Miriam Toews: “Aunque sea doloroso, siempre es mejor escribir que no hacerlo”

Entrevista

A propósito de su libro 'Pequeñas desgracias sin importancia', la escritora canadiense habla de la escritura como medio catártico para lidiar con el duelo y sobre la relevancia de prestar atención a la salud mental.

Miriam Toews, autora de 'Pequeñas desgracias sin importancia' y 'Ellas hablan' (Foto: Ángel Soto)
Ángel Soto
Ciudad de México /

Un dilema profundo habita las páginas de Pequeñas desgracias sin importancia: Elfrieda, asolada por una depresión aguda, desea morir; Yolandi, su hermana, se afana en mantenerla con vida. ¿Qué hacer ante tal circunstancia? ¿Tiene sentido competir con las pulsiones fatales de quien ha elegido la muerte voluntaria como única salida viable? ¿A quién le pertenece, en última instancia, la decisión?

Miriam Toews (Steinbach, Canadá, 1964) hilvana estas preguntas con gran habilidad narrativa en una historia que se alimenta de su biografía. A través de la voz en primera persona de Yolandi, nos ofrece una novela tan íntima como devastadora, nimbada, no obstante, de amor y ternura.

También autora de Ellas hablan (Sexto Piso, 2020), Toews —se pronuncia Teivs— está convencida de que en el duelo no existen cierres posibles. “En ningún momento me he olvidado del dolor que implicó perder a mi hermana”, explica en entrevista con Laberinto. “El trauma no desaparece, simplemente le encuentras un sitio para llevarlo contigo. Cuanto mayor te haces, más cargas con ello”.

Pequeñas desgracias sin importancia es una novela autobiográfica. ¿Has sentido temor de mostrar demasiado de ti?

No siento temor. Hice las pases con el hecho de que utilizo mi propia vida para mi arte, para mi escritura. Es lo que necesito hacer como ser humano para mantenerme viva y cuerda. Necesito tomar mis experiencias y mis pensamientos para procesarlos y convertirlos en ficción. Por supuesto que eso conlleva riesgos. Uno de ellos es sentirse expuesta, vulnerable. A veces me siento un poco así, pero son gajes del oficio.

Escribiste esta novela en 2014. ¿Cómo te sientes al volver, varios años más tarde, a esta historia tan personal?

La muerte de mi hermana no me abandona jamás. Pero me gusta hablar de las circunstancias difíciles de su vida y de su suicidio, aunque me recuerde tanto su sufrimiento, porque también me recuerda su alegría y quién fue ella en este mundo. Me gusta hablar de la salud mental y sacar a la luz estas cosas difíciles. Siento la obligación de hacerlo por mi hermana y por muchas otras personas.

¿Cómo hiciste para emprender la tarea de escribir sobre la muerte de tu hermana en medio de la turbulencia emocional? ¿Fue necesario imponer distancia entre el hecho y la escritura?

Aunque lo veíamos venir, porque sabíamos que era bastante inevitable, cuando murió fue devastador. En ese momento decidí que nunca volvería a escribir. Me quedé sin palabras por el shock y el dolor. Apenas podía salir de la cama, estaba destrozada. Luego el tiempo pasó y mi cerebro escritor volvió a la vida. Entonces me di cuenta de que necesitaba escribir sobre esto.

Escribir es, de cierto modo, recrear el sufrimiento. ¿Cómo te enfrentaste a ello a través de tu arte?

Siempre es una representación, pero quería mantenerme fiel a los detalles de la realidad. Se llama ficción, pero para mí fue catártico. Fue una experiencia poderosamente emocional y terapéutica. Obviamente también pretendía escribir algo artístico, que resonara en otras personas. Para mí, incluso si se trata de cosas tan íntimas o dolorosas, siempre es mejor escribir que no hacerlo.

Miriam Toews en la Ciudad de México. (Foto: Ángel Soto)

Retratas a Elfrieda y Yolandi como fuerzas casi opuestas. ¿Cómo te las arreglaste para trabajar con esas dos personalidades?

Recordando la tensión central del libro: ella quiere morir; yo quiero que viva. ¿Qué hacemos? Pero también quise incluir la relación entre las hermanas que está fuera de esa cuestión central. Una relación típica, amorosa y conflictiva. Quería incluir la vida mundana y cotidiana de estas dos mujeres, sus batallas cotidianas, para luego ir a esa pregunta crítica y profunda: ¿Tenemos derecho a quitarnos la vida? Es un tema muy complejo y, por supuesto, hay mucha resistencia. Pero también hay apoyo. En la escritura se trataba de equilibrar la narrativa, como si fuera la música.

La ficción suele plasmar a los suicidas con cierto romanticismo. Pienso, por ejemplo, en La señora Dalloway. ¿Tenías ese antecedente en el radar mientras escribías?

Absolutamente. No quería romantizar el acto del suicidio. En la literatura, pero también en la Historia, existe cierta idea de nobleza ligada a esa decisión. También hay personas que lo conciben como un crimen terrible o como un pecado. Hay muchas formas diferentes de verlo y muchos sentimientos al respecto. Pero si conoces a personas con tendencias suicidas o si eres un superviviente de suicidio, sabes que no tiene nada de romántico. Creo que necesitamos cultivar la compasión. Yo intento entender por qué mi hermana y mi padre, que también se suicidó, pensaron que esa era la única salida. Sé que querrían que mi familia y yo los entendiéramos y que respetáramos esa decisión.

En el fondo, Pequeñas desgracias sin importancia es, también, una historia de amor y una búsqueda por comprender al otro.

Es verdad, en el mundo hay una falta generalizada de amor y empatía. Hay mucho odio, división y conflicto ahí afuera. ¿Por qué no podemos tener conversaciones sobre estas cosas, en lugar de la polarización que abunda? Es muy importante que intentemos entender al otro.

Por último, quiero preguntar cómo te sientes al ver tus historias en la pantalla. Tanto Pequeñas desgracias sin importancia como Ellas hablan han sido adaptadas al cine. ¿Qué significa entregar una parte de ti a otros para que trabajen con ello?

Es una sensación extraña. No le habría dado estas historias a cualquiera. Sentí una conexión muy profunda con Sarah Polley y Michael McGowan. Ambos entendieron la honestidad emocional del libro. Después de todo, el libro es el libro y una película es una especie de extensión de esa conversación. Es otra forma de contar la historia. Ambas películas me encantan. Me parece increíble ese esfuerzo de colaboración.

Al final, es una cuestión de confianza.

Absolutamente, es una cuestión de confianza. Y es por eso que una quiere estar segura de confiar su trabajo a alguien que realmente pueda entenderlo.

Portada de 'Pequeñas desgracias sin importancia' (Sexto Piso)

ÁSS

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