Narcotraficante

Toscanadas

“¿Trae droga?”, me preguntarán. Y yo les diré que sí. Que en mi mochila y en la maleta que documenté traigo al menos dieciocho kilos de la droga más adictiva y maravillosa del mundo

David Toscana piensa en el peso del conocimiento, pues transportar libros se convierte en toda una hazaña en vuelos internacionales
David Toscana
Ciudad de México /

Alguna vez escribí sobre la mudanza de casa. Los mudanceros suelen portar con suma entereza un refrigerador dúplex, el ropero de la abuela o un bóiler de cien litros; pero cargar con cajas de libros les solivianta el espíritu al punto de llegar a sentir que no es parte del oficio. “Usted cargue con los libros”, me dijeron la última vez, y hube de subir y bajar escaleras hasta que me reventaron las piernas. Y es que el libro es un objeto que, reunido a granel, tiene mayor densidad que cualquier mueble doméstico.

El libro también se vuelve un lastre cuando se viaja en avión.

En el pasado, había confianza entre desconocidos. No era raro que ante una situación de sobreequipaje, alguien se ofreciera a echar algunos kilos en su maleta desnutrida y regresar la mercancía en el aeropuerto de arribo.


Además, hace alrededor de quince años, la tolerancia de equipaje en viajes trasatlánticos era de dos maletas de treintaiséis kilos cada una. Luego vinieron los sindicatos de estibadores que redujeron el peso máximo por valija con argumentos de columnas vertebrales y después fueron las propias aerolíneas las que se volvieron mezquinas.

Cada vez que vengo a México me hago de una buena cantidad de libros y revistas, y el impulso lector siempre termina por sobrepasar los veintitrés kilos que autoriza la línea aérea. Esto siempre me presenta un dilema y tengo que tomar varias decisiones de Sophie.

Por lo pronto, eché en la maleta Caravaggio in Detail, 2.2 kg; 400 años de Cervantes en México, 1.5 kg; Balthus. Las tres hermanas, 1.4 kg; cinco revistas de Artes de México, 3.5 kg; diez revistas de Arqueología Mexicana, 2.6 kg; trece novelas de títulos varios, 4.4 kg, entre las que se sabe que Acantilado pesa más por página que Alfaguara, y Alfaguara impresa en España pesa más que Alfaguara impresa en México.

Además eché una botella de tequila Herradura de 1.6 kg, tres botes de mole Cocina Mestiza que suman 1.2 kg y un bote de salsa macha de 450 gr, y, tomando en cuenta que la maleta pesa dos kilos, apenas me quedó margen para meter dos calzones y un par de calcetines.

Vi un reportaje en el que agentes antinarcóticos del aeropuerto de Barajas detectan a los sospechosos porque los bolsos evidencian más peso del habitual. Supongo que me detendrán, ya que me echaré a cuestas una pequeña mochila que terminará pesando doce kilos, y libros como el de Caravaggio o Balthus tienen mayor densidad que un ladrillo de cocaína.

“¿Trae droga?”, me preguntarán. Y yo les diré que sí. Que en mi mochila y en la maleta que documenté traigo al menos dieciocho kilos de la droga más adictiva y maravillosa del mundo.

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