Los mejores libros de 2019

Los paisajes invisibles

El genuino lector no suele abalanzarse sobre las mesas de novedades ni devora de inmediato los nuevos títulos que los recomendólogos le endilgan con sutileza.

Recuento de los mejores libros del año (Imagen: Van Zyl)
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

No soy partidario de elaborar listas de los mejores libros del año que se va, pues estoy consciente de que el lector consuetudinario no se orienta por las recomendaciones de cualquiera sino que sigue a su propio instinto. En este caso, la decencia dicta que uno debe ser muy precavido al enlistar sus entusiasmos, el gusto literario es íntimo, personal, como el concepto de belleza.

Y es que, una lista de los mejores libros puede ser ociosa. El verdadero lector hilvana sus intereses conforme un autor le descubre a otro y éste a otro y éste a otro, en una suerte de telepatía estética e intelectual; el genuino lector no suele abalanzarse cada mes sobre las mesas de novedades ni devora de inmediato los nuevos títulos de los autores destacados o de las firmas de moda que los recomendólogos de prensa, radio y tele y los reseñistas profesionales le endilgan con sutileza, porque sabe que el tiempo en este mundo es poco, y la lectura exige una disciplina cronométrica. Todo lo contrario: ese lector atiende exclusivamente las propuestas de un amigo de afinidades librescas, y es extremadamente cauteloso con las críticas laudatorias o los infomerciales de las secciones de Cultura, cuya oficiosidad, en estos días de crisis, asemeja la tarea de un agente literario o la de un comisionista del negocio editorial.

​No acostumbro hacer listas de los mejores libros pero voy a contravenir mi idea porque el handicap anual es tradición, aunque la experiencia me recuerda, machacona, que un auténtico lector pasará de largo mi humilde read team: el lector insobornable adquiere, guarda y luego lee o relee, si es el caso, las obras que habrán de esperar el momento exacto de encontrarse con sus dueños. Lo dijo Sergio González Rodríguez: “los libros, como las medusas, las mujeres y los tranvías, llegan inevitables a cada quien” (El centauro en el paisaje). Y es que, sí, hay libros que, por casualidad o por accidente, arriban como una dicha o una tragedia ineludibles, libros que tal vez no estuvieron en ninguna lista de ningún año pero que resultan entrañables, más valiosos que los llamados superventas o que aquellos títulos encumbrados por los premios (hoy el fraude más descarado para el lector que compra y el escritor que compite, ambos de buena fe, porque siempre ganan los autores de la firma convocante, la casa no pierde) o la publicidad sin pausa o la promoción viajera (festivales, encuentros, ferias de libro, etc.).

En fin. Ya es hora de soltar mi modesto inventario de 2019, aunque sé que un lector severo apuesta a la ortodoxia y se concentra únicamente en los clásicos o los escritores de cierta época o de una misma generación y lengua o de una región específica, por ejemplo, mi amigo Olegaroy, quien, conversando sobre libros una gélida noche madrileña, comentó muy serio que ahora lee exclusivamente a autores rusos.

Ha pasado casi un año de esa velada, tal vez Olegaroy cambió de parecer y ya se ocupa también de los franceses, los ingleses, los estadunidenses y hasta de los propios españoles, tan hechos él y su adorable esposa Sarah a la vida de Madrid, o posiblemente ha invertido algo de su valioso tiempo, Olegaroy también escribe, en alguna novedad o un libro archicomentado o un superventas, como esos deslices que uno comete, parafraseando al buen Sergio González Rodríguez, con las medusas, las mujeres y los tranvías, al fin y al cabo, el perfecto lector es imposible, así que me retracto de mis vanas intenciones, ya ni espacio queda para seguir acumulando caracteres, y mejor les digo que ojalá en 2020 cada quién se encuentre con sus mejores libros.

RP

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