El niño monstruo

Cine

En el contexto de uno de los países más desarrollados del mundo, Hirokazu Kore-eda retrata una experiencia de alcance universal: las muchas violencias que viven las infancias.

Fotograma de 'Monstruo'. (Apple TV)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

En Cannes ganó Sean Baker con Anora. El streaming, sin embargo, permite revisar películas de los diversos participantes, pero de Baker ya he escrito casi todo. Recomiendo por ello una obra sublime de Hirokazu Kore-eda, ganador de la Palma en 2023.

Monstruo (disponible en Apple TV) tuvo una minúscula corrida comercial y en streaming apenas hoy se puede ver. Es excelsa: Kore-eda no solo sigue a Yasujiro Ozu; ha decidido ser fiel a sus intereses y descorre el velo de la infancia en el milagro japonés. Lo hizo, primero, siguiendo a Antonio Capuano, consiguiendo dinero propio. Pero Capuano se ha negado a producir en forma industrial con todo y que fue mentor de Paolo Sorrentino. Si no hubiese sido porque Sorrentino siguió su instinto, no hubiésemos podido disfrutar de La gran belleza o Juventud sin cuya producción, brillarían menos. Kore-eda se encuentra a la mitad de estos dos genios, Capuano y Sorrentino.

Por otra parte, de Kore-eda también escribí ya casi todo en este espacio. Desde La verdad hasta Broker. El lector curioso puede buscar la crítica de Nadie Sabe, de 1994, que escribí en MILENIO, la primera película que vi de este genio.

Monstruo sigue fiel a Kore-eda en el retrato de una niñez frágil en uno de los países más desarrollados del mundo. Sus historias muestran el lado humano de personajes que podrían vivir en México o en Nairobi. La intriga comienza cuando la mamá de Hori se entera de que su hijo en quinto de primaria fue maltratado por un profesor. Comienzan las indagaciones. Fiel al minimalismo, pero también a la tradición japonesa de introducir de vez en cuando hermosos paisajes (tal vez por influencia del haikú) la madre de Hori también duda: ¿es su hijo un monstruo? Nadie en la primaria se atreve a responder a esta pregunta, porque ¿puede un niño ser monstruoso? Resulta políticamente incorrecta, incluso, la pregunta. ¿Acaso no vivimos en el mundo de Rousseau y los niños son buenos y la culpa es siempre del sistema? La directora pide disculpas, inclina el cuerpo al modo japonés, de pie, pero no responde: ¿qué llevó al maestro de quinto año de primaria a decir que su alumno tiene el cerebro de un cerdo? Como un cuerpo solo, los docentes se protegen. Los niños son puros, los niños son buenos, los niños no albergan deseos monstruosos. En la indagatoria de la madre, ella descubre que el mejor amigo de Hori ha sido quemado en un antebrazo, pero este amigo disculpa a Hori y siente por él un cariño legítimo. Palpable. ¿Qué está sucediendo? El año anterior, aprendemos, “El Monstruo Hori” escribió que, cuando creciera, quería ser una madre soltera. Los niños de cuarto estallaron en risas. Nadie en la dirección pronuncia la palabra ominosa.

Monstruo, en su cultura, recuerda a la que, sostengo, es la mejor película de 2022, Close, de Lukas Dhont. Había ahí, también, una amistad innombrable, pero los japoneses son más intensos. El amigo de Hori ha sido quemado. El hecho recuerda el amor como lo entendía Yukio Mishima. Poco a poco intuimos que hay un deseo de quemarlo todo en el protagonista. Poco importa que Freud interprete que el deseo de incendiar se relacione con un amor sexual que no encuentra salida.

La segunda parte de Monstruo ofrece pistas que aproximan a Kore-eda a algo que nunca había hecho: cine negro. ¿Qué hay en la mente del niño malvado? La respuesta la ofrece, tal vez la directora cuando decide enseñarle a Hori que en la música está la respuesta a todo el mal en el mundo.

​Monstruo

Hirokazu Kore-eda | Japón | 2023

AQ

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