Mirar y esperar | Por Avelina Lésper

Casta diva

Antes que aprender a ver el arte, debemos aprender a ver la vida, a escucharla, a sentirla y describirla.

El artista es como un gato, un paciente cazador de instantes. (AL)
Ciudad de México /

El viento mueve las ventanas, lanza el polvo en olas ingrávidas. Mi gato desde la azotea espera alerta, el aire le agita el pelo y los bigotes, inmóvil, la paciencia del cazador, aguarda a las palomas. El cielo está cubierto por un infinito telón blanco, y la luz posee esa delicadeza fría, enceguecedora, que antecede a la lluvia. Es simple, y es suficiente para una pintura, para el arte no existen las grandes razones, existen los grandes instantes, el prodigio de estar y la necedad de perpetuar. El artista es como mi gato, un paciente cazador de esos instantes, de ese silencio que podría ser habitado por música, de ese color y ese viento que debería ser una pintura, del movimiento del polvo que es danza.

Lo es, la vida es el motivo del arte, y los seres humanos debemos saber mirarla para entender por qué una obra maestra es austeramente una mesa con un cuenco de frutas de Cézanne, o la luz sobre el vestido blanco de una mujer en la playa de Sorolla. Antes que aprender a ver el arte, debemos aprender a ver la vida, a escucharla, a sentirla y describirla. Amando el valor y la pronunciación de las palabras podemos amar la poesía; atestiguando nuestra voluble e impredecible naturaleza, gozaremos del teatro; y buscando los sonidos de nuestro cuerpo, nuestra voz y pasos, sabremos para qué inventamos la música.

El arte no es especulación retórica, no es la ociosidad mezquina de las obras que carecen de factura, creación, talento, que se sostienen en la especulación económica y en la arrogancia del arte VIP. Tomar un objeto cualquiera y destinarlo como arte, hacer de la memorabilia y el chantaje social o emocional el pretexto de una obra de arte VIP, no es observar la realidad, es repudiar nuestra capacidad de comprenderla y transformarla.

La decadente y estulta imagen del arte contemporáneo VIP, su acumulación de ideas y objetos, demuestra que una parte de la sociedad se empeña en que dejemos de comprender para en cambio imitar, y sumar personas incapaces de crear, lo que las obliga a obedecer. El que imita y no puede aportar, obedece, es proclive a la manipulación, se suma a un pensamiento cómodamente masificado.

La más violenta y contestataria actitud, el acto más arriesgado de valentía es observar la realidad, comprenderla y transformarla, en una obra, es el acto de libertad que da sentido a nuestra condición humana. Esas obras son nuestra propia vida, cada gesto de nuestra existencia está guiado a la trasformación de la misma. Hemos crecido y sobrevivido con ese impulso, y con él sumamos conocimiento. Dejar de cambiar lo que vivimos, de admirar la naturaleza en la que habitamos, nos haría desaparecer como individuos y como especie. El arte y la ciencia son esos pasos fundamentales en nuestra supervivencia que le dan espacio al espíritu, y que me dan espacio para mirar a mi gato en la azotea.

ÁSS

  • Avelina Lésper

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