‘Matar a un tigre’: la intriga por la ternura

Cine

El documental aborda la historia de una niña víctima de violación en la India y cuestiona los sistemas de justicia que le fallan a las niñas y mujeres en todo el mundo.

Fotograma de ‘Matar a un tigre’. (Netflix)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Lo primero que debo justificar en este texto sobre Matar a un tigre (disponible en Netflix) es: ¿por qué me remite a la novela Matar a un ruiseñor? No es el título. Para nada. La novela de Harper Lee tiene lugar en Alabama en 1930 y Matar a un tigre es un documental que se filmó en la India y se estrenó hasta que la protagonista tuvo la edad para ofrecer su consentimiento y aparecer públicamente en una obra como niña que pide justicia porque ha sido violada. Además, tanto en la película como en la novela brilla eso que Freud llamaba “síntoma” y el historiador de arte Aby Warburg, “supervivencia”: la repetición de un tema capital para el ser humano.

Tanto en la novela de hace casi cien años como en la película de hace dos, este tema es la justicia. Y, en efecto, es un asunto tan grande que sólo puede tratarse en forma simbólica, esto es, a través de imágenes y narración. Porque, ¿de qué otro modo podemos hablar de qué es la justicia? De cómo se relaciona con la tradición.

Y hay más preguntas: ¿tiene Occidente un mejor sistema legal que los sistemas tribales en los pueblos originarios del mundo? Matar a un tigre podría haberse filmado en una comunidad mexicana y ponernos a pensar en la necesidad o no de llevar ideas más refinadas de lo que significa justicia en pueblos que, por otra parte, no deberían ser violentados con otros prejuicios nuestros. Pero la violación de una niña de trece años resulta imposible de defender, incluso si uno está aferrado a la libre determinación y los usos y costumbres.

En Matar a un tigre, una niña violada grupalmente es presentada al cacique, quien sentencia que debe escoger a uno de sus violadores para casarse. ¿Por qué? Porque así se ha hecho siempre, porque es la tradición, el modo auténtico de ser. El otro camino, dice también, es el ostracismo, el deshonor. Pero el padre se pone en el lugar de su hija: ¿cómo va a querer casarse con un hombre que la violó?

Ahora pensemos la posición contraria. Asumamos entonces que el sistema judicial que estableció Inglaterra en la India y que ha ido refinándose en la historia moderna de ese país es mejor que el sistema tradicional. ¿Quién va a defender ahora la indudable violencia que ejerce el centro sobre la periferia cuando se pone a civilizar creyéndose moralmente superior? ¿Vamos a terminar diciendo entonces que qué bueno que vinieron a civilizar los españoles y que los ingleses civilizaron a La India? Yo sería incapaz de defender tanto la primera como la segunda posición. Pero entonces: ¿cómo vamos a hacer justicia como seres humanos? ¿Qué estamos dispuestos a defender a toda costa en todos los casos y en todos los sitios?

Matar a un tigre nos lleva a concluir que hay que aceptar de una buena vez que todos los seres humanos hemos nacido iguales en dignidad, pero distintos en cualidad. Pero, otra vez, ojo: si digo cualidad no estoy afirmando que hay humanos mejores que otros sino, más bien, que todos tenemos un don.

Ahora, además de lo interesante de los temas que tocan tanto la novela como la película, Matar a un tigre y Matar a un ruiseñor siempre nos mantienen interesados. En el documental uno se siente dentro de una emocionante película de juicios y abogados. Uno quiere saber qué va a pasar con los violadores de esta niña y sobre todo con ella porque, hay que decir también que lo que realmente vincula a la novela con la película está lejos del título y más bien relacionado con el sentimiento más difícil de producir en el arte visual: la ternura.

Matar a un tigre

Nisha Pahuja | Canadá | 2022

AQ

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