La estela de nuestros antecesores

Historia

‘Moctezuma y Atahualpa’ explora el papel que los dos últimos gobernantes de los imperios mexica e inca jugaron durante la Conquista. Sus autores, Eduardo Matos y Luis Millones, hablan sobre los alcances de esa historia comparada.

El historiador y arqueólogo peruano Luis Millones y Eduardo Matos Moctezuma, arqueólogo y antropólogo mexicano. (Archivo)
Guadalupe Alonso Coratella
Ciudad de México /

Sobre la reciente publicación de Moctezuma y Atahualpa. Vida, pasión y muerte de dos gobernantes (Tusquets 2024), sus autores, Eduardo Matos y Luis Millones, advierten que la historia comparada de los precolombinos sigue siendo una deuda desde que Occidente llegó a estas tierras. Por ello, el objetivo del libro es que las naciones recuerden “el esfuerzo de sus antecesores y que su pasada existencia sea un llamado a su desarrollo”.

Hay personajes que fueron marcados por el infortunio y Moctezuma Xocoyotzin es uno de ellos, apunta el arqueólogo Eduardo Matos. El poderoso tlatoani, entronizado en 1502, tuvo el mando sobre miles de súbditos, padeció en carne propia la llegada de gente extraña, atestiguó los augurios que presagiaban el fin del Imperio mexica y fue hecho prisionero. Podríamos partir de la llegada de los navíos de Hernán Cortés a nuestro territorio, en 1519, cuando se funda la Villa Rica de la Vera Cruz y, en adelante, acudir a diversas crónicas para sustentar los hechos que llevaron al derrumbe de ese imperio.

Con respecto a Atahualpa y la historia del Imperio inca, el historiador peruano Luis Millones señala que la escasez de fuentes hace necesario acudir a testimonios de la época precolombina y los primeros años de la dominación europea, pues de Atahualpa y su intento de reinado “solamente se cuenta con las biografías o fragmentos de ellas a partir de la vida de algunos de sus antecesores”. Las crónicas, a diferencia de las que relatan la conquista de Tenochtitlan, en el caso andino son escasas. Destacan, entre otras, las de Garcilaso de la Vega y Juan de Betanzos. A partir de ahí, Luis Millones refiere que la única fecha válida para empezar una cronología verdadera del origen y sucesión de los incas es a partir del 16 de noviembre de 1532, cuando las tropas de Francisco Pizarro atrapan a Atahualpa.

Estamos hablando de dos gobernantes que surgieron casi en paralelo, ambos con el mismo destino. Hay semejanzas claras, por ejemplo, el origen del inca comienza con el viaje que los llevará a lo que más tarde se convierte en la capital del imperio. Sucede lo mismo con los mexicas, guiados por Huitzilopochtli de Aztlán hasta el lago de Texcoco. Augurios y sueños, lo mismo que la interpretación de adivinos, presagiaron el colapso de ambos imperios. El origen y destino del inca y el mexica, de cierta forma, coinciden. Existen también, como es natural, diferencias significativas entre estas dos civilizaciones y sus protagonistas. “La historia comparada de los imperios precolombinos es una tarea tan tentadora como difícil, pero sigue siendo una deuda”, escriben los autores en la nota preliminar. Uno desde Lima, Perú, y el otro en la Ciudad de México, Millones y Matos acceden a esta conversación.

“El estudio paralelo entre los dos imperios deriva de una línea de trabajo que empezó hace 10 o 15 años”, apunta Luis Millones. “Estamos buscando temas de interés para un lector común, que el libro no parezca un ente independiente sobre tal o cual sociedad, sino que traiga consigo la comparación desde cualquier ángulo. Por ejemplo, la idea de trabajar el tema de la Conquista y qué diferencias hay entre el punto de vista de los españoles y del lado indígena, porque pareciera que son dos empresas completamente distintas por la forma como se llevaron a cabo, a pesar de que estaban combatiendo a dos imperios indígenas, bajo el mismo rey y con tropas traídas de España”. El arqueólogo Eduardo Matos apunta que “tras haber publicado con anterioridad el libro Mexicas e incas, surgió la idea de plantear quiénes habían sido las dos figuras relevantes de cada uno de estos imperios”. Así nació el libro sobre Moctezuma y Atahualpa.

