Aunque en el pasado he sido crítico con la obra de Michel Franco, debo reconocer que Memory (actualmente en el Circuito Cineteca) lo consolida como un autor que consigue interesarnos en los temas que a él siempre le han interesado. Tanto que por fin los expone sin recurrir a sensacionalismos. Para ello utiliza un esquema en apariencia simple: él conoce a ella. Con esta premisa el cineasta explora la complejidad de la comunicación al interior de una familia que se ha desgarrado pues, aunque se aman, no pueden decírselo todo.
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La película explora, además, el tema de la memoria en forma doble: él la está perdiendo mientras que ella necesita que su familia recuerde. Él, por ejemplo, necesita recordar a su esposa, la clave de su tarjeta, la calle en que vivió. Ella quiere que su hermana diga lo que les sucedió. Eso que su madre no puede dejar de negar. La memoria tiene dos puntas y Memory retrata con maestría la tensión entre lo que debe ser recordado y lo que es mejor olvidar.
Franco explora, así, el modo en que la memoria funciona como defensa psicológica y como enfermedad, cuando el pasado se vuelve obsesión. Y de esos problemas están hechos él y ella cuando se encuentran en un modo que intriga desde el inicio. Y se conocen y sí, se besan, como es de pensar. Llegado el momento, incluso se defienden de quienes se interponen entre los dos porque han comenzado a conocerse a pesar de sus problemas con la memoria como lugar en que reside tanto la enfermedad como la sanación.
Michel Franco evade los clichés de la comedia romántica y construye un universo de conflictos. Llega incluso a uno de los temas más controvertidos de su universo: el incesto. La diferencia con sus obras anteriores estriba en la maestría con la que puede narrar en torno a temas tan complicados. Lo hace tan bien que recuerda a La celebración de Thomas Vinterberg. Pero, hay que decir, si bien se intuyen intereses similares entre el danés y el mexicano no hay entre La celebración y Memory otra relación que no sea la capacidad para tocar temas tan complejos de modo simple y contundente.
Se hablan de otras cosas igualmente profundas, la música y la memoria, el cine y la memoria. Los pequeños misterios con los que la vida de los protagonistas está construida se va revelando poco a poco, en forma pausada y, en apariencia incluso, casual. ¿Por qué me seguiste?, pregunta ella. Él (Peter Sarsgaard) no sabe qué decir. Se siente cohibido. Confuso. Podría decir “me gustaste”, pero se da cuenta de que lo arruinaría todo. Levanta los hombros. El espectador tiene la ilusión de saber lo que piensa este personaje. Se ha roto la ficción. Brilla la realidad en el arte. No extraña que Memory haya sido nominada al León de Oro en Venecia.
Pero Ella también es cruel en aquella escena en el parque. ¿Por qué? Jessica Chastain transmite otro tipo de fragilidad. Es una mujer que ha tenido que reconstruirse, pero sigue dañada, no puede confiar en los hombres y, si uno se fija, en ninguna persona que no sea su hija o su grupo de apoyo. Y, sin embargo, durante el clímax se enfrentan, como en una buena obra de teatro, todas las tensiones. Ella pregunta a su hermana: ¿recuerdas? La cámara llega en el momento justo. Y otra vez tenemos la ilusión de saber qué ha sentido un personaje ficticio. No son ni Él ni Ella quienes piensan o sienten. Somos nosotros. Intuímos, aprendemos algo en torno a las heridas que la memoria puede curar o sanar tanto en la mente como en aquello que solíamos llamar el corazón.
Memory
Michel Franco | México, Estados Unidos | 2023
AQ