Mundo trágico | Por David Toscana

Toscanadas | Nuestros columnistas

A Platón no le gustaban los poetas porque decían mayores verdades que él y mejor escritas.

'Clitemnestra titubeante antes de matar a Agamenón', óleo de P.N. Guérin, 1819. (Wikimedia Commons)
David Toscana
Ciudad de México /

En un ejercicio de pensamiento se da el siguiente caso: “Usted está con su hija pequeña tranquilamente leyendo un libro. Se entera de que subiendo las escaleras viene un hombre a matarlo a usted y a violarla a ella. Tiene usted una granada en mano. ¿Se la arrojaría?” El ejercicio va subiendo el número de hombres y el poder destructivo de la granada, y se especula que quizás esos hombres vengan con sus mujeres o sus hijas. ¿En qué escenario se quedaría usted franciscanamente sin emplear la granada?

Para los griegos queda claro que el secuestro de una sola mujer desencadena una guerra “que causó a los aqueos incontables dolores y precipitó al Hades muchas valientes vidas”.

En Esquilo, Agamenón decide sacrificar a su hija por una causa mayor, y la voluble justicia no le aplaude. “A los mortales les anima la demencia insolente, torpe consejera, causante de desgracias”.

Asistimos en la Orestíada al retorno de este héroe de la guerra, pero no todo serán honores, sino venganzas y asesinatos. “Porque la empresa ha terminado bien”, dice el heraldo, “pero todo lo que se prolonga tiene por un lado desenlaces felices y por otro motivos de reproche”.

Clitemnestra no acepta que una guerra se haga por una mujer, ni que por una guerra se sacrifique a su hija. Agamenón pagará con su vida. La palabra “justicia” se multiplica en la Orestíada, pero no alcanzamos a captarla.

Los dramáticos griegos suelen dejarnos moralmente desamparados. Tres obras: Los persas y Los siete contra Tebas, de Esquilo, y Las troyanas, de Eurípides, tratan directamente asuntos bélicos en los que se borran las líneas entre lo justo y su contrario. E incluso, cuando se cree llegar a un dictamen, se toma otro curso de acción. Pasa esto en Las troyanas, cuando Hécuba da a Menelao las razones por las que Elena debe pagar con su vida la tanta muerte que causó entre troyanos y aqueos. Elena expone una sólida defensa, dejándonos con dos verdades opuestas. El juez, Menelao, deja de atender razones y mira que Elena está bien buena.

La justicia en tiempos de paz, no es la misma que en situaciones de guerra. La paz es bonita, pero como dice un helenista: “Decir paz donde no hay paz es no decir nada”. Sócrates y otros filósofos se han empeñado en buscar un concepto universal para la justicia. Tarea inútil que niega la condición humana. Mucho más sabiduría hay en el mínimo verso de Calderón de la Barca: “Nada me parece justo en siendo contra mi gusto”. A Platón no le gustaban los poetas porque decían mayores verdades que él y mejor escritas.

Esquilo, Sófocles y Eurípides son mayores filósofos que Sócrates, Platón y Aristóteles porque el mundo no es racional, sino trágico.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.