Los paralelismos saltan a la vista. Se trata de los dos imperios más importantes de la región; de ahí que resultaran tan atractivos para los españoles que ya habían llegado al Caribe. “Los conquistadores”, cuenta Eduardo Matos, “se dan cuenta de que ambos poseen grandes territorios; el oro les interesaba mucho. Además, era una forma de atraer a miles y miles de pobladores al cristianismo. Sumado a esto, la conquista iba a representar prebendas muy importantes para la Corona española. Entonces, claro, desean iniciar estas conquistas. Las dos primeras expediciones en costas de Mesoamérica, una comandada por Hernández, en 1517, y la otra por Grijalva, encuentran resistencia indígena y no penetran mucho tierra adentro hasta que Cortés, por órdenes de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, prepara una armada de 11 navíos para conquistar estas tierras”.

Luis Millones reitera: “No hay otro imperio en América Latina más allá de los que hubo en Perú y México. Sorprende que, al mismo tiempo, quienes colonizan estas tierras vinieron del Imperio español y el gran tema fue la cristianización. Hay similitudes apabullantes para hacer necesario que se estudien paralelamente las dos sociedades. También hay diferencias. En el caso de Perú, tenemos el inconveniente de que no existe ninguna escritura andina, a diferencia del caso mexicano, en el que los manuscritos precolombinos que se han conseguido son muy importantes. La otra cosa es el volumen de investigadores porque en México la tarea del profesor-investigador es algo fantástico. Hay cátedras y profesores que estudian la historia del Perú, eso no lo tenemos acá y es una enorme desventaja. De los mexicas hay magníficas crónicas y en el caso del imperio andino la recolección de material histórico es tardía, hasta que llegan los españoles o cuando los indígenas aprenden a escribir en español. El resto es tradición oral”.

“Los dos grandes imperios van a destacar por su poderío, que se fincaba en la sujeción de los pueblos indígenas de ambas áreas”, dice Matos. Vemos cómo, en un momento dado, la conquista de otras poblaciones va a constituirse en el poder de ambos imperios. Con Ixcóatl, empezará la grandeza del imperio y su expansión. Poco a poco, cada uno de los tlatoanis que tomaban el mando sabía que uno de sus principales cuidados era consolidar el imperio y extenderlo. Una característica de quien ostentaba el cargo de tlatoani y era elegido como tal por el consejo mexica es que perteneciera a la casa real y hubiera destacado en la guerra. El máximo gobernante mexica es equiparable al Sol, igual que lo era el inca. La religiosidad también contaba, porque el máximo cargo implicaba que era sumo sacerdote. De esa manera, asumían el control tanto militar como ideológico. Vemos cómo Moctezuma fue un destacado guerrero y eso hace que se fijen en él al momento de elegir y, finalmente, gobernará durante 18 años los destinos del imperio hasta la muerte, que se adjudica, por parte de los españoles, a una pedrada y, por parte de los indígenas, a que es apuñalado”.

“Atahualpa, en cambio”, relata Millones, “es tomado prisionero antes de ser coronado Inca. Está llegando desde Quito y en el camino a Cusco cae en la trampa de Pizarro. Ahí acaba su intento de ser Inca. Se le enjuicia y lo sentencian a morir en la hoguera porque se le considera hereje. Sin embargo, Pizarro y un fraile dominico le ofrecen convertirse al cristianismo para no ser quemado sino que, según las fuentes, se le va a dar garrote vil, o sea, muerte por ahogamiento. Para el Inca era importantísimo no ser quemado, sino embalsamado, ya que el cuerpo, incluso después de la muerte, tenía poder. Una vez enterrado en una precaria iglesia que aún no se descubre dónde está, se cuenta que uno de sus hermanos roba el cadáver y lo lleva a Quito. En realidad, su destino final queda nebuloso”.

