Mal año | Por David Toscana

Toscanadas

Es muy natural desear cosas excesivamente buenas en los fines de año. Pero en la literatura, antes que los mejores deseos, lo normal es encontrarnos con el “mal año”.

Bunin, Chéjov y Saramago. (Laberinto)
David Toscana
Ciudad de México /

Chéjov le escribió una carta a Iván Bunin para desearle un feliz 1902. “Ojalá te vuelvas mundialmente famoso, comiences una relación con la más bonita de las mujeres, y te ganes veinte mil rublos en cada una de las tres loterías nacionales”.

Es muy natural desear cosas excesivamente buenas en los fines de año. Bunin no se ganó ninguna de las loterías; tampoco anduvo con la más bella de las mujeres. Sí se volvió mundialmente famoso, sobre todo cuando en 1933 le otorgaron el Premio Nobel... aunque noventa años después se haya vuelto mundialmente olvidado.

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Para estrenar el año de 1904, Chéjov y la actriz Vera Komissarzhevskaya se intercambiaron buenos deseos. A Vera le funcionaron, pues tuvo un buen año en los escenarios; a Chéjov no, porque se murió. No sé si Chéjov brindó con champaña en ese fin de año, pero sí la bebió el día de su muerte.

Tampoco sé si hace cien años le desearon a Lenin un feliz 1924, pero ese añito apenas le dio para tres semanas. Luego lo metieron en su mausoleo un bonito día a 37 grados bajo cero. Cosa curiosa, le tocaron música de Chopin y de Wagner. Para Stalin el año comenzaba bien. Para Trotski no.

Saramago resume bien eso de los buenos deseos con un diálogo en El año de la muerte de Ricardo Reis: “No sé si puedo desearle un feliz año nuevo, Deséelo, deséelo, no me hará ningún mal, todo son palabras, como muy bien sabe, Feliz año nuevo, Fernando, Feliz año nuevo, Ricardo”.

Antes que los mejores deseos, en la literatura lo normal es encontrarnos con el “mal año”. Así lo dice Ginés de Pasamonte “que mal año para el Lazarillo de Tormes y todo cuanto se escriba y escribiese de este género”.

O como dice aquella antigua tonada: “¡Mal año para las hembras! ¡Vive Dios! Mal año para los hombres tan tontos como yo”.

Acaso en eso de los años, el texto menos optimista lo encuentro en un relato de Varlam Shalamov. “Corría el año 1952, el año más duro, el peor año de mi vida…Tengo que dejar de padecer. ¿Para qué vivir? ¿Para qué resucitar de nuevo en 1937? ¿En 1938, 1939, 1940, 1941, 1942, 1943, 1944, 1945, 1946, 1947, 1948, 1949, 1950, 1951 de toda esta vida mía, tan horrorosa?”

¿Y 2024? Feliz año.

ÁSS

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