Más que lugares comunes, los guiños que ofrece la película Tengo miedo, torero (disponible en Amazon Prime) son ingredientes de un género: cine gay. El chileno Rodrigo Sepúlveda ha conseguido llevar a la pantalla la novela del activista Pedro Lemebel con mucho éxito. Tengo miedo, torero es una biografía con elementos de ficción en que La Loca de Enfrente (así se llama el personaje) cae rendida por un mexicano que es cruza (según se dice medio en broma) de Pedro Infante con Jorge Negrete. Carlos, el mexicano, tiene sin embargo un secreto que, para disfrutar de la película, es mejor no revelar.
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La primera referencia que salta a la vista es El lugar sin límites de Arturo Ripstein. En ambas obras el macho que es objeto del deseo de La Loca resulta ambiguo y, adivinamos, malévolo. En Tengo miedo, torero, la historia va completamente por otro lado, es cierto, pero Leonardo Ortizgris, quien interpreta a Carlos, retrata con finura a este hombre similar al que hizo Gonzalo Vega en El lugar sin límites. Ortizgris es un actor portentoso, ya lo sabemos. Lo hemos visto en dos obras de Alonso Ruizpalacios: Güeros y Museo. Y lo había hecho bien, muy bien, pero en Tengo miedo, torero, demuestra que está por transformarse en uno de los mejores actores de su generación. Es importante advertir, sin embargo, que Ortizgris no brillaría de modo semejante si no hubiese tenido la fortuna de encontrarse en el plató con un compañero del tamaño de Alfredo Castro. Este actor y director teatral interpreta a La Loca. Y como hizo Roberto Cobo en la película de Ripstein, Castro da profundidad y hasta ternura a un personaje tan decadente que muy fácilmente podría ser despreciado también por el público. Además, El lugar sin límites está basado en una novela chilena, de modo que los vasos comunicantes entre ambas películas trascienden la anécdota del amor impreciso entre un macho calado y un viejo homosexual.
La otra película que influye en Tengo miedo, torero es El beso de la mujer araña de Babenco. Y es que la historia supera la anécdota amorosa y nos mete de lleno en un asunto político que gira en torno a los últimos años de la dictadura de Augusto Pinochet. La Loca de Enfrente pudo ser uno de los muchos personajes que pueblan la noche de cualquier urbe occidental. Una más que coquetea y se emborracha en antros que huelen a maquillaje corriente. Pero Alfredo Castro da a su personaje la dimensión necesaria para ir desde lo sexual hasta lo político. Y es que La Loca y sus amigas viven marginadas no tanto por su homosexualidad como por su pobreza. Es por ello por lo que en la visión del director es imposible una revolución social que no incluya también una revolución sexual: “avísame cuando en tu lucha encuentres sitio para gente como yo”, espeta La Loca a Carlos. Y lo hace, claro, en referencia al desprecio que durante tantos años tuvieron los comunistas hacia las minorías sexuales. Ahí están Reynaldo Arenas y los deportados a La Isla de la Juventud durante la revolución de Castro para dar fe de que en el mundo nuevo del socialismo cubano no había lugar para gente así.
En fin, que el duelo de actuaciones entre Leonardo Ortizgris y Alfredo Castro llega a tal nivel que uno olvida la magnífica fotografía y el modo en que el guión escancia la historia. Uno se mete de lleno, como en todas las grandes películas, en una ficción que tiene, sin embargo, este mensaje: que el amor también es un hecho político y justamente por eso resulta transgresor.
Tengo miedo, torero
Dirección: Rodrigo Sepúlveda | Chile | 2020
AQ