Portada de 'Moctezuma y Atahualpa. Vida, pasión y muerte de dos gobernantes', de Eduardo Matos Moctezuma y Luis Millones. (Tusquets)

Es bien conocido que antes de la llegada de los españoles, como decíamos, hubo señales o augurios que presagiaban un destino fatal para la gran Tenochtitlan. Asimismo, que Moctezuma echaba mano de magos o agoreros para conocer el futuro. En el caso de los incas, también existieron los wátuq o adivinos que interpretaban señales y tenían el privilegio de conocer el futuro. Hubo augurios, como la Luna color sangre, que alertó a los incas sobre la guerra entre descendientes y el fin del imperio. El culto solar es otra similitud. Los incas se proclamaban “hijos del Sol”, mientras que el Sol de los mexicas nacía para cambiar un mundo envuelto en tinieblas. Los gobernantes, en ambas culturas, se asumían equiparables al Sol, si bien los soles incaicos y mexicas son entes completamente distintos.

La comparación entre la vida de los monarcas indígenas de América se hace particularmente difícil por la estructura cultural de tan diferentes civilizaciones. Lo que las une es el hecho de haber sido invadidas por la misma potencia europea que obedecía a intereses muy precisos. La sincronía en la historia de estas poblaciones, su modo de concebir el mundo, sus creencias, leyendas y mitos, además del destino que vincula a sus máximos gobernantes, no solo deslumbra, sino abre espacios de reflexión. Ya sea del lado de los conquistadores o de los pueblos sometidos, estos hechos han marcado el devenir de los pueblos americanos de muy diversas maneras.

“A mí me parece interesante”, dice Millones, “porque viajé al Ecuador, me escribí con colegas de otros países, reuní las fuentes necesarias y puse las alternativas, pero la importancia de los últimos incas está en el énfasis que tienen en la construcción moderna de la nación”. A su vez, Matos Moctezuma concluye: “Aparte de lo que perseguía la conquista española, es decir, la consecución de tierras y oro para el imperio, también se trataba de salvar almas. Consideraba que todas las religiones indígenas eran obra del demonio, así que había que convertirlas al catolicismo. Era la espada y la cruz actuando paralelamente, una conquista militar y espiritual. La espiritual resulta una empresa más difícil y en buena medida se logra, aunque vemos reminiscencias de las costumbres prehispánicas en algunos pueblos indígenas”.

Para Luis Millones, “este proceso de destrucción del Estado precolombino hace doblemente significativo al siglo XVI, pues ha marcado la vida de los países latinoamericanos y, sin embargo, sigue siendo uno de los menos estudiados. Lo tendríamos que revisar y leerlo con mucho cuidado porque ese periodo es bien distinto entre Perú y México, por razones indígenas y por razones españolas. La conformación de las dos sociedades nace de manera distinta y las diferencias y semejanzas no se han estudiado lo suficiente. Por ejemplo, qué pasa con Cortés. Hace la conquista, se enfrenta a toda clase de juicios porque su conducta en México tiene una serie de situaciones que, en términos legales, le hace difícil la vida, incluso se le acusa del asesinato de su mujer, pero sale muy bien librado. Es hábil, pacta con Carlos V y sobrevive a todos los intentos judiciales y cuando muere debe haber sido uno de los hombres más ricos del mundo. El tránsito del sistema precolombino a la Colonia con todos sus problemas no interrumpe el desarrollo de España en su fórmula imperial. Nada de eso sucede en Perú, donde tras el asesinato de Pizarro nace el caos político”.

Moctezuma y Atahualpa. Vida, pasión y muerte de dos gobernantes invita a conocer la conformación de estos dos imperios, quiénes fueron sus cabezas al momento de la conquista, cuál fue su destino y la resonancia de estas figuras, su cosmovisión y sus costumbres a lo largo de cinco siglos. “En la mayoría de las poblaciones indígenas se escenifica en los teatros”, dice Millones, “la muerte del Inca Atahualpa. Allí pervive el pensamiento mesiánico del regreso del Inca, pero no de un Inca en especial”. Eduardo Matos agrega: “Todavía en la actualidad se hacen danzas de la conquista en Perú, en México y otros lugares de América. Es un aspecto popular muy interesante de cómo estas figuras han trascendido el espacio histórico que les tocó vivir”.

AQ

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