Me estrello en mi atiborrada humanidad

Reseña

'Efímeras', de Patricia Velasco, es un ungüento para las cicatrices que se remontan a la infancia y pueden tardar toda una vida en sanar.

Portada de 'Efímeras', de Patricia Velasco. (Matis Editores)
Armando Alanís Pulido
Ciudad de México /

Nada absolutamente nada puede llamarse de una manera solamente

Patricia Velasco (Guadalajara, Jal. ,1973): Ninfa de agua dulce, eclosión, teoría, se busca —y se encuentra— en estos versos desde donde evoca y enfoca a su madre con furia y con fe, pero también se encamina y se orilla al amor desde donde abraza a su propio corazón; la poesía de Efímeras (Matis Editores, 2022) es una mañana giratoria donde parte del paisaje es un cactus gigante con seis espinas que habita el jardín desierto (o el desierto jardín) que la autora lleva fotografiado en la memoria, en la cicatriz de tinta, en los epitafios anunciados, en letales desacuerdos, como bien dice Enzia Verduchi en la cuarta de forros: “Invocar a la palabra para anestesiar el dolor, refundar el paisaje anímico, nombrar al mundo para ser otra, para ser ella”.

Desgarrar el oído con que digo
inválida

convertir mis titubeos
en una casa eterna

perforarme el oído
con la razón de un dios
que sí pueda tocar

y conjugarme viva
en un intento

                     (pág. 29)

Más que reclamo, los versos de Velasco son un trayecto dentro de sí, el camino es vertical y es largo y la figura de la madre errática (como cualquier madre) se rescata con el devastador amor que asusta a las niñas, con el devastador amor que hace a una mujer reiniciar un ciclo.

Cada versión de mi camina en diferentes direcciones

Sin embargo, hay un hueco grande y es que los golpes acarician y te llevan a mover el tiempo para habitar el mundo y de ahí alimentas la herida o disuelves la culpa con culpables o enmudeces y esto último no es opción, entonces Velasco eclosiona y flota y flota es decir se salva tratando de entender y se desborda con textos que le pertenecen pero que a los lectores también.

¿A dónde me llevará está noche?, ¿Qué luz se encenderá después del miedo? Son preguntas que la autora lanza en la inercia, en el plan con el que no está de acuerdo pero del que es parte y es que la poesía es el encarrilamiento, la vía dispuesta para avanzar y viajar y tener una idea de que el traslado además del esfuerzo por conocerse y descubrirse implica un ansioso estímulo venerador de la belleza y el consuelo mezclados, experimentar los impulsos esos que están al borde además de necesariamente peligrosos, es la tarea de quien se atreve a contar su historia de la mejor manera , es decir en el lenguaje poético.

Registro mi nombre en esta vuelta
se llama rota
se llama perdida
se llama
(si es que logro nombrarlo)
pasaje enmohecido de una historia
cuento inacabado
huida
se llama
(porque aquí dicen que todo lleva nombre)
riesgo
Incertidumbre
Símbolo
de aquello que pudo ser inabarcable
nada
absolutamente nada
puede llamarse
de una manera solamente
                    (Pág. 57)

Reaparezco en todos los inicios

Si hablamos de instintos, para mí uno de los términos mayores en la hechura de versos, Patricia descubre con aplomo sus dimensiones y se reinicia constantemente, su personalidad retratada en Efímeras es la invocación obligada en la transición, reírse de todos los naufragios, acaparar, disponer, expulsar el daño y reaparecer en todos los inicios. En sus propias palabras Velasco sigue edificando la luz, su potente voz asume todas las consecuencias de su paz y de su caos.

Puedo dar fe con mis latidos

La poesía escrita por mujeres (que puede ser femenina sin ser feminista) más allá de visualizaciones mediáticas, luchas y espacios ganados, o evoluciones contemporáneas, debe entenderse y leerse no como contraparte de la literatura que escriben los hombres, (creo que eso ya lo superamos todos), ni siquiera como balance o cuota de paridad en el bagaje de los críticos y los estudiosos y mucho menos en el del lector curioso que entiende los nuevos tiempos del mundo, la poesía que actualmente escriben las autoras mexicanas ofrece y da fe de que los ojos no tienen edad y de que los temas no tienen que estar ceñidos exclusivamente a la problemática social generalizada ahora bandera de la nueva generación, vaya que es un tema que se antoja discutir: ¿Qué dice, que está diciendo la poesía escrita por mexicanas en este momento? la primera sentencia en El arco y la lira es: “Nada más huidizo e indefinible que lo poético”, qué gran oportunidad se da y nos da Paz para poner los ojos en el más allá del poema, por lo pronto Patricia Velasco desde la primera hoja traza esos sus ojos y comienza a mirar y en (y desde) su mirada íntima evolucionamos todos.

AQ

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