Conocí a Ignacio Trejo Fuentes (1955-2024) a principios de 1980, en el tercer piso de la Torre Latinoamericana. Nacho trabajaba en la coordinación editorial de La Semana de Bellas Artes, un suplemento cultural que había creado Gustavo Sainz en 1977; el autor de Gazapo (1965) era el titular de la Dirección de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Yo había descubierto a Elena Garro en la primavera de 1977; estudiaba Letras Españolas en el Tecnológico de Monterrey y la profesora Nora Guzmán incluyó Los recuerdos del porvenir (1963) en el Seminario de Literatura Contemporánea.
A partir de ese momento, Elena Garro se convirtió en mi proyecto académico. En esa época, la escritora vivía en el exilio, en España, y nadie quería hablar de ella; además, era imposible encontrar información sobre su vida y su obra. Había una leyenda negra que la mantenía marginada.
En enero de 1980, con el propósito de continuar con mis investigaciones, me integré al equipo de Gustavo Sainz para colaborar en La Semana de Bellas Artes, organizar talleres literarios en las preparatorias, en los Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH), organizar conferencias, ayudar en la elaboración de antologías de noveles autores, entre otras actividades.
El 29 de octubre de 1980 publiqué “Destiempo y nostalgia: Elena Garro y Los recuerdos del porvenir”, en La Semana de Bellas Artes, que fue resultado de mi trabajo realizado con la beca INBA-FONAPAS de Ensayo Literario, que había obtenido ese año, y fue también mi primer texto sobre la escritora mexicana.
Como Gustavo Sainz estaba en contacto con Elena Garro, le pedí su domicilio para enviarle mi artículo y así lo hice. Para mi gran sorpresa, me respondió con una misiva conmovedora, pero, antes de responderme a mí, le mandó una carta a Ignacio Trejo Fuentes.
Entre 1978 y 1979, Garro acababa de publicar en varios rotativos españoles algunos segmentos de sus memorias de la Guerra Civil, y Sainz deseaba publicar el primero de ellos en México. Le pidió a Nacho que se dirigiera a la escritora para solicitar su autorización.1 Garro le contestó y su epístola resultó reveladora.
Diez años después de la catástrofe de 1968, el periódico madrileño Informaciones fue la primera gaceta que le brindó un espacio para sus memorias sobre la Guerra Civil.
El 16 de noviembre de 1978, el encabezado de Informaciones: “Con Octavio Paz en el frente de escritores antifascistas”, le dio relevancia a la figura del exesposo en detrimento de la autora. Además, el relato apareció ilustrado con una fotografía del poeta y la portada de su libro Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre España, el volumen que Manuel Altolaguirre le había editado en 1937 cuando estaban en Valencia.
Gracias a la carta que le envió a Ignacio Trejo Fuentes, sabemos del malestar que eso le ocasionó a Elena Garro. Las cartas son documentos imprescidibles para los investigadores; contienen información trascendente que por lo general se mantiene detrás de bambalinas, pero, que sin duda alguna, nos dan luz para comprender mejor al sujeto de nuestro estudio.
Debido a que Elena Garro me mencionaba en esa misiva, Nacho me dio una copia fotostática de la carta, la cual permaneció inédita, guardada en mis archiveros, hasta que la di a conocer en mi libro más reciente sobre ella: Elena Garro sin censura. Obra inédita: guionismo cinematográfico, diario, dramaturgia, narrativa, memorias, investigación, epistolario, traducción (Gedisa, 2023).
En ese mismo 1980, Elena Garro recibió el Premio de Novela Juan Grijalbo por Testimonios sobre Mariana (1981). Inquieto y sumamente productivo, Nacho también colaboraba en dicha casa editorial. Un día llegó a mi escritorio y me dijo: “Mira, Patricia, te tengo un regalo”, y sin más me entregó una copia fotostática del original de la novela de Garro, del mecanuscrito que la autora había enviado y estaba en proceso de publicarse. Me quedé sin aliento. Nacho era de pocas palabras. Le di las gracias emocionada, como lo había hecho cuando me entregó la copia de la carta; él solo sonrió y se dio la media vuelta.
Nunca olvidaré la bondad que Nacho lanzaba en su mirada y la sensación de que había cumplido con una misión; sabía de mi pasión por Elena Garro.
Hoy quiero celebrar la generosidad de Nacho Trejo, ya que sin su altruismo no hubiéramos tenido noticia de esa misiva, pues condensa un pasado memorable que forma parte esencial de la cultura en México, y yo no hubiera leído Testimonios sobre Mariana por primera vez en el mecanuscrito con correcciones del puño y letra de la autora.
Después, Nacho y yo fuimos compañeros de la maestría en New Mexico State University, en Estados Unidos, en el periodo de 1984-1986, pero esa es otra historia. En ese tiempo lo recuerdo siempre risueño, bromista, comiendo huevos casi todos los días porque el dinero nunca le alcanzaba, pero eso no opacaba sus días.
Guardo como tesoros invaluables sus dos regalos.
¡Gracias, Nacho, por tu complicidad!
***
La carta de Elena Garro que Nacho Trejo me regaló es la siguiente:
Madrid, a 27 de noviembre de 1980
Señor Don Ignacio Trejo Fuentes
Coordinador Editorial de la Revista de Bellas Artes
Estimado señor Trejo Fuentes:
Ayer recibí su amable carta con fecha del 21 de octubre. Le parecerá increíble, pero el correo anda muy mal por aquí.
Le agradezco mucho a usted y a Gustavo Sainz que quieran publicar ese fragmento de mis memorias que publicó Informaciones y desde luego doy muy alegre mi consentimiento. El título “Con O. P. en el frente” no es mío, lo puso el periódico, de manera que desearía que lo quitaran. Simplemente con “Memorias o Fragmento de Memorias” quedaría más correcto*. Juanito de la Cabada se llevó ese fragmento y otro más publicados aquí, uno apareció en Litoral y el otro en la revista Nueva Estafeta que dirige Luis Rosales. Yo le di mis ejemplares y no me he ocupado de pedir otros ejemplares a Bergamín y a Rosales.
Leí muy emocionada el artículo escrito por la jovencita Patricia Rosas. Debo confesarle que me asombró la lucidez, la brillantez y la magnífica cultura de esta joven prodigio a quien le auguro un porvenir importantísimo en las letras mexicanas. Y no es porque hable de mí, sino por su inesperada manera de abordar la crítica de un libro. Creo que nunca me he sentido más orgullosa de la novela que Patricia analiza que cuando leí lo que ella escribió. Me sentí muy inhábil para contestarle. Pienso escribirle una carta que esté a su altura y desde luego los felicito por contar con una chica de tan enorme cultura y talento. Nada puede halagarme más que saber que Patricia Rosas esté preparando esa investigación sobre mis escritos. Espero no defraudarla.
Ahora aprovechando su bondad, me permito enviarle unos cuentos de un joven escritor mexicano que se encuentra en Madrid, Marco Aurelio Carballo. La Editorial de Sinaloa tuvo a bien publicarle un volumen de cuentos. Aquí, en España, piensa publicar una novela que está terminando. Sus cuentos son muy jóvenes, con un estilo nuevo, de ciudad, llenos de picardía y a mi juicio merece algún estímulo, como verse incluido en una revista mexicana. Ojalá que sean de su agrado. Este chico vino a España como corresponsal de Unomásuno, pero parece que el periódico no lo ha tratado muy bien. Su esposa, otra chiquita, Patricia Zama, piensa trabajar aquí para que él se dedique a la literatura. En Barcelona están interesados en publicarle su novela. Creo que hay que alentar a los jóvenes inteligentes.
Le agradezco su gran bondad para conmigo y le doy las gracias, así como a Gustavo Sainz.
Hoy tuve el honor de conocer al señor (Juan José) Bremer en la Exposición de Manuel Felguérez. Me lo presentó Patricia Zama, la esposa de Marco Aurelio Carballo, con la que el señor Bremer parece tener buena amistad. México ha cambiado mucho, yo estoy completamente desconectada y despistada, por eso me conmueven doblemente las bondades de Bellas Artes para conmigo.
Su amiga que mucho lo estima,
Elena Garro
* Gustavo Sainz publicó ese segmento de las memorias de Elena Garro en tres partes consecutivas: “Exclusiva de El Universal. Memorias de Elena Garro”, en octubre de 1981.
AQ