpetuo descubrimiento.
ÁSS