Las Vegas es la meca del arte contemporáneo VIP, son obras que van perfectamente a tono con la decoración de los hoteles de lujo, el despilfarro y la efímera presencia de la suerte. La fama es una ruleta y que estos artistas sean los más cotizados es como haber acertado al Bingo, un golpe arbitrario sin implicaciones morales, lo mismo gana un delincuente que un imbécil.
En los pasillos del Hotel Wynn, entre las boutiques de las marcas más costosas de alta costura y joyerías, están los tulipanes metálicos de Jeff Koons. Enormes, no parecen tulipanes, es increíble que con esa tecnología y un staff de diseñadores que hace todo, no hayan podido hacer unos objetos que parecieran flores, son como condones multicolores amarrados.
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Más adelante otro de los “genios” de este arte de la estafa, Takashi Murakami, con una flor gigante con happy face, luminosa, gira para que los huéspedes se tomen el selfie y lo suban a sus redes. El arte VIP que se jacta de su artificial “complejidad”, tiene a sus estrellas en la antítesis de lo intelectual, Murakami se hace rico con lo más estulto de la iconografía popular, y ese es su “talento”, degradar el concepto de arte al nivel del consumo más fácil.
El arte contemporáneo VIP es un estatus en los hoteles, en el Conrad Hilton Resorts World está montada una gigantesca pantalla esférica que proyecta “videoarte”, es decir animaciones simplonas sin problemas de significado, un pollo redondo, colores en movimiento. El montaje se completa con una instalación de luz neón de James Turrell. Esta instalación es impensable en un museo, es demasiado costosa, y aquí es atractivo para que los turistas se hagan videos para TikTok.
En las Vegas el dinero es un emblema de la suerte, hay arte VIP en cada pasillo, esquina y pared de los hoteles lujosos, la música ambiente navideña completa la decoración, la Navidad es tan grotesca como estas obras. El artista que decida que su pino con esferas es una obra de arte, y que se disfrace de Santa Claus le van a dar el premio Turner.
A la inmensa mayoría de los turistas y jugadores no les interesa el arte, por eso estos objetos están perfectos aquí, por que pasan como decoración estrambótica y cara, como la instalación de “donas” de colores con cristales de Swarovski.
Las obras van con el espíritu lúdico y optimista, son como juguetes gigantes para los apostadores jugadores, los colores copian a las máquinas de fichas que brillan las 24 horas. El MoMA, la Tate Modern, las bienales con sus obras deprimentes y oenegeras, deberían aprender de estos hoteles, aquí que todo es excesivo, exponen con gran cinismo para qué es el arte VIP, y le dan el sitio que merece: lujo vacío, frívolo, en el precio está el significado, el discurso y el concepto.
ÁSS