Cuando Rimbaud dice “yo es otro”, formula un principio ético: para disolver el Yo es necesario ser otro. Otro poeta u otro músico, evidentemente, pero también otro río, otra tradición. De ello trata el documental La música de Ryuichi Sakamoto (disponible en MUBI).
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La obra comienza informándonos que Sakamoto tiene cáncer. En este sentido sigue una línea más o menos convencional. Un músico enfrenta a la muerte con arte, símbolo de inmortalidad. Se nos habla del trabajo de Sakamoto en las bandas sonoras de The Revenant y de su trabajo con Bertolucci. En El cielo protector, por ejemplo, el japonés mezcló, en la banda sonora, un reiterado pasaje leído por Paul Bowles quien, como se sabe, escribió la novela que dio origen a la película de Bertolucci. No se trata de una idea del todo original. En 1973 el legendario 1750 Arch Records publicó un LP que investigaba la voz hablada como fenómeno estético. Lo importante en este documental estriba en que el uso de la voz de Bowles marca un punto de inflexión en las búsquedas del compositor quien empezó entonces a alejarse de las bandas sonoras para seguir el principio ético de Rimbaud. Y lo consigue. Llegado el clímax, Sakamoto “es otro”.
La culminación comienza a construirse cuando el documental nos introduce en la obsesión de Sakamoto por Tarkovski y por Bach. “Tarkovski es música”, afirma. Y en efecto, en el mismo sentido en que Bach es cine porque es movimiento de imágenes. Bob Dylan dijo alguna vez que el hecho artístico era una forma de meditar. Hay gente que medita contando ovejas, decía Dylan, o contando dinero. Yo medito repitiendo un tema que me atrae hasta que, a través de meditarlo se vuelve otra cosa. Esto es exactamente lo que hacen Stephen Nomura y Ryuichi Sakamoto: meditar en torno al cine. El primero contando un documental con la historia del segundo que, meditando a Bach y a Tarkovski, ha conseguido realizar un concierto para manifestarse en contra de la reapertura de la central nuclear de Fukushima.
En este espacio se ha discutido antes que el futuro del cine está en el sonido toda vez que hoy por hoy se puede contar una historia concisa y contundente con un celular. El clímax de La música de Ryuichi Sakamoto llega cuando se registra para nosotros un concierto en que el músico da fin a la búsqueda que inició durante el rodaje de El cielo protector y habiendo meditado tanto en el sonido de Tarkovski como en la imagen de Bach (y antes de volverse el absolutamente otro que murió en marzo de este año). Sakamoto ofrece un concierto para manifestarse contra la reapertura de la central nuclear de Fukushima. En esta obra escuchamos la voz de Oppenheimer cuando afirmó: “me he convertido en la muerte, en el destructor”. El creador, en cambio, Sakamoto, contrapone a este “Prometeo Americano” no tanto el arte como la disolución del ego.
En efecto, mientras que el físico se sintió llamado a ser un Yo capaz de defender a “la civilización”, el segundo se disuelve en los sonidos de Tarkovski y de Bach. El resultado fue registrado en un álbum que se llama Solari y que se publicó en 2022.
Sakamoto puede, por fin, decir “Yo es otro”. Ante el fuego de Prometeo, él es sonido: la lluvia, un candelabro que vibra. Es el que ha hecho de sí mismo un predestinado a la construcción de mundos y no su destructor. Es un piano desafinado, los muertos en Hiroshima y Nagasaki; un músico y un cineasta. Bach y Tarkovski. Bertolucci, González Iñárritu. Es un hombre que muere de cáncer. La tradición.
La música de Ryuichi Sakamoto
Stephen Nomura | Japón | 2018
AQ