Napoleón, al acecho de la eternidad | Por Avelina Lésper

Casta diva | Nuestras columnistas

La cinta de Ridley Scott narra una serie de historias paralelas: la del político que quiere ser aristócrata, el soldado que quiere conquistar el mundo y el hombre que quiere a Josefina.

Joaquin Phoenix como Napoleón Bonaparte. (Sony Pictures)
Ciudad de México /

“Las mujeres odian a Napoleón, ¿por qué escribes una biografía sobre él?”, le preguntaron a Ruth Scurr, autora del libro, Napoleon, a life told in gardens and shadows, sobre su pasión por la jardinería, por la naturaleza, que él llamaba su “segunda vocación”, en el exilio en la isla de Santa Elena. La segunda pregunta que le hicieron fue: ¿Para qué otra biografía?

Nunca terminaremos de hablar sobre Napoleón Bonaparte, y en la película de Ridley Scott se ve que las mujeres de su tiempo no lo odiaban, porque Madame de Staël no representa a todas las mujeres de la época, y en la actualidad a muchas aún nos causa fascinación.

Napoleón de Ridley Scott es la vida de un soldado que se enamora de una aristócrata, con un pasado complicado, como todos en esos años posteriores al libertinaje y sumergidos en el terror. Inicia con una espléndida secuencia de ese desfile heroico y macabro de María Antonieta dirigiéndose a la guillotina. El populacho, enfurecido, usa su conquistada libertad para insultar a la reina. Privilegio de las futuras democracias, destruir a quien antes idolatraron. Ella, la reina, no llora, camina en silencio, orgullosa, la lleva la fuerza de su majestad, enferma, famélica, viuda, desposeída. Sansón le levanta el cabello, ése que llevó las más sofisticadas coiffures, y de un corte limpio le cercena la cabeza. La levanta, y somos el populacho, nos convertimos en los testigos que también aullamos. Napoleón la contempla, la Historia ha cambiado, le llegará su turno.

Entonces comienzan dos historias paralelas, el soldado y la noble; y la trayectoria imparable de Napoleón, que nunca dijo no. Joaquin Phoenix es el casting perfecto, truquean su estatura, y sabe llevar el uniforme, del que Josefina pregunta “¿es un disfraz?”. Lo más revelador de su vestuario es su personal bicornio, en la película tiene la presencia de una corona, Napoleón siempre estuvo coronado.

Su camino, entre la violencia de la intriga de la política, y la estrategia de la guerra, es un ajedrez en el que no deja pasar el momento y toma todos los riesgos. Las habitaciones de los palacios, los bailes y las cenas, la cama imperial con sus orgasmos rápidos sobre una Josefina que trata como a una yegua. La película tiene la estructura de la novela de Tolstoi Guerra y Paz. Napoleón construyó un héroe, un guerrero destinado a consolidar la República. Las escenas de las batallas son tan épicas como las circunstancias políticas que él manipula para ser emperador.

La primera batalla que pierde es lograr ser aceptado como un aristócrata, un noble de sangre. Es un campesino de Córcega, Josefina le dice “sin mí eres un bruto”, él lo acepta, llora, amanece hablando con su esposa, peleando, fornicando, recordando, es su amiga. Las traiciones del zar de Rusia, de los austriacos, es la clara obsesión de impedir que ese bruto gobierne Europa. Es el héroe, el emperador, el guerrero que tiene miedo antes de pelear. Alcanzar la eternidad fue su gran conquista.

AQ

  • Avelina Lésper

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