Moneros mexicanos en el corazón del imperio

Exposiciones

El Instituto Cultural Mexicano en Washington inauguró Cien años de caricatura de El Universal, una expo con obras de moneros como Helio Flores y Rogelio Naranjo.

Visitantes observan algunas de las obras exhibidas el día de la inauguración. (Cortesía: Mexican Cultural Institute Washington D.C.)
Enrique Estrada
Ciudad de México /

En el Instituto Cultural Mexicano en Washington, el pasado miércoles se inauguró la exposición Cien años de caricatura de El Universal, una muestra de la creatividad y el talento de los moneros mexicanos para la crítica política y social.

La exposición, curada por el historiador Agustín Sánchez González, reúne trabajos de caricaturistas como Miguel El Chamaco Covarrrubias, El Brigadier Antonio Arias Bernal, Helio Flores y Rogelio Naranjo.

En entrevista, Sánchez González recuerda los antecedentes de esta exposición, considerada la más importante que se ha presentado fuera del país. Dice que aunque previamente estuvo en el Instituto Quevedo de las Artes del Humor, de la Universidad de Alcalá de Henares, y en el Instituto de México en Madrid, “la propuesta de hacerla en Washington generó una modificación sustancial: acercar la obra de los caricaturistas mexicanos a Estados Unidos, lo que hice en dos ámbitos. Por una parte, rendir homenaje a la historieta estadunidense, por el gran impacto que tuvo en el mundo. En México, Guillermo Castillo, quien firmaba como Júbilo o Cas, le dedicó en 1922 el texto Los hombres de la risa, acompañado de dibujos de las tiras cómicas. De este trabajo se exhibe una reproducción realizada por Juan Terrazas, director del Museo de la Caricatura”. Por otro lado, en la muestra vemos caricaturizados al Tío Sam y al presidente de Estados Unidos, asiduos en la prensa mexicana, sobre todo en momentos de discrepancias entre los gobiernos de ambos países.

En la muestra hay una caricatura publicada el día en que se elegirían los candidatos al Congreso Constituyente de 1917. Ahí aparecen los personajes que redactarían la Constitución; “también hay obras originales de Thilgman y Audiffred, dos de nuestros grandes autores, y se recogen trabajos de Rius, David Carrillo, Palomo, Dzib, Salazar Berber, Boligan, Waldo, ElFer y Galindo. Merece especial atención la obra de Helio Flores y Rogelio Naranjo, emblemas de la caricatura política mexicana”.

“La muestra —dice Sánchez González— incluye 62 cartones originales, lo que es inusual porque los originales se han perdido en un porcentaje altísimo, calculo que en 80 por ciento, pero gracias al Museo de la Caricatura y a coleccionistas privados logramos tener este número de piezas, que de otra manera hubiera sido imposible conseguir”.

Para el curador, autor de libros como José Guadalupe Posada. Fantasías, calaveras y vida cotidiana, Historia de la caricatura en México y Gabriel Vargas, una historia chipocluda, “en tiempos de lo políticamente correcto, cuando la intolerancia y la censura se han vuelto constantes en el mundo (como lo evidencian el atentado contra la revista Charlie Hebdo en 2015 y la desaparición del cartón político en el New York Times), resulta gratificante promover el humor como una parte esencial de la crítica política y social. Durante décadas, la caricatura mexicana pretendió ser silenciada por el muro del presidencialismo emanado del PRI, pero a partir del movimiento estudiantil de 1968 este muro comenzó a resquebrajarse, se abrió un boquete al autoritarismo con cartones como los de Helio Flores y Naranjo. Con el surgimiento de nuevos diarios apareció también una importante camada de caricaturistas que en otras épocas hubieran sido censurados, entre ellos Magú y Dzib”.

La muestra, de alguna manera, también reconoce el trabajo de escritores como José Juan Tablada, quien se interesó en la caricatura y estimuló la participación de Matías Santoyo, Luis Hidalgo y El Chamaco Covarrubias.

“Esta exposición —afirma Sánchez González— es un homenaje al ingenio, pero también a la calidad y el valor de nuestros caricaturistas, cuya presencia es fundamental en el desarrollo de la prensa mexicana, la libertad de expresión y la pluralidad. Nada ha sido tan dañino para esta disciplina como la caricatura oficial, carente de imaginación. Un país sin crítica, sin sátira, conduce a una sociedad de agachados, como diría Rius, y eso hay que evitarlo fomentando una mirada crítica de nuestra realidad”.

ÁSS

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