Monstruos rentables

Los paisajes invisibles

Los asesinos sobrenaturales nacieron para convertirse en franquicias. Inventarlos no supuso esfuerzo alguno, carecen de originalidad.

Detalle del poster de 'Terrifier 3'. (IMDb)
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

No hay nada más rentable que los monstruos, pero no cualquier monstruo. El modelo, en estos tiempos, debe ser una perfecta aberración. Un hombre o algo antropomorfo con cualidades sobrehumanas, la inmunidad por ejemplo, y una psique como entrenada por un manual de tortura de la Edad Media: sadismo ilimitado, una imaginación sublime para que ese hombre o cosa se supere a sí mismo en cada juerga de violencia pues eso se vende a montones, el público nunca declinará a participar en una orgía de charcos de sangre, vísceras, pellejos, huesos rotos, aullidos de terror.

Hay monstruos que solo cambian de cara, máscara y atuendo, detentan nombres diferentes pero son lo mismo. Acaso compiten por la taquilla y el número de seguidores, igual que como sucede en las redes sociales, los likes deciden quién es quién, y eso se mide a través del número de gente que se disfraza de ellos en las noches de Halloween.

Los asesinos sobrenaturales superaron al mitológico Hombre Lobo, al vampiro que concibió Bram Stoker y al Frankenstein de Mary Shelley. Esos asesinos nacieron para convertirse en franquicias. Inventarlos no supuso esfuerzo alguno, carecen de originalidad.

Leather Face de The Texas Chainsaw Massacre de Tobe Hooper. Jason con su careta de hockey de Friday 13th de Sean S. Cunningham. Michael Myers con su mascarilla de maniaco impasible y despeinado de Halloween de John Carpenter. Art the Clown, con maquillaje a lo Marcel Marceau, sombrerito y overol en blanco y negro de Terrifier, el killer actualmente de moda ideado por Damien Leone. ¿Qué tienen en común, aparte de la crueldad y la perseverancia por no dejar un solo superviviente? Ser invulnerables. Ir a contracorriente del sentido común ya que, incluso, no dan explicaciones de por qué es imposible destruirlos. No vienen o vuelven del averno como el cenobita Pinhead y su pandilla, creados por Clive Barker para la saga Hellraiser, o como Freddy Krueger que Wes Craven diseñó para sus Pesadillas en la calle del infierno. Solo aparecen de improviso. Persiguen, acorralan, aniquilan y listos para la siguiente entrega, el círculo vicioso y defectuoso del gore, el slasher, el splatter, géneros que han perdido atributos y se ubican cada vez más lejos de las fábulas grotescas pero ingeniosas como las de George A. Romero, Sam Raimi, David Cronenberg, los italianos Lucio Fulci y Dario Argento o los nipones Takashi Miike y Satoru Ogura (las serie Guinea Pig de Ogura es un mórbido, delirante paseo por los escarpados de la locura).

¿Qué hace insoportables a Leather Face, Jason, Michael Myers y Art the Clown? La impunidad. El don extraordinario para salirse con la suya. Ni los golpes ni los filos ni las balas ni el fuego pueden contra ellos. Caen un rato y resucitan, vuelven con más saña.

Ni Stephen King se atrevió a tanto con su diabólico Pennywise (en It, al menos se menciona que es algo así como un ente de otra dimensión. Informe de origen, eligió la forma de un payaso y con razón. La coulrofobia es una patología más extendida de lo que se piensa). Quizá es por eso que Damien Leone, cuyo nombre parece más un seudónimo de doble o triple homenaje que un apelativo verdadero (a los cineastas Damiano Damiani y Sergio Leone y al Demian, el Anticristo de La profecía), ha hecho una auténtica fortuna con las mefíticas andanzas de Terrifier en que todo es posible. Incluso desollar un cadáver para travestirse con un cuerpo de genuina piel humana o abrir a una víctima como res en canal.

No hay nada más rentable que los monstruos, pero no cualquier monstruo. Solo basta con una cosa antropomorfa de cualidades sobrehumanas y para no repetir estereotipos habría que asomarse al mundo para inspirarse. En la política hay de sobra. El avance global de los fascismos populistas demuestra que sí hay individuos con atributos sobrehumanos: conquistan naciones, las echan atrás un siglo en democracia, borran de un plumazo las moralejas de la historia. Eso da más miedo que un payaso o un enmascarado armado con motosierras y cuchillos.

AQ